Название: Novelas completas
Автор: Jane Austen
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Colección Oro
isbn: 9788418211188
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—Ay, si pudiéramos hacer al menos eso, señora —dijo Elinor—, nos arreglaríamos de lo más bien con o sin el coronel Brandon.
Levantándose, entonces, fue a reunirse con Marianne, a quien encontró, tal como se lo había esperado, en su habitación, inclinada en silenciosa depresión sobre los restos de lumbre en la chimenea, que hasta la entrada de Elinor habían sido su única luz.
—Mejor me dejas sola —fue toda la señal de vida que dio a su hermana.
—Lo haré —dijo Elinor—, si te acuestas.
A esto, sin embargo, con la momentánea porfía de un ardoroso sufrimiento, se negó en un principio. Pero los insistentes, aunque gentiles, argumentos de su hermana pronto la condujeron dulcemente a la docilidad; y antes de dejarla, Elinor la vio recostar su adolorida cabeza sobre la almohada y, tal como esperaba, en camino a una cierta tranquilidad.
En la sala, adonde entonces se encaminó, pronto se le reunió la señora Jennings con un vaso de vino, lleno de algo, en la mano.
—Querida —le dijo al entrar—, acabo de recordar que aquí en la casa tengo un poco del mejor vino añejo de Constantia que haya probado, así que le traje un vaso para su hermana. ¡Mi pobre esposo! ¡Cómo le gustaba! Cada vez que le daba uno de sus ataques de gota hepática, decía que no habrá en el mundo remedio mejor. Por favor, lléveselo a su hermana.
—Mi querida señora —replicó Elinor, sonriendo ante la diferencia de los males para los que lo recomendaba—, ¡qué buena es usted! Pero acabo de dejar a Marianne acostada y, espero, casi dormida; y como creo que nada le servirá más que el descanso, si me lo permite, yo me beberé el vino.
La señora Jennings, aunque lamentando no haber llegado cinco minutos antes, quedó satisfecha con el apaño; y Elinor, mientras se lo bebía, pensaba que aunque su efecto en la gota hepática no tenía ninguna importancia entonces, sus poderes curativos sobre un corazón roto bien podían ensayarse en ella tanto como en su hermana.
El coronel Brandon llegó cuando se encontraban tomando el té, y por su forma de inspeccionar su entorno para ver si estaba Marianne, Elinor pensó enseguida que ni esperaba ni deseaba verla ahí y, en definitiva, que ya sabía la causa de su ausencia. A la señora Jennings no se le ocurrió lo mismo, pues poco después de la llegada del coronel cruzó la habitación hasta la mesa de té que presidía Elinor y le dijo muy bajo:
—Mire usted, el coronel está tan serio como siempre. No sabe nada de lo ocurrido; vamos, explíqueselo, querida.
Al poco él acercó una silla a la mesa de Elinor, y con un aire que la hizo sentirse segura de que estaba totalmente al tanto, la interrogó sobre su hermana.
—Marianne no se encuentra bien —dijo ella—. Ha estado indispuesta durante todo el día y la hemos convencido de que se vaya a la cama.
—Entonces, quizá —respondió vacilante—, lo que escuché esta mañana puede ser verdad... puede ser más cierto de lo que creí posible en un principio.
—¿Qué fue lo que escuchó?
—Que un caballero, respecto del cual tenía motivos para dudar... en suma, que un hombre a quien se sabía comprometido... pero, ¿cómo se lo puedo decir? Si ya lo sabe, como es lo más seguro, puede ahorrarme el tener que repetirlo.
—Usted se refiere —respondió Elinor con forzada calma— al matrimonio del señor Willoughby con la señorita Grey. Sí, sí sabemos todo sobre ello. Este parece haber sido un día de generales revelaciones, porque hoy mismo en la mañana recién lo descubrimos. ¡El señor Willoughby es inimaginable! ¿Dónde lo escuchó usted?
—En una tienda de artículos de escritorio en Pall Mall, adonde tuve que ir por la mañana. Dos señoras estaban aguardando su coche y una le estaba refiriendo a la otra esta futura boda, en una voz tan poco reservada que me fue imposible no escuchar todo. El nombre de Willoughby, John Willoughby, repetido una y otra vez, atrajo primero mi atención, y a ello siguió la inequívoca declaración de que todo estaba ya acordado en relación con su matrimonio con la señorita Grey; ya no era materia reservada, la boda tendría efecto dentro de pocas semanas, y muchos otros detalles sobre los preparativos y otros asuntos. Sobre todo, recuerdo una cosa, porque me permitió identificar al hombre con mayor exactitud: tan pronto finalizara la ceremonia partirían a Combe Magna, su propiedad en Somersetshire. ¡No se imagina mi sorpresa! Pero me sería imposible describir lo que sentí. La tan comunicativa dama, se me informó al preguntarlo, porque permanecí en la tienda hasta que se hubieron ido, era una tal señora Ellison; y ese, según me han dicho, es el nombre del tutor de la señorita Grey.
—Sí lo es. Pero, ¿escuchó también que la señorita Grey tiene cincuenta mil libras? Eso puede explicarlo, si es que algo puede hacerlo.
—Podría ser así; pero Willoughby es capaz... al menos eso creo —se interrumpió durante un momento, y después agregó en una voz que parecía desconfiar de sí misma—; y su hermana, ¿cómo lo ha...?
—Su sufrimiento ha sido extraordinario. Tan solo me queda esperar que sea proporcionalmente corto. Ha sido, es la más cruel aflicción. Hasta ayer, creo, ella nunca dudó del afecto de Willoughby; e incluso ahora, quizá... pero, por mi parte, tengo casi la certeza de que él nunca estuvo realmente interesado en ella. ¡Ha sido tan villano! Y, en algunas cosas, parece haber una cierta perfidia en él.
—¡Ah! —dijo el coronel Brandon—, por cierto que la hay. Pero su hermana no... me parece habérselo oído comentar a usted... no piensa lo mismo, ¿no?
—Usted sabe cómo es ella, y se imaginará de qué manera lo justificaría si estuviera en su mano.
Él no contestó; y poco después, como se retirara el servicio de té y se formaran los grupos para jugar a las cartas, debieron dejar de lado el tema. La señora Jennings, que los había observado conversar con gran complacencia y que esperaba ver cómo las palabras de la señorita Dashwood producían en el coronel Brandon un instantánea alegría, semejante a la que correspondería a un hombre en la flor de la juventud, de la esperanza y de la felicidad, llena de sorpresa lo vio permanecer toda la tarde más pensativo y más serio que nunca.
Capítulo XXXI
Tras una noche en que había dormido más de lo esperado, Marianne despertó a la mañana siguiente para encontrarse sabiéndose tan desgraciada como cuando había cerrado los ojos.
Elinor la animó cuanto pudo a hablar de lo que sentía; y antes de que estuviera listo el desayuno, habían repasado la situación una y СКАЧАТЬ