Название: Lady Felicity y el canalla
Автор: Sarah MacLean
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Romantica
isbn: 9788417451967
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La marquesa asintió, agradeciendo el cambio de tema.
—Es posible. Son muy inteligentes.
Felicity forzó una sonrisa.
—Tus mejores hijos.
—Dan menos problemas que el resto —replicó su madre, inclinándose y recogiendo uno de los largos y peludos animales entre sus brazos—. ¿Era muy apuesto el duque?
—Apenas lo vi entre la multitud, pero eso parecía.
De repente, Felicity se encontró pensando en el otro hombre. El que estaba entre las sombras. El único al que deseaba haber visto. Parecía mágico, como si de una llama invisible se tratara.
Pero si esa noche había aprendido algo, era que la magia no era real.
Lo real eran los problemas.
—Lo único que deseábamos era encontrar un buen partido.
Las palabras de su madre interrumpieron sus pensamientos, y los labios de Felicity se torcieron.
—Lo sé.
—¿Ha sido tan malo como suena?
«No te escapaste de nosotros. Nosotros te expulsamos».
«Felicity, la acabada. Felicity, la olvidada. Felicity, la abandonada».
«Llegas demasiado tarde para el duque, porque ya lo he cazado yo».
Felicity asintió.
—Ha sido peor.
Recorrió los oscuros pasillos hasta llegar a su dormitorio. Al entrar en aquella habitación poco iluminada, arrojó los guantes y el retículo sobre la pequeña mesa que estaba justo al pasar la puerta, la cerró para apoyarse sobre ella. Finalmente logró soltar el aire que había estado reteniendo desde que se había vestido para el baile de Marwick horas atrás.
Se dirigió hacia la cama a oscuras y se echó boca arriba. Observó el dosel durante un rato mientras rememoraba los horribles eventos de la noche.
—Qué desastre…
Por un fugaz instante imaginó lo que haría si no fuera ella misma: demasiado alta, demasiado sosa, demasiado mayor y sincera, una verdadera florero, sin esperanza de conquistar a un soltero de buena posición. Se imaginó que salía a hurtadillas de la casa y volvía a la escena de su devastador crimen.
Que obtenía una fortuna para su familia, y el mundo entero para ella misma.
Quería más de lo que podría conseguir.
Si ella fuera diferente, podría hacerlo. Podría encontrar y conquistar al duque. Podría ponerlo de rodillas. Si fuera hermosa, ingeniosa y brillante. Si estuviera en el centro y no en una esquina del mundo. Si se encontrara dentro de la sala, y no mirando a través del ojo de la cerradura.
Si fuera capaz de incitar pasiones como las que había visto consumir a un hombre, igual que la magia. Igual que el fuego. Que una llama.
Su estómago se revolvió al pensarlo, al imaginar aquella posible fantasía. El placer que le provocaría, algo que nunca se había permitido imaginar. Un duque, desesperado por ella.
«El mejor partido de todos».
—Si tan solo fuera fuego —le dijo al dosel—. Eso lo resolvería todo.
Pero era imposible. Y se imaginó un tipo de fuego diferente, capaz de atravesar Mayfair y calcinar su futuro y el de su familia.
Se imaginó los apodos.
«Felicity, la mentirosa».
«Felicity, la farsante».
—Por el amor de Dios, Felicity —susurró.
Permaneció allí, avergonzada y llena pánico, mientras daba vueltas a su futuro durante un buen rato hasta que el aire se volvió pesado y pensó en dormir con el vestido puesto antes que llamar a una doncella para que la ayudara a quitárselo. Pero pesaba y le apretaba, y el corsé le dificultaba la respiración.
Con un gemido, se sentó, encendió la vela que había en la mesilla de noche y fue a tirar de la cuerda para llamar a la criada.
Sin embargo, antes de que pudiera alcanzarla, una voz sonó desde la oscuridad.
—No debería contar mentiras, Felicity Faircloth.
Capítulo 5
Felicity dio un salto en el aire, lanzó un grito al escucharlo y se giró para mirar hacia el extremo de la habitación que estaba sumido en la oscuridad, donde no parecía haber nada fuera de lugar.
Tras levantar la vela escudriñó las esquinas y la luz llegó al fin hasta un par de brillantes botas negras que se estiraban y cruzaban a la altura del tobillo, así como hasta el refulgente extremo plateado de un bastón que descansaba sobre la punta de uno de los pies.
«Es él».
Ahí. En su dormitorio. Como si fuera completamente normal.
Nada de lo sucedido aquella noche era normal.
El corazón comenzó a latirle con más fuerza que lo había hecho un rato antes, esa misma noche, y retrocedió hacia la puerta.
—Creo que se ha equivocado de casa, señor.
Las botas no se movieron.
—Estoy en la casa correcta.
Ella СКАЧАТЬ