Название: Lady Felicity y el canalla
Автор: Sarah MacLean
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Romantica
isbn: 9788417451967
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Se abstuvo de señalar que los vecinos iban a escandalizarse de todos modos a la mañana siguiente, cuando todo Londres supiera que había mentido.
Aunque él pareció adivinar lo que estaba pensando.
—¿Por qué ha mentido?
Ella hizo caso omiso a la pregunta.
—No hablo con extraños en mi alcoba.
—Pero no somos extraños, querida.
El extremo plateado del bastón golpeó la punta de su bota con un ritmo lento y uniforme.
Ella torció los labios.
—No tengo tiempo para gente de poca importancia.
Aunque él seguía en la oscuridad, casi podía verle sonreír.
—Y esta noche lo ha demostrado, ¿verdad, Felicity Faircloth?
—No soy la única que ha mentido. —Entrecerró los ojos para observar en la oscuridad—. Sabía quién era yo.
—Pero sí es la única cuya mentira es tan grande que podría acabar con esta casa.
Ella frunció el ceño.
—Me ha vencido, señor. ¿Con qué fin? ¿Quiere asustarme?
—No. No deseo asustarla.
La voz del hombre era pesada como la oscuridad en la que estaba envuelto. Grave, calmada y, de alguna manera, tan nítida como un disparo.
El corazón de Felicity retumbaba.
—Creo que eso es precisamente lo que pretende hacer. —El extremo plateado volvió a golpetear y ella dirigió su mirada irritada hacia él—. También creo que debería marcharse antes de que decida que, en vez de asustada, debería estar enfadada.
Una pausa. Más golpeteo.
Y entonces, él se movió: se inclinó hacia el círculo de luz hasta que ella pudo verle las piernas y la chistera negra que reposaba en su muslo. Tenía las manos desnudas, y tres anillos de plata brillaban a la luz de las velas —en el dedo pulgar, índice y anular de la derecha. En sus manos acababan las mangas negras de un abrigo que se ajustaba a la perfección a sus brazos y hombros. El anillo de luz terminaba en una mandíbula afilada recién afeitada. Levantó la vela un poco más, y allí estaba él.
Inhaló bruscamente; y pensar que antes había tenido la ridícula sensación de que el duque de Marwick era apuesto.
Pues ya no.
Porque seguramente no había hombre en la tierra que fuera más apuesto que este. Su aspecto acompañaba por completo al sonido de su voz: como un murmullo grave, líquido. Como la tentación. «Como el pecado».
Un lado de su cara permanecía en la sombra, pero el que podía ver… era glorioso. Un rostro largo y delgado, de ángulos afilados y huecos sombreados, de cejas oscuras y arqueadas y labios llenos, con unos ojos que brillaban repletos de conocimiento, algo que suponía que no compartiría, y una nariz que avergonzaría a la realeza, perfectamente recta, como si hubiera sido esculpida por una hoja afilada y decidida.
Tenía el pelo oscuro y bastante corto, suficiente como para poder apreciar la redonda forma de su cabeza.
—Su cabeza es perfecta.
Él sonrió.
—Siempre lo he pensado.
Ella dejó caer la vela y lo devolvió a las sombras.
—Quiero decir que tiene una forma perfecta. ¿Cómo consigue cortarse el pelo tan cerca del cuero cabelludo?
Él dudó antes de contestar.
—Lo hace una mujer en la que confío.
Ella arqueó las cejas ante la inesperada respuesta.
—¿Sabe ella que está aquí?
—No, no lo sabe.
—Bueno, ya que ella suele acercar una cuchilla a su cabeza, será mejor que se marche antes de que se lleve un disgusto.
Se oyó un rumor grave, y se le cortó la respiración. ¿Era risa?
—No antes de que me diga por qué mintió.
Felicity sacudió la cabeza.
—Como ya he dicho, señor, no tengo la costumbre de conversar con extraños. Por favor, váyase. Salga del mismo modo que ha entrado. —Hizo una pausa—. Por cierto, ¿cómo ha entrado?
—Tiene un balcón, Julieta.
—También tengo una habitación en el tercer piso, no Romeo.
—Y una robusta celosía.
Percibió una chispa de perezosa diversión en sus palabras.
—Subió por la celosía.
—En efecto, lo hice.
Siempre se había imaginado que alguien trepara por esa celosía. Pero no que fuera un criminal que viniera a… ¿A qué había venido?
—Entonces supongo que el bastón no le sirve de apoyo.
—No es ese tipo de apoyo, no.
—¿Es un arma?
—Todo es un arma si uno sabe usarla.
—Excelente consejo, ya que parece que hay un intruso en mi habitación.
Él chasqueó la lengua.
—Pero uno amistoso.
—Oh, СКАЧАТЬ