El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
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Название: El libro de las mil noches y una noche

Автор: Anonimo

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

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isbn: 9788026834847

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СКАЧАТЬ dos mendigos, tenía bien sujeto al ladrón, que intentaba defenderse y escapar. Pero el ladrón, cuando llegaron los vecinos, se fingió también ciego, y cerrando los ojos, exclamó:

      "¡Por Alah! ¡Oh musulmanes! Soy ciego y socio de estos tres, que me niegan lo que me corresponde de los diez mil dracmas de ahorros que poseemos en comunidad. Os lo juro por Alah el Altísimo, por el sultán, por el emir. Y os pido que me llevéis a presencia del walí, donde se comprobará todo". Entonces llegaron los guardias del walí, se apoderaron de los cuatro hombres y los llevaron entre las manos de walí.

      Y el walí preguntó: "¿Quiénes son esos hombres?" Y el ladrón exclamó: "Escucha mis palabras, ¡oh walí justo y perspicaz! y sabrás lo que debes saber. Y si no quisieras creerme, manda que nos den tormento, a mí primero, para obligarnos a confesar la verdad. Y somete en seguida al mismo tormento a estos hombres para poner en claro este asunto". Y el walí dispuso: "¡Coged a ese hombre, echadlo en el suelo, y apaleadle hasta que confiese!" Entonces los guardias agarraron al ciego fingido, y uno le sujetaba los pies, y los demás principiaron a darle de palos en ellos. A los diez palos, el supuesto ciego empezó a dar gritos y abrió un ojo, pues hasta entonces los había tenido cerrados. Y después de recibir otros cuantos palos, no muchos, abrió ostensiblemente el otro ojo.

      Y el walí, enfurecido, le dijo: "¿Qué farsa es ésta, miserable embustero?" Y el ladrón contestó: "Que suspendan la paliza y lo explicaré todo". Y el walí mandó suspender el tormento, y el ladrón dijo: "Somos cuatro ciegos fingidos, que engañamos.a la gente para que nos dé limosna. Pero además simulamos nuestra ceguera para poder entrar fácilmente en las casas, ver las mujeres con la cara descubierta, seducirlas, cabalgarlas y al mismo tiempo examinar el interior de las viviendas y preparar los robos sobre seguro.

      Y como hace bastante tiempo que ejercemos este oficio tan lucrativo, hemos logrado juntar entre todos hasta diez mil dracmas. Y al reclamar mi parte a estos hombres, no sólo se negaron a dármela, sino que me apalearon, v me habrían matado a golpes si los guardias no me hubiesen sacado de entre sus manos. Esta es la verdad, ¡oh walí! Pero ahora, para que confiesen mis compañeros, tendrás que recurir al látigo, como hiciste conmigo. Y así hablarán.

      Pero que les den de firme, porque de lo contrario no confesarán nada. Y hasta verás cómo se obstinan en no abrir los ojos, como yo hice".

      Entonces el walí mandó a azotar a mi hermano el primero de todos. Y por más que protestó y dijo que era ciego de nacimiento, le siguieron azotando hasta que se desmayó.

      Y como al volver en sí tampoco abrió los ojos, mandó el walí que le dieran otros trescientos palos, y luego trescientos más, y lo mismo hizo con los otros dos ciegos, que tampoco los pudieron abrir, a pesar de los golpes y a pesar de los consejos que les dirigía el ciego fingido, su compañero improvisado.

      Y en seguida el walí encargó a este ciego fingido que fuese casa de mi hermano Bacbac y trajese el dinero. Y entonces dió a este ladrón dos mil quinientos dracmas, o sea la cuarta parte del dinero, y se quedó con lo demás.

      En cuanto a mi hermano y los otros dos ciegos, el walí les dijo:

      "¡Miserables hipócritas! ¿Conque coméis el pan que os concede la gracia de Alah, y luego juráis en su nombre que sois ciegos? Salid de aquí y que no se os vuelva a ver en Bagdad ni un solo día".

      Y yo, ¡oh Emir de los Creyentes! en cuanto supe todo esto salí en busca de mi hermano, lo encontré, lo traje secretamente a Bagdad, lo metí en mi casa, y me encargué de darle de comer y vestirlo mientras viva.

      Y tal es la historia de mi tercer hermano, Bacbac el ciego.

      Y al oírla el califa Montasser Billah, dijo:

      "Que den una gratificación a este barbero, y que se vaya en seguida". Pero yo, ¡oh mis señores! contesté: "¡Por Alah! ¡Oh Príncipe de los Creyentes! No puedo aceptar nada sin referirte lo que les ocurrió a mis otros tres hermanos".

      Y concedida la autorización, dije:

       HISTORIA DE ELKUZ, CUARTO HERMANO DEL BARBERO

      Mi cuarto hermano, el tuerto ElKuz, El Assuaní, o el botijo irrompible, ejercía en Bagdad el oficio de carnicero. Sobresalía en la venta de carne y picadillo, y nadie le aventajaba en criar y engordar carneros de larga cola. Y sabía a quién vender la carne buena y a quién despachar la mala. Así es que los mercaderes más ricos y los principales de la ciudad sólo se abastecían en su casa y no compraban más carne que la de sus carneros; de modo que en poco tiempo llegó a ser muy rico y propietario de grandes rebaños y hermosas fincas.

      Y seguía prosperando mi hermano ElKuz, cuando cierto día entre los días, que estaba sentado en su establecimiento, entró un jeique de larga barba blanca, que le dió dinero y le dijo: "¡Corta carne buena!" Y mi hermano le dió de la mejor carne, cogió el dinero y devolvió el saludo al anciano, que se fué.

      Entonces mi hermano examinó las monedas de plata que le había entregado el desconocido, y vió que eran nuevas, de una blancura deslumbradora. Y se apresuró a guardarlas aparte en una caja especial, pensando: "He aquí unas monedas que me van a dar buena sombra".

      Y durante cinco meses seguidos el viejo jeique de larga barba blanca fué todos los días a casa de mi hermano, entregándole monedas de plata completamente nuevas a cambio de carne fresca y de buena calidad. Y todos los días mi hermano cuidaba de guardar aparte aquel dinero. Pero un día mi hermano ElKuz quiso contar la cantidad que había reunido de este modo, a fin de comprar unos hermosos carneros, y especialmente unos cuantos moruecos para enseñarles a luchar unos con otros, ejercicio muy gustado en Bagdad, mi ciudad. Y apenas había abierto la caja en que guardaba el dinero del jeique de la barba blanca, vió que allí no había ninguna moneda, sino redondeles de papel blanco. Entonces empezó a darse puñetazos en la cara y en la cabeza, y a lamentarse a gritos. Y en seguida le rodeó un gran grupo de transeúntes, a quienes contó su desventura, sin que nadie pudiera explicarse la desaparición de aquel dinero. Y ElKuz seguía gritando y diciendo: "¡Haga Alah que vuelva ahora ese maldito jeique para que le pueda arrancar las barbas y el turbante con mis propias, manos!"

      Apenas había acabado de pronunciar estas palabras, cuando apareció el jeique. Y el jeique atravesó por entre el gentío, y llegó hasta mi hermano para entregarle, como de costumbre, el dinero. En seguida mi hermano se lanzó contra él, y sujetándole por un brazo, dijo: "¡Oh musulmanes! ¡Acudid en mi socorro! ¡He aquí al infame ladrón!" Pero el jeique no se inmutó para nada, pues inclinándose hacia mi hermano le dijo de modo que sólo pudiera oírle él: "¿Qué prefieres, callar o que te comprometa delante de todos? Y te advierto que tu afrenta ha de ser más terrible que la que quieres causarme".

      Pero ElKuz contestó: "¿Qué afrenta puedes hacerme, maldito viejo de betún? ¿De qué modo me vas a comprometer?'' Y el jeique dijo: "Demostraré que vendes carne humana en vez de carnero". Y mi hermano repuso: "¡Mientes, oh mil veces embustero y mil veces maldito!" Y el jeique dijo: "El embustero y el maldito es quien tiene colgando del gancho de su carnicería un cadáver en vez de un carnero".

      Mi hermano protestó violentamente, y dijo: "¡Perro, hijo de perro! Si pruebas semejante cosa, te entregaré mi sangre y mis bienes". Y entonces el jeique se volvió hacia la muchedumbre y dijo a voces: "¡Oh vosotros todos, amigos míos! ¿veis a este carnicero? Pues hasta hoy nos ha estado engañando a todos, infringiendo los preceptos de nuestro Libro. Porque en vez de matar carneros degüella cada día a un hijo de Adán y nos vende su carne por carne de carnero, Y para convenceros de que digo la verdad, entrad a registrar la tienda".

      Entonces surgió un clamor, y la muchedumbre СКАЧАТЬ