Название: Lady Felicity y el canalla
Автор: Sarah MacLean
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Romantica
isbn: 9788417451967
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Arthur lanzó un largo y pesado suspiro, como si llevara una carga invisible a cuestas.
—Nunca lo pretendes.
Lo dijo tan bajito que parecía un susurro, casi como si no deseara que Felicity lo escuchara. O como si no estuviera allí. Pero lo estaba, por supuesto. Puede que siempre lo estuviera.
—Arthur…
—No pretendías que te descubrieran en la alcoba de un hombre…
—Ni siquiera sabía que era una alcoba.
Era una puerta cerrada con llave. En la planta superior del salón de baile donde le habían roto el corazón. Por supuesto, Arthur nunca lo entendería. En su mente, aquello había sido una estupidez. Y tal vez lo fuera.
Pero ahora ya había cambiado de tema.
—No pretendiste rechazar tres ofertas sumamente adecuadas en los meses siguientes.
Su columna vertebral se enderezó. Eso sí había querido hacerlo.
—Eran ofertas sumamente adecuadas si te gustan la vejez o la ineptitud.
—Eran hombres que deseaban casarse contigo, Felicity.
—No, eran hombres que deseaban casarse con mi dote. Deseaban hacer negocios contigo —señaló. Arthur poseía una mente privilegiada para los negocios y era capaz de convertir las plumas de ganso en oro—. Uno de ellos incluso me dijo que podía seguir viviendo aquí, si así lo deseaba.
Las mejillas de su hermano adquirieron un tono rojizo.
—¡¿Y qué tiene eso de malo?!
Ella parpadeó varias veces.
—¿Te refieres a vivir separada de mi marido en un matrimonio sin amor?
—Por favor —se burló—, ¿ahora hablamos de amor? Es mejor que te vayas metiendo tú misma en el florero, ya puestos.
Ella entrecerró los ojos.
—¿Por qué? Tú tienes amor.
Arthur exhaló con fuerza.
—Eso es diferente.
Años atrás, Arthur se había casado con lady Prudence Featherstone. Lo suyo había sido un reconocido matrimonio por amor. Pru era la chica que había vivido en la ruinosa residencia que había al lado de la casa de campo del padre de Arthur y Felicity. Todo Londres suspiraba cuando nombraba a Arthur, el joven y brillante conde de Grout, heredero de un marquesado, y a Prudence, su pobre pero encantadora esposa, que no había tardado en dar a luz al heredero de su enamorado marido y que estaba actualmente en casa, esperando el nacimiento del segundo, que le serviría de repuesto.
Pru y Arthur se adoraban de una manera irracional, hasta tal punto que nadie lo creería de no haber sido testigo. Nunca discutían, disfrutaban de las mismas cosas y a menudo se les podía ver juntos por los rincones de los salones de baile de Londres, pues preferían su mutua compañía a la de cualquier otra persona.
Era nauseabundo, de verdad.
Pero no podía ser tan inalcanzable, ¿no?
—¿Por qué?
—Porque conozco a Pru de toda la vida, y el amor no es algo que le suceda a todo el mundo. —Hizo una pausa y luego agregó—: Y aun cuando sucede, suele venir acompañado de sus propios problemas.
Ella ladeó la cabeza ante aquellas palabras. ¿Qué significaban?
—¿Arthur?
Él agitó la cabeza, negándose a contestar.
—El caso es que tienes veintisiete años, y ya va siendo hora de que dejes de titubear y te cases con un hombre decente. Por supuesto, ahora lo has hecho casi imposible.
Pero ella no quería a un anciano de marido. Quería más que eso. Quería a un hombre que pudiera…, ni siquiera lo sabía. Un hombre que pudiera hacer algo más que casarse con ella y dejarla sola durante el resto de su vida, eso estaba claro.
Sin embargo, no quería que su familia sufriera a causa de sus locuras. Se miró las manos y dijo la verdad.
—Lo siento.
—Tu arrepentimiento no es suficiente.
La respuesta fue brusca. Más de lo que se hubiera esperado de su hermano gemelo, que había permanecido a su lado desde el nacimiento. Incluso antes. Buscó su mirada castaña, una mirada que conocía al dedillo puesto que era igual que la suya, y lo vio. Incertidumbre. No. Peor. Decepción.
Descendió un escalón para acercarse a él.
—Arthur, ¿qué ha pasado?
Él tragó saliva y negó con la cabeza.
—No es nada. Yo solo… pensé que tal vez teníamos una oportunidad.
—¿Con el duque? —Sus ojos se agrandaron de incredulidad—. No la teníamos, Arthur. Ni siquiera antes de decir lo que dije.
—Con… —Hizo una pausa, serio—. Con un buen partido.
—¿Acaso había un grupo de hombres reclamando conocerme esta noche?
—Estaba Matthew Binghamton.
Ella parpadeó.
—El señor Binghamton es terriblemente aburrido.
—Es tan rico como un rey —le recordó su hermano.
—No lo suficientemente rico como para que me case СКАЧАТЬ