Название: El libro de las mil noches y una noche
Автор: Anonimo
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
isbn: 9788026834847
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Y mi hermano, al oír aquello, se quitó el cinturón de seda y se dispuso a correr. Y la joven se despojó de la camisa y de lo demás, y apareció toda desnuda, cimbreándose como una palmera nueva. Y echó a correr, riéndose a carcajadas y dando dos vueltas al salón. Y mi hermano la perseguía con su zib erguido".
En este momento de su narración,
Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGO LA 31ª NOCHE
Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que el barbero prosiguió su relato en esta forma:
"Mi hermano Haddar, con su zib erguido, empezó a perseguir a la joven, que, ligera, huía de él y se reía. Y las otras jóvenes y la vieja, al ver correr a aquel hombre con su rostro pintarrajeado, sin barbas, ni bigotes, ni cejas, y erguido su zib hasta no poder más, se morían de risa y palmoteaban y golpeaban el suelo con los pies.
Y la joven, después de dar dos vueltas a la sala, se metió por un pasillo muy largo, y luego cruzó dos habitaciones, una tras otra, siempre perseguida por mi hermano, completamente loco. Y ella, sin dejar de correr, reía con toda su alma, moviendo las caderas.
Pero de pronto desapareció en un recodo, y mi hermano fué a abrir una puerta por la cual creía que había salido la joven, y se encontró en medio de una calle. Y esta calle era la calle en que vivían los curtidores de Bagdad. Y todos los curtidores vieron a El Haddar afeitado de barbas, sin bigotes, las cejas rapadas y pintado el rostro como una ramera. Y escandalizados, se pusieron a darle correazos, hasta que perdió el conocimiento.
Y después le montaron en un burro, poniéndole al revés, de cara al rabo, y le hicieron dar la vuelta a todos los zocos, hasta que lo llevaron al walí, que les preguntó:
"¿Quién es ese hombre?"
Y ellos contestaron: "Es un desconocido que salió súbitamente de casa del gran visir.
Y lo hemos hallado en este estado". Entonces el walí mandó que le diesen cien latigazos en la planta de los pies, y lo desterró de la ciudad. Y yo ¡oh Emir de los Creyentes!, corrí en busca de mi hermano, me lo traje secretamente, y le di hospedaje. Y ahora lo sostengo a mi costa. Comprenderás, que si yo no fuera un hombre lleno de entereza y de cualidades, no habría podido soportar a semejante necio.
Pero en lo que se refiere a mi tercer hermano, ya es otra cosa, como vas a ver.
HISTORIA DE BACBAC, TERCER HERMANO DEL BARBERO
"Bacbac el ciego, por otro nombre el Cacareador hinchado, es mi tercer hermano.
Era mendigo de oficio, y uno de los principales de la cofradía de los pordioseros de Bagdad, nuestra ciudad.
Cierto día, la voluntad de Alah y el Destino permitieron que mi hermano llegase a mendigar a la puerta de una casa. Y mi hermano Bacbac, sin prescindir de sus acostumbradas invocaciones para pedir limosna: "¡Oh donador, oh generoso!", dió con el palo en la puerta. Pero conviene que sepas, ¡oh Comendador de los Creyentes! que mi hermano Bacbac, igual que los más astutos de su cofradía, no contestaba cuando, al llamar a la puerta de una casa, le decían:
"¿Quién es?"
Y se callaba para obligar a que abriesen la puerta, pues de otro modo, en lugar de abrir, se contentaban con responder desde adentro:
"¡Alah te ampare!" Que es el modo de despedir a los mendigos.
De modo que aquel día, por más que desde la casa preguntasen "¿Quién es?", mi hermano callaba. Y acabó por oír pasos que se acercaban, y que se abría la puerta. Y se presentó un hombre al cual Bacbac, si no hubiera estado ciego, no habría pedido limosna seguramente.
Pero aquel era su Destino. Y cada hombre lleva su Destino atado al cuello. Y el hombre le preguntó: "¿Qué deseas?" Y mi hermano Bacbac respondió: "Que me des una limosna, por Alah el Altísimo". El hombre volvió a preguntar: "¿Eres ciego?" Y Bacbac dijo, "Sí, mi amo, y muy pobre". Y el otro repuso: "En ese caso, dame la mano para que te guíe". Y le dió la mano, y el hombre lo metió en la casa, y lo hizo subir escalones y más escalones, hasta que lo llevó a la azotea, que estaba muy alta. Y mi hermano, sin aliento, se decía: "Seguramente, me va a dar las sobras de algún festín".
Y cuando hubieron llegado a la azotea, el hombre volvió a preguntar: "¿Qué quieres, ciego?" Y mi hermano, bastante asombrado, respondió: "Una limosna, por Alah". Y el otro replicó: "Que Alah te abra el día en otra parte". Entonces Bacbac le dijo: "¡Oh tú, un tal! ¿no podías haberme contestado así cuando estábamos abajo? A lo cual replicó el otro: "¡Oh tú, que vales menos que mi trasero! ¿por qué no me contestaste cuando yo preguntaba desde dentro: "¿Quién es? ¿Quién está a la puerta? ¡Conque lárgate de aquí en seguida, o te haré rodar como una bola, asqueroso mendigo de mal agüero!" Y Bacbac tuvo que bajar más que de prisa la escalera completamente solo.
Pero cuando le quedaban unos veinte escalones dió un mal paso, y fué rodando hasta la puerta. Y al caer se hizo una gran contusión en la cabeza, y caminaba gimiendo por la calle. Entonces varios de sus compañeros, mendigos y ciegos como él, al oírle gemir le preguntaron la causa, y Bacbac les refirió su desventura. Y después les dijo:
"Ahora tendréis que acompañarme a casa para coger dinero con qué comprar comida para este día infructuoso y maldito. Y habrá que recurrir a nuestros ahorros, que, como sabéis, son importantes, y cuyo depósito me habéis confiado".
Pero el hombre de la azotea había bajado detrás de él y le había seguido. Y echó a andar detrás de mi hermano y los otros dos