Novelas completas. Jane Austen
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Название: Novelas completas

Автор: Jane Austen

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección Oro

isbn: 9788418211188

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СКАЧАТЬ de su joven amiga pudiera aumentar con el ruido.

      Para sorpresa de su hermana, Marianne decidió cenar con ellas. Elinor incluso no se lo aconsejó. Pero, “no, iba a bajar; lo soportaría perfectamente, y el barullo en torno a ella sería menor”. Elinor, contenta de que por el momento fuera ese el motivo que la guiaba y aunque no la creía capaz de sentarse a cenar, no dijo nada más; así, arreglándole el vestido lo mejor que pudo mientras Marianne seguía echada sobre la cama, estuvo lista para acompañarla al comedor apenas las llamaron.

      Una vez allí, aunque con aire muy triste, comió más y con mayor sosiego del que su hermana había esperado. Si hubiera intentado hablar o se hubiera dado cuenta de la mitad de las bien intencionadas pero desatinadas atenciones que le dirigía la señora Jennings, no habría podido mantener esa tranquilidad; pero sus labios no dejaron escapar ni una sílaba y su abstracción la mantuvo en la mayor ignorancia de cuanto sucedía entorno a ella.

      Elinor, que valoraba la bondad de la señora Jennings aunque la efusión con que la expresaba frecuentemente era cargante y en ocasiones casi histriónica, le manifestó la gratitud y le correspondió las muestras de amabilidad que su hermana era incapaz de expresar o realizar por sí misma. Su buena amiga veía que Marianne era desgraciada, y sentía que se le debía todo aquello que pudiera disminuir su pena. La trató, entonces, con toda la cariñosa deferencia de una madre hacia su hijo favorito en su último día de vacaciones. A Marianne debía darse el mejor lugar junto a la chimenea, había que tentarla con todos los mejores manjares de la casa y distraerla con el relato de todas las noticias del día. Si Elinor no hubiera visto en el triste semblante de su hermana un freno a todo contento, habría disfrutado de los esfuerzos de la señora Jennings por curar un desengaño de amor mediante toda una variedad de confituras y aceitunas y un buen fuego de chimenea. Sin embargo, apenas la conciencia de todo esto se abrió paso en Marianne por repetirse una y otra vez, no pudo continuar ahí. Con una viva exclamación de dolor y una señal a su hermana para que no la siguiera, se levantó y salió a toda prisa de la estancia.

      —¡Pobre criatura! —exclamó la señora Jennings tan pronto hubo salido—. ¡Cómo me duele verla! ¡Y miren ustedes, si no se ha ido sin terminar su vino! ¡Y también ha dejado las cerezas confitadas! ¡Dios mío! Nada parece consolarla. Créanme que si supiera de algo que le apeteciera, mandaría recorrer toda la ciudad hasta encontrarlo. ¡Vaya, es la cosa más indigna que un hombre haya tratado tan mal a una chica tan preciosa! Pero cuando la plata abunda por un lado y escasea totalmente por el otro, ¡que Dios me ampare!, ya tanto les da tales cosas.

      —Entonces, la dama en cuestión, la señorita Grey creo que la llamó usted, ¿es muy rica?

      —Cincuenta mil libras, querida mía. ¿La ha visto alguna vez? Una chica elegante, muy a la moda, según dicen, pero nada atractiva. Recuerdo muy bien a su tía, Biddy Henshawe; se casó con un hombre muy rico. Pero todos en la familia son ricos. ¡Cincuenta mil libras! Y desde todo punto de vista van a llegar muy a tiempo, porque dicen que él está en la ruina. ¡Era natural, siempre luciéndose por ahí con su calesín y sus caballos y perros de caza! Vaya, sin ánimo de enjuiciar, pero cuando un joven, sea quien sea, viene y enamora a una linda chica y le promete matrimonio, no tiene derecho a romper su palabra solo por haberse ido a la miseria y que una muchacha rica esté dispuesta a aceptarlo. ¿Por qué, en ese caso, no vende sus caballos, alquila su casa, despide a sus criados, y no da un real vuelco a su vida? Les aseguro que la señorita Marianne habría estado dispuesta a esperar hasta que las cosas se hubieran solucionado. Pero no es así como se hacen las cosas hoy en día; los jóvenes de hoy nunca van a renunciar a ninguna comodidad.

      —¿Sabe usted qué clase de muchacha es la señorita Grey? ¿Tiene fama de ser amable?

