Antropología de la integración. Antonio Malo Pé
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СКАЧАТЬ de sí mismo, de sus emociones y deseos a través de la relación con otras personas; sobre todo, con sus padres. A pesar de ser una cuestión que ha de examinarse con más detalle, puedo ya apuntar que la integración se refiere siempre a una realidad compuesta, en la que los elementos, si bien se hallan unidos desde el principio por pertenecer a una misma persona, están llamados a crecer en unidad: por ejemplo, en la manipulación de objetos, las sensaciones del niño se integran mediante la percepción y el movimiento; en las acciones tecnocientíficas y éticas, el conocimiento racional y la voluntad se integran mediante los hábitos, y en el don de sí, las acciones humanas y las virtudes se integran mediante las buenas relaciones.

      ESTRUCTURA DEL LIBRO

      ¿Por dónde comenzar el estudio del hombre? En mi opinión, debe empezarse por lo que es más inmediato, es decir, el cuerpo, ya que a través de él entramos en el mundo y establecemos relaciones con las demás realidades. Por eso, tras dedicar el primer capítulo al origen histórico de la Antropología filosófica y su relación con las ciencias experimentales y las disciplinas humanísticas, en el segundo capítulo abordaré la cuestión del cuerpo humano. A través de un análisis fenomenológico trataré de identificar sus principales propiedades, como la materialidad, vitalidad, sensibilidad y espiritualidad. A pesar de que hay diferencias esenciales entre estas propiedades, veremos que todas ellas corresponden a un mismo cuerpo humano; por ser humano, tendrá el mismo estatuto constitutivo y la misma dignidad que el hombre: por tanto, será una cosa si el hombre es algo; será personal, si es alguien. Por otro lado, aunque se trate de un cuerpo, descubriremos que este no es el principio que da unidad a sus diferentes partes y funciones. De ahí, la necesidad de ir más allá del cuerpo, en busca del fundamento de su unidad, que, como veremos, en el caso del cuerpo humano, se debe a poseer un alma de naturaleza espiritual. Descubriremos así que el alma humana, además de ser causa de la unidad del cuerpo, lo es también de la trascendencia que poseen la acción, los hábitos y la cultura. En el tercer capítulo me ocuparé de confirmar la existencia de estos dos co-principios —el cuerpo humano y el alma espiritual— mediante lo que sabemos sobre el origen de la vida o biogénesis y del hombre o antropogénesis; para ello, estudiaré las teorías que tratan de explicar ambos orígenes, en particular, el evolucionismo. De este modo comprenderemos algo esencial: los grados de vida equivalen a una mayor o menor integración de los diferentes elementos (físico, químicos, corporales y psíquicos) y a sus relaciones. Pero solo con el ser humano, en tanto que dotado de alma espiritual, la integración alcanza el nivel más alto: la vida del espíritu.

      En los restantes capítulos intentaré confirmar esta tesis. Así, en el cuarto capítulo examinaré las tendencias humanas pre-cognitivas, en las que ya se da un primer grado de integración dinámica de los aspectos corpóreos, psíquicos y espirituales, así como un esbozo de relación personal, como sucede con la satisfacción feliz del recién nacido cuando es amamantado por su madre; en el quinto y sexto capítulo veremos, en cambio, cómo —a través del conocimiento sensible e inteligible— la integración y la relación ganan en intimidad y extensión, alcanzando mediante la actualización plena de las facultades cognoscitivas la intelección del ser y sus trascendentales (uno, verdad, bondad y belleza), lo que permite que las personas se relacionen con la realidad en toda su amplitud. Como observaremos, la autoconciencia que surge de esa relación total con el mundo es el elemento clave de la subjetividad activa de la persona, la cual constituye tanto el núcleo de la identidad humana como su perfeccionamiento. Sin embargo, además de activa, la subjetividad humana es pasiva. De hecho, para llegar a ser activa, precisa una primera integración espontánea entre tendencia y conocimiento, y entre subjetividad y realidad, es decir, requiere de una relación afectiva. Por ejemplo, en la explosión de ira frente a algo que se considera terriblemente injusto, se produce una serie de cambios en el cuerpo que lo preparan a la agresión. Por eso, en el séptimo capítulo nos ocuparemos de la conciencia afectiva en sus múltiples y complejos fenómenos, así como de las relaciones del sujeto con la realidad en que se encuentra. En el octavo capítulo analizaremos, en cambio, el comienzo de la integración activa de la subjetividad, gracias al binomio de la razón y la voluntad. En el noveno mostraré cómo la integración más perfecta se da en la acción, la virtud y el don de sí, mientras que en el décimo trataré de la acción humana como origen de la cultura y, al mismo tiempo, cómo la cultura influye en ella, modelándola. Por tanto, veremos que la cultura es el contexto más adecuado en donde situar la acción.

      La tesis central del libro (la persona es alguien, es decir, un ser en relación), una vez confirmada por los capítulos precedentes, será aplicada a tres ámbitos fundamentales de la existencia humana: la sexualidad (capítulo undécimo), la sociabilidad e historicidad (duodécimo) y la mortalidad (decimotercero). Por supuesto, hay otras áreas de la antropología filosófica, como el juego, la fiesta, el sufrimiento, la religión, etc., que no se analizarán aquí. He elegido la sexualidad, sociabilidad y mortalidad porque constituyen tres elementos decisivos de la identidad humana, la cual depende no sólo de la relación que el sujeto tiene con los otros y consigo mismo, sino sobre todo con el Otro, que la transciende plenamente, en cuanto que es su origen y fin.

      El libro se concluye con dos breves apéndices: en el primero se ofrece una serie de esquemas gráficos de las diversas partes del cerebro y sus principales áreas, así como de las conexiones de estas con las sensaciones, emociones y acciones; en el segundo se recoge, en forma de glosario, la definición de los términos más importantes.

      No me queda sino agradecer a mis alumnos por sus preguntas y sugerencias, y a mis colegas de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. En particular, al Prof. José Manuel Giménez Amaya y David Lázaro por sus comentarios y críticas pertinentes desde el punto de vista de las neurociencias. Finalmente, me gustaría también dar las gracias al Prof. Giorgio Buonamassa, al Prof. Enrique Colom, al Dr. Ángel Pérez López y a la Dr. Giovanna Porcaro, quienes con su lectura atenta han contribuido a mejorar la forma y el contenido del libro.

      I.

      CUESTIONES GENERALES

      1 Significado e importancia de la Antropología filosófica

      2 Objeto material y formal

      3 Métodos

      4 Relación con otras disciplinas

      En la Edad Media abundan también los tratados con el título De anima, ya sea entre los que defienden la interpretación averroísta de la psicología aristotélica, como Siger de Brabante (primera mitad del siglo XIII-1282), ya sea entre los que la rechazan, como santo Tomás de Aquino (1225-1274). En el Renacimiento, en cambio, los tratados sobre el alma se ven reemplazados gradualmente por los que se ocupan sólo del hombre, que por ello llevan el título De homine (Sobre el hombre). De todas formas, el estudio del alma sigue estando presente, en sentido amplio, en las obras de algunos humanistas, como Pomponazzi (1462-1525) con su De immortalitate animae (1516) o Luis Vives (1492-1540) con su De anima et vita (1538), en donde el conocido humanista español asienta las bases para una moderna teoría de la educación.

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