El odio que das. Angie Thomas
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El odio que das - Angie Thomas страница 12

Название: El odio que das

Автор: Angie Thomas

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Novela juvenil

isbn: 9788412177947

isbn:

СКАЧАТЬ —sisea mamá—. Bajad la voz. A Starr le ha costado muchísimo trabajo quedarse dormida.

      El tío Carlos dice algo, pero en voz demasiado baja como para que pueda escucharlo. Me acerco más a la cocina.

      —Esto no tiene que ver con ser negro o blanco —dice.

      —Patrañas —dice papá—. Si esto fuera Riverton Hills y él se hubiera llamado Richie, no estaríamos teniendo esta conversación.

      —He oído decir que pasaba droga —dice el tío Carlos.

      —¿Y eso hace que se justifique el crimen? —pregunta papá.

      —No he dicho eso, pero podría explicar la decisión de Brian, si es que se sintió amenazado.

      Se me atraganta un no en la garganta que ansía que lo grite. Khalil no representaba ninguna amenaza esa noche.

      ¿Y qué hizo que el oficial pensara que era un vendedor de droga?

      Espera. Brian. ¿Ése es el nombre de Ciento Quince?

      —Ah, entonces lo conoces —se burla papá—. No me sorprende.

      —Es un colega, sí, y un buen tipo, lo creas o no. Estoy seguro de que esto es duro para él. Quién sabe lo que pasó por su cabeza en ese momento.

      —Tú mismo lo has dicho: pensó que Khalil era un traficante —dice papá—. Un maleante. ¿Pero por qué lo supuso? ¿Cómo? ¿Sólo con mirar a Khalil? Explícame eso, detective.

      Silencio.

      —Para empezar, ¿por qué iba ella en un coche con un camello? —pregunta el tío Carlos—. Lisa, te lo sigo diciendo, tienes que sacarla a ella y a Sekani de este barrio. Es nefasto.

      —Lo he estado pensando.

      —Y no nos iremos a ninguna parte —dice papá.

      —Maverick, la niña ha sido testigo del asesinato de dos de sus amigos —dice mamá—. ¡Dos! Y sólo tiene dieciséis años.

      —¡Y uno fue a manos de una persona que se suponía que debía protegerla! ¿Qué?, ¿crees que por irte a vivir junto a ellos te trataran de otra forma?

      —¿Por qué para ti siempre tiene que ver con el tema de la raza? —pregunta el tío Carlos—. No nos están matando las demás razas tanto como lo estamos haciendo entre nosotros mismos.

      —Ne-gro, por favor. Si yo mato a Tyrone, voy a la cárcel. Si un policía me mata, lo suspenden. Quizá.

      —¿Sabes qué? No tiene sentido mantener esta conversación contigo —dice el tío Carlos—. ¿Por lo menos considerarías permitir que Starr hablara con los detectives que están al cargo del caso?

      —Carlos, tal vez deberíamos buscarle primero un abogado —dice mamá.

      —Por el momento no es necesario —dice él.

      —Como tampoco era necesario que ese puerco apretara el gatillo —dice papá—. ¿De verdad crees que vamos a dejar que hablen con nuestra hija y tergiversen sus palabras porque no tiene abogado?

      —¡Nadie va a tergiversar sus palabras! Ya te lo he dicho, nosotros también queremos descubrir la verdad.

      —Ah, la verdad ya la sabemos, y no es eso lo que queremos —dice papá—. Nosotros queremos justicia.

      El tío Carlos suspira.

      —Lisa, cuanto antes hable con los detectives, mejor. Será un proceso sencillo. Lo único que tiene que hacer es responder algunas preguntas. Eso es todo. Todavía no hay necesidad de gastar dinero en un abogado.

      —Con toda franqueza, Carlos, no queremos que nadie sepa que Starr estaba ahí —dice mamá—. Tiene miedo y yo también. ¿Quién sabe lo que podría pasar?

      —Eso lo entiendo, pero te aseguro que estará protegida. Si no confías en el sistema, ¿al menos puedes confiar en mí?

      —No lo sé —dice papá—. ¿Podemos?

      —¿Sabes qué, Maverick? Ya me tienes hasta…

      —Entonces puedes salir de mi casa.

      —¡No sería tu casa si no fuera por mí y por Nana!

      —¡Ya basta! —dice mamá.

      Cambio mi peso de un pie al otro y, maldita sea, el suelo cruje, que es como si sonara una alarma. Mamá lanza una mirada hacia el pasillo, directamente hacia mí.

      —Starr, nena, ¿qué haces despierta?

      Ya no tengo más opción que entrar en la cocina. Los tres están sentados alrededor de la mesa, mis papás en pijama y el tío Carlos con pantalones deportivos y una sudadera.

      —Hola, nena —dice—. No te hemos despertado, ¿verdad?

      —No —respondo y me siento junto a mamá—. Ya estaba despierta. Pesadillas.

      Todos me miran con lástima, aunque no lo he dicho por eso. Detesto la lástima.

      —¿Qué haces aquí? —le pregunto al tío Carlos.

      —A Sekani le dolía el estómago y me rogó que lo trajera a casa.

      —Y tu tío ya se estaba despidiendo —agrega papá.

      La mandíbula del tío Carlos se retuerce. Su rostro está más rechoncho desde que lo ascendieron a detective. Tiene la tez morena de mamá, como la llama Nana, y cuando se enfada, su rostro se torna rojo profundo, como ahora.

      —Siento lo de Khalil, nenita —dice—. Justamente acabo de decirles a tus padres que a los detectives les gustaría que vinieras y respondieras unas cuantas preguntas.

      —Pero no tienes que hacerlo si no quieres —dice papá.

      —¿Sabes qué…? —empieza a decir el tío Carlos.

      —Parad. ¿Podéis hacer el favor? —dice mamá, y me mira—. Munch, ¿quieres hablar con la policía?

      Trago saliva. Quisiera poder decir que sí, pero no lo sé. Por un lado, es la policía. No es como hablar con cualquiera.

      Por otro lado, es la policía. Uno de ellos mató a Khalil.

      Pero el tío Carlos es policía, y no me pediría que hiciera algo que me perjudicara.

      —¿Ayudará a que se haga justicia para Khalil? —pregunto.

      El tío Carlos asiente.

      —Así es.

      —¿Estará Ciento Quince ahí?

      —¿Quién?

      —El oficial, es su número СКАЧАТЬ