El Cristo preexistente. Gastón Soublette
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Название: El Cristo preexistente

Автор: Gastón Soublette

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

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isbn: 9789561425378

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СКАЧАТЬ esa visión del mundo como movimiento o mutación, diferente de una sabiduría que ponga su énfasis en la consistencia del ser, en China no fue olvidada por los que llevaron a cabo la empresa civilizadora, sino que fue codificada y trasmitida a través de las edades, y considerada como válida para todos los tiempos, en el entendido de que la organicidad del movimiento universal está operando constantemente según leyes inherentes a la naturaleza de los seres. Por eso, en los tiempos primitivos o en la más sofisticada civilización habrá siempre movimientos cíclicos –como la sucesión de las cuatro estaciones– y movimientos lineales, que nacen y se desarrollan en etapas sucesivas sin retroceso ni repetición de la secuencia. Y en todo tiempo se generarán procesos de cambio en los cuales se puede distinguir cuándo se hallan en su estado inicial de germen, al que sigue la secuencia de su desarrollo, hasta la culminación de su intensidad propia en su etapa de auge, a la que sigue la declinación hasta su extinción o cierre del proceso. Asimismo siempre permanecerá idéntica en su índole la naturaleza de las fuerzas creativas y las fuerzas receptivas, y las variantes que resulten de la interacción de ambas. Esto se dice del comportamiento de todos los seres del universo, como también de la pareja humana y de la misma polaridad que rige la psique, y que determina su doble comportamiento consciente e inconsciente, intelectual e intuitivo.

      En esta cosmovisión, que resulta obligada para una sociedad que vive inmersa en el orden natural, la sabiduría consiste en el discernimiento de la índole del movimiento y en la justa medida de los actos humanos en todas las fases de su evolución, respetando las leyes del desarrollo gradual, con lo cual el habitante del mundo ocupa el lugar que le corresponde en el concierto universal.

      La codificación de esa sabiduría de la cultura primigenia en China habría empezado en el cuarto milenio antes de Cristo, y se atribuye al mítico soberano Fu-Hi o Tai-Hao la representación en símbolos lineales de todas las fases del movimiento. Esto, que fue un sistema de símbolos cuyo contenido y aplicación era parte de la tradición oral, evolucionó hasta fines del segundo milenio antes de Cristo, cuando el patriarca de la dinastía Tchou, el así llamado rey Wen, organizó el canon del sistema de las mutaciones, agregando textos epigramáticos a cada símbolo, en cuanto estos representaban fases del destino que requerían un dictamen para la guía de la conducta humana en cada coyuntura. Así nació el libro más antiguo del mundo, llamado I Ching o Libro de las Mutaciones, piedra fundacional de la cultura china, el que en el siglo VI antes de Cristo fue estudiado y comentado por Confucio y su escuela, hasta adquirir la forma que hoy tiene, estructurada en tres etapas: la etapa simbólica originaria, la guía de los dictámenes y la época de los comentarios confucianos.

      Como se trata de una doctrina basada en la organicidad del acontecer en el tiempo, su texto efectivamente propone situaciones de la vida del hombre en sociedad, en el orden natural, y de la relación del individuo consigo mismo. Por su grado de abstracción como estructura del suceder es aplicable a los hechos de cualquiera época, y puede percibirse cómo su dinámica propia abarca y explica los acontecimientos de toda la historia conocida del pasado y del presente.

      En esta cosmovisión, y participando de la cosmovisión de todas las sociedades que han vivido insertas en el orden natural, el acontecer universal es un solo acontecer, lo cual deriva, de una concepción unitaria del cosmos, lo que a su vez unifica el acontecer subjetivo con el objetivo. En consecuencia, todo lo que acontece influye en el todo, y todo lo que acontece en las profundidades de la psique humana influye también en el todo, y más aun, tiene el poder de polarizar el espacio-tiempo, conformando un paralelismo analógico, por el cual el acontecer objetivo deviene un reflejo del acontecer interior.

      El Libro de las Mutaciones o I Ching es el desglose de la acción permanente del Tao (el sentido) en el ámbito de la sociedad humana. Su concepción del tiempo no es mecánica, es orgánica. Hay ciclos del tiempo que se expanden a manera de oleadas y que afectan a todos los hombres, de manera que lo que es posible esperar como resultado de nuestros actos en un ciclo determinado no es posible obtenerlo en otro ciclo.

      A esa concepción del tiempo están referidos todos los dictámenes en los que se confronta el quehacer humano con alguna fase del acontecer global (tiempo), en la que es preciso, por ejemplo, “cruzar la gran agua”, esto es, emprender la realización de un proyecto de mayor envergadura y riesgo; o abstenerse de actuar; o contentarse con pequeñas realizaciones, en atención a que, en una dimensión superior del espacio-tiempo en evolución, se dan o no las condiciones para actuar en el sentido que se desea.

      Tchuang Tse (sabio Chino del siglo III a. C.), en su antología de ensayos filosóficos (Les Péres du Sisteme Taoiste de Leon Wieger), cuenta el caso de un joven de familia humilde cuyo talento para las artes marciales fue detectado por un prefecto local del imperio y enviado a la capital para su educación. Un tiempo después, otra familia de la localidad, al ver que el hijo de un vecino había sido beneficiado por poseer talento para el manejo de las armas, se hizo presente ante la autoridad local para recomendar a uno de sus hijos para el mismo oficio. El funcionario imperial en esa coyuntura estimó que el recomendado era un hombre peligroso dadas las condiciones políticas del momento y ordenó que le cortaran un pie.

      En esta organicidad del tiempo se distinguen los conceptos de “duración”, por una parte, y de “desarrollo gradual”, por otra. La duración es lo propio de las creaciones humanas realizadas conforme al sentido (Tao); y el desarrollo gradual es el modo natural de crecimiento y el desafío que el tiempo orgánico opone a las pretensiones de las empresas humanas. Un dictamen del I Ching sostiene que una demora conveniente en la realización de un proyecto es lo que el sujeto necesita para templar su carácter, a fin de adaptar sus pretensiones al ritmo de los procesos naturales (I Ching, Capítulo “El Conflicto”).

      En la totalidad del texto del libro se presupone que el acontecer tiene raíces trascendentes y procede de un macrosistema de fuerzas combinadas cuya trama abarca el universo todo. En su conjunto ese macrosistema es la expresión del Tao como principio (ser supremo) y como sentido (ley eterna). La ley eterna antes de estar expresada en una preceptiva oral o escrita es la descripción de su manifestación en todas las coyunturas posibles que el organismo del espacio-tiempo pueda hallarse en relación con la vida y los actos humanos.

      En una comparación con la Ley de la cultura israelita, esta se revela al profeta líder de los hebreos antiguos como la expresión de la voluntad de Iahvé, pero para un pueblo que se había distanciado definitivamente de la antigua conciencia participativa, por la que el acontecer humano era parte del acontecer natural. La Ley de Israel está destinada a ser el sentido del actuar humano, pero solo en un mundo de hombres, libres ya de su participación psíquica consciente en el orden natural. En ese sentido da la impresión de que la revolución monoteísta se distanció del paradigma natural en el que sus ancestros estuvieron inmersos, porque algo de la religión cósmica quedaba en los cultos paganos.

      Pero el interés que puede suscitar para nosotros el I Ching como una codificación de la sabiduría cósmica primigenia es que fue destinada a regir como ley fundamental de un orden civilizado. En este hecho único en el historial de la cultura humana se halla la explicación de la longevidad del imperio chino y su cultura ética, aun en los tiempos más difíciles de su devenir político, como los misioneros jesuitas franceses y españoles del XVII nos informan.

      Para el tema que nos hemos propuesto desarrollar en este ensayo, el I Ching, como libro sapiencial, presenta el interés de derivar de esa sabiduría cósmica, que emana de la organicidad original del espacio-tiempo, una concepción del deber ser humano coincidente con la concepción bíblica del hombre. Lo interesante en esto reside en el hecho de que el modelo de hombre subyacente en este libro emerge justamente del paradigma de un orden originario.

      Con relación a esto, es interesante recordar que cuando los jesuitas franceses fueron a China a estudiar su cultura in situ, con el propósito de conocer las bases de un orden social que a ellos les parecía digno de ser estudiado, se cuidaron mucho de llamar la atención y ser detectados por las autoridades. Este anonimato de un grupo de religiosos occidentales en China solo pudo ser СКАЧАТЬ