      —Nunca he escuchado nada malo de ella; de hecho, casi nunca he oído hablar de ella; salvo que la señora Taylor sí dijo esta mañana que un día la señorita Walker le insinuó que creía que el señor y la señora Ellison no lamentarían ver casada a la señorita Grey, porque ella y la señora Ellison jamás se habían avenido.

      —¿Y quiénes son los Ellison?

      —Sus tutores, querida. Pero ya es mayor de edad y puede escoger por sí misma; ¡y una hermosa elección ha hecho! Y ahora —tras un breve inciso—, su pobre hermana se ha ido a su habitación, supongo, a lamentarse a solas. ¿No hay nada que se pueda hacer para consolarla? Pobrecita, parece tan cruel dejarla sola. Pero bueno, poco a poco traeremos nuevos amigos, y eso la divertirá algo. ¿A qué podemos jugar? Sé que ella no le gusta el whist; pero, ¿no hay ningún juego que se haga en ronda que sea de su preferencia?

      —Mi querida señora, tanta gentileza es totalmente innecesaria. Estoy segura de que Marianne no saldrá de su habitación esta noche. Intentaré convencerla, si es que puedo, de que se vaya a la cama temprano, porque estoy segura de que necesita descansar.

      —Claro, eso será lo mejor para ella. Que diga lo que desea comer, y se acueste. ¡Dios!

      No es de extrañar que haya tenido tan mala cara y tan deprimida la semana pasada y la anterior, porque imagino que esta cosa ha estado encima de ella todo ese tiempo. ¡Y la carta que le llegó hoy fue la última gota! ¡Pobre criatura! Si lo hubiera sabido, por supuesto que no le habría hecho bromas sobre ello ni por todo el oro del mundo. Pero entonces, usted sabe, ¿cómo podría haberlo adivinado? Estaba segura de que no era sino una carta de amor común y corriente, y usted sabe que a los jóvenes les gusta que uno se ría un poco de ellos con esas cosas. ¡Dios! ¡Cómo estarán de preocupados sir John y mis hijas cuando lo sepan! Si hubiera estado en mis cabales, podría haber pasado por Conduit Street en mi camino a casa y lo hubiera contado. Pero los veré mañana.

      —Estoy segura de que no será necesario advertir a la señora Palmer y a sir John para que no nombren al señor Willoughby ni hagan la menor referencia a lo que ha acontecido frente a mi hermana. Su propia bondad natural les indicará cuán cruel es mostrar en su presencia que se sabe algo de ello; y mientras menos se me hable a mí sobre el tema, más padecimientos me ahorrarán, como bien podrá saberlo usted, mi querida señora.

      —¡Ay, Dios! Sí, desde luego. Debe ser terrible para usted escuchar los dimes y diretes; y respecto de su hermana, le aseguro que por nada del mundo le mencionaré ni una palabra sobre el asunto. Ya vio usted que no lo hice durante la cena. Y tampoco lo harán ni sir John ni mis hijas, porque son muy conscientes y considerados, en especial si se lo advierto, como por cierto lo haré. Por mi parte, pienso que mientras menos se diga acerca de estas cosas mejor es y más rápido desaparecen y se olvidan. Y cuándo se ha sacado algo de bueno con hablar, ¿no?

      —En el caso actual, solo puede producir daño... más quizá que en muchos otros similares, porque este ha ido acompañado de algunas circunstancias que, por el bien de todos los interesados, tienen el inconveniente que se transforme en materia de comentario público. Tengo que reconocerle esto al señor Willoughby: no ha roto ningún compromiso efectivo con mi hermana.

      —¡Por Dios, querida! No intente justificarlo. ¡Qué me habla de ningún compromiso efectivo después de hacerla recorrer toda la casa de Allenham y mostrarle las habitaciones mismas en que iban a vivir de ahí en adelante!

      Pensando en su hermana, Elinor no deseó continuar con el tema, y también por Willoughby esperaba que no le pidieran hacerlo, pues aunque Marianne podía perder mucho, era poco lo que él podía ganar si se hacía valer la verdad. Tras un corto silencio por ambas partes, la señora Jennings, con todo su engorroso buen humor, se embarcó de nuevo en el tema.

      —Bueno, querida, como dicen, nadie sabe para quién trabaja, porque el que saldrá ganando con todo esto es el coronel Brandon. Al final la tendrá; sí, claro, la tendrá. Escuche lo que le digo, si no van a estar casados ya para el verano. ¡Dios! ¡Cómo no va a estar contento el coronel con estas noticias! Espero que venga esta noche. СКАЧАТЬ