Antropología de la integración. Antonio Malo Pé
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СКАЧАТЬ equivalentes, pues considera que el alma, o sea, el espíritu, es propiedad sólo del hombre. Así, en su obra Las pasiones del alma (1649), el pensador francés niega que los animales tengan pasiones por carecer de alma. En los tratados del siglo XVIII se vuelve al término ‘psicología’, referido ahora de modo exclusivo al estudio de la razón humana. A ese vocablo se le añade el adjetivo racional (psicología racional) para distinguirla no de una psicología que sería animal, sino de una psicología empírica. Se debe a Christian Wolff (1679-1754) la distinción entre esos dos tipos de psicología: empírica o conductual y racional o teórica, la cual estudia las facultades del alma y sus operaciones.

      Medio siglo más tarde, Emmanuel Kant, al rechazar la psicología de las facultades, sustituye el término ‘psicología’ con el de ‘antropología’, que él mismo acuña en su famosa obra Antropología desde un punto de vista pragmático (1798). El nuevo vocablo gozará de un éxito arrollador, especialmente en ambientes fenomenológicos. Autores, como Max Scheler (1874-1928), Edith Stein (1891-1942), Dietrich von Hildebrand (1889-1977) y, más tarde, Helmuth Plessner (1892-1985), Arnold Gehlen (1904-1976), y Karol Wojtyla (1920-2005), con sus trabajos lograrán que los primeros tanteos kantianos para responder a las cuestiones básicas de la antropología vayan cobrando el rigor y la solidez de una disciplina madura, la cual desde mediados del siglo pasado desempeña un papel destacado en los debates culturales bioéticos y tecno-éticos. La antropología filosófica aparece, así, como el resultado final de una larga historia de separación y diferenciación respecto de otras disciplinas filosóficas y científicas, que se concluye con una autonomía completa.

      Hoy, la antropología, además de seguir consolidándose en el nivel académico, es una disciplina de moda.

      Pero ¿puede estar de “moda” una disciplina que estudia al hombre? ¿Hablar de moda en este caso no es quizá una contradicción? Parecería que sí. De hecho, mientras que la moda posee un valor efímero y transcurre en un breve lapso de tiempo, el hombre —del que se ocupa la antropología— cuenta con una larga historia y, sobre todo, con una dignidad intrínseca, o sea, con un valor absoluto, que no puede perderse. Tal vez la contradicción sea solo aparente: lejos de ser un simple fenómeno cultural, el interés actual por la antropología manifiesta los grandes desafíos que la cultura tecnológica y la globalización representan para el hombre contemporáneo.

      La época actual, aunque rica en conocimientos especialmente en el campo técnico-científico, carece de una idea clara de quién es el hombre. Por eso, no puede abordar cuestiones como la crisis ecológica, la globalización o las nuevas posibilidades que ofrecen las biotecnologías, sin ir a parar a un callejón sin salida. Las cuestiones planteadas, por ejemplo, por la economía capitalista o la biotecnología son radicales, pues tienen un destacado carácter antropológico. En ellas se pone en tela de juicio el concepto mismo de ser humano, su identidad, y también lo que le es contrario por no ser humano, o sea inhumano, post-humano o trans-humano. La vía del anti-humanismo moderno culmina en la tentativa de crear modelos alternativos de humano, de familia y de relaciones interpersonales.

      b) Premisas de la antropología

      De lo dicho hasta ahora pueden deducirse ya dos premisas para el estudio de la antropología:

      2) La identidad humana consiste en redescubrir una y otra vez la propia naturaleza, la propia racionalidad o, mejor aún, relacionalidad, ya que la persona, aun cuando no sea relación, está siempre en relación. Por eso, las relaciones interpersonales constituyen un aspecto esencial de la identidad personal. Para estudiarlas, se requiere —como veremos— un método preciso: el método sistémico. En definitiva, la persona no es un puro objeto de la ciencia ni un solucionador de problemas prácticos, sino un ser trascendente y relacional, un misterio que no admite soluciones, sino un descubrimiento progresivo a través de las relaciones consigo mismo y con los otros. Por eso, la identidad humana no se alcanza nunca definitivamente —salvo en una perspectiva escatológica—, pues la persona es siempre más de lo que ella misma es ahora, hace o sabe en cada momento: no está determinada ni terminada por completo, ya que se halla dotada de un poder que se orienta hacia una perfección última, inalcanzable en esta vida.

      A la luz de estas dos premisas se entiende por qué la persona es objeto (o ámbito de estudio) de la antropología filosófica. Pero, además de objeto, la persona es también sujeto de esta disciplina, pues experimenta, reflexiona, actúa y entabla relaciones de forma filosófica, es decir, preguntándose por la esencia y significado de sí misma y de todas sus operaciones. Por eso, la antropología, aunque contempla al hombre desde fuera y a distancia —lo que hace posible su objetivación—, se sirve también de la experiencia propia y de las demás personas. La parcialidad que el conocimiento objetivo tiene para la antropología no se debe, sin embargo, sólo a los límites de la razón humana o al carácter complejo del objeto, sino ante todo al misterio que encierra la persona. En esta perspectiva, la antropología presenta muchos puntos de contacto con otras СКАЧАТЬ