Название: Lady Felicity y el canalla
Автор: Sarah MacLean
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Romantica
isbn: 9788417451967
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Él soltó una risa suave y grave, justo como la luz que iluminaba la habitación.
—Felicity Faircloth, no es usted lo que esperaba.
—Lo dice como si fuera un cumplido.
—Lo es.
—¿Seguirá siéndolo cuando le golpee en toda la cabeza con este candelabro?
—No va a herirme —le contestó él.
A Felicity no le gustó lo bien que parecía entender que lo que acababa de decir no era más que pura bravuconería.
—Parece terriblemente seguro de sí mismo para ser alguien que no me conoce.
—La conozco, Felicity Faircloth. La conocí en el momento en que la vi en el balcón del invernadero clausurado de Marwick. Lo único que no conocía era el color de ese vestido.
Ella se miró el vestido, que ya había visto dos temporadas y tenía el color de sus mejillas.
—Es rosa.
—No es solo rosa —añadió en un tono misterioso lleno de promesas y de algo más que a ella no le gustó—. Es el color del cielo de Devon al amanecer.
Tampoco le gustó la forma en que aquellas palabras parecieron llenarla, como si algún día fuera a ver ese cielo pensando en ese hombre y en ese momento. Como si pudiera dejarle una marca que no sería capaz de borrar.
—Responda a mi pregunta y me marcharé. ¿Por qué mintió?
—No lo recuerdo.
—Sí, sí que lo recuerda. ¿Por qué mintió a ese montón de desgraciados?
La descripción era tan ridícula que casi se rio. Casi. Pero él no parecía encontrarlo divertido.
—No son tan desgraciados.
—Son aristócratas pretenciosos y malcriados con las cabezas tan metidas en el culo del resto que no tienen ni idea de que el mundo avanza rápidamente y pronto otros ocuparán su lugar.
Se le desencajó la mandíbula.
—Pero a usted, Felicity Faircloth —dio dos golpes de bastón en su bota—, nadie le va a arrebatar su lugar, así que se lo preguntaré de nuevo: ¿por qué mintió?
Ya fuera por lo sorprendida que estaba ante su análisis o por la manera tan objetiva en que lo había expresado, Felicity le respondió.
—Nadie desea mi lugar. —Él no habló, así que ella llenó el silencio—. Lo que quiero decir es que… mi lugar no existe. No está en ninguna parte. Antes estuvo con ellos, pero entonces… —Su voz se fue apagando. Se encogió de hombros—. Soy invisible. —Y después, sin poder evitarlo, añadió en voz baja—: Quería castigarlos. Y quería que desearan que volviera.
Odiaba la verdad de aquellas palabras. ¿No debería ser lo suficientemente fuerte como para darles la espalda? ¿No debería importarle menos? Odiaba la debilidad que mostraba.
Y lo odiaba a él por obligarla a exponerla.
Esperó a que él respondiera desde la oscuridad mientras recordó con extrañeza aquella vez que había visitado la Real Sociedad Entomológica y había visto una enorme mariposa atrapada en ámbar. Hermosa, delicada y perfectamente conservada, pero congelada en el tiempo por siempre.
Aquel hombre no la capturaría. Ese día no.
—Creo que voy a llamar al servicio para que vengan a sacarlo de aquí. Ha de saber que mi padre es un marqués, y es bastante ilegal entrar en la casa de un aristócrata sin permiso.
—Es bastante ilegal entrar en la casa de cualquiera sin permiso, Felicity Faircloth, pero ¿le gustaría que le dijera que estoy bastante impresionado por el título de su padre y también por el de su hermano?
—¿Por qué debería ser la única que miente esta noche?
Se hizo una pausa.
—Así que lo admite.
—No tengo más remedio. Mañana lo sabrá todo Londres. Felicity, la feliz, con su falso fantoche.
Él no encontró divertida la aliteración.
—Sabe, el título de su padre es ridículo. Y el de su hermano también.
—¿Disculpe? —respondió ella, pues no se le ocurría nada más.
—Bumble y Grout. Por Dios. Cuando la pobreza los atrape al fin, pueden convertirse en boticarios y vender tinturas y tónicos a los desesperados de Lambeth.
Él sabía que eran pobres. ¿Lo sabía todo Londres? ¿Era la última en enterarse? ¿La última a quien se lo había contado incluso la familia que pretendía usarla para remediarlo? Tan solo con pensarlo volvió a sentirse en extremo irritada.
El hombre continuó.
—Y usted, Felicity Faircloth, con ese nombre debería aparecer en un libro de cuentos.
Ella le lanzó una mirada cortante.
—Me interesa taaanto su opinión sobre nuestros nombres…
Él ignoró su burla.
—Una princesa de cuento, encerrada en una torre, desesperada por formar parte del mundo que la atrapó allí… Por ser aceptada por él.
Todo en este hombre era desconcertante y extraño y vagamente exasperante.
—No me gusta usted.
—No, СКАЧАТЬ