Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina. Pablo González Casanova
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СКАЧАТЬ regularmente la aparición de nuevas nociones, sobre la propia independencia y sobre el desarrollo. Con la independencia política lentamente aparece la noción de una independencia integral y de un neocolonialismo; con la creación del Estado-nación como motor del desarrollo aparece en un primer plano la necesidad de técnicos y profesionales, de empresarios, de capitales. Con la desaparición directa del dominio de los nativos por el extranjero aparece la noción del dominio y la explotación de los nativos por los nativos. En la literatura política e histórica de los siglos XIX y XX se advierte cómo los países latinoamericanos van recogiendo estas nuevas experiencias, aunque no las llamen con los mismos nombres que hoy usamos. La literatura “indigenista” y liberal del siglo XIX señala la sustitución del dominio de los españoles por el de los “criollos”, y el hecho de que la explotación de los indígenas sigue teniendo las mismas características que en la época anterior a la Independencia.

      Sería inútil seguir citando más autores. Todo estudioso de los problemas económicos y políticos de las nuevas naciones registra estos hechos.

      IV

      El registro, sin embargo, es esporádico, casi circunstancial. Un estudio más a fondo del problema invita a hacer una serie de delimitaciones, a buscar una definición estructural, que en su caso pueda servir para una explicación sociológica e histórica del desarrollo.

      La delimitación del fenómeno supone: a) indicar hasta qué punto se trata de una categoría realmente distinta de otras que emplean las ciencias sociales y que presentan un comportamiento en parte similar, como las categorías de la ciudad y el campo; de la sociedad tradicional y las relaciones del “señor” y el “siervo”, de las relaciones obrero-patronales en la primera etapa del capitalismo; de las clases sociales y el planteamiento y solución de conflictos sociales; de la sociedad plural, de los estratos sociales; b) impedir el uso de esta categoría en procesos de racionalización, justificación, impugnación y manipulación irracional y emocional, como ocurre con todas las categorías que se refieren a conflictos (así, las de colonialismo, neocolonialismo, imperialismo, clases sociales) que son utilizadas en estado de tensión dentro de la propia literatura científica; c) precisar el valor explicativo —y práctico, político— frente a otras categorías bien distintas, como la del protestantismo de Weber; las de “adscripción” y “desempeño” o “éxito”, de Parsons y Hoselitz; el achieving de McClelland; la “empatía” de Lerner, y los “valores” de Lipset en su libro sobre Estados Unidos como nueva nación.

      Si el hecho de que los grupos y clases dominantes de las nuevas naciones jueguen papeles o “roles” similares a los que desempeñaban los antiguos colonialistas es censurable o deplorable, o digno de registrarse en el estudio de estas naciones, no es lo que primordialmente nos interesa, sino la capacidad explicativa de un colonialismo interno, su potencial de explicación sociológica del subdesarrollo, y de explicación práctica de los problemas de las sociedades subdesarrolladas. Para ello vamos a abordar el problema de dos formas: una que nos permite la tipificación del colonialismo como fenómeno integral, intercambiable de categoría internacional a categoría interna, y otro que nos permite ver cómo se ha comportado el fenómeno en una nación nueva que ya está pasando de la etapa del “despegue”, que ha pasado por una etapa de reforma agraria, de industrialización, de construcción de la infraestructura y que ha vivido un amplio proceso de “movilización” de la población marginal, de incremento acelerado de la población que participa del desarrollo, es decir, en un país que se encuentra relativamente más avanzado en el proceso del desarrollo y cuya experiencia puede ser políticamente útil a otras naciones recién nacidas a la independencia. A tal efecto vamos a esbozar el fenómeno del colonialismo interno y su comportamiento en el México contemporáneo.

      V

      Originalmente el término colonia se emplea para designar un territorio ocupado por emigrantes de la madre patria. Así, las “colonias griegas” estaban integradas por los emigrantes de Grecia que se iban a radicar a los territorios de Roma, del norte de África, etc. Este significado clásico del término colonia subsistió casi hasta los tiempos modernos, en que una característica muy frecuente de las colonias ocupó la atención: el dominio que los emigrantes radicados en territorios lejanos ejercían sobre las poblaciones indígenas. A mediados del siglo XIX Herman Merivale observaba este cambio en el significado del término. En ese entonces se entendía por colonia, tanto en los círculos oficiales como en el lenguaje común, como toda posesión de un territorio en que los emigrados europeos dominaban a los pueblos indígenas, a los nativos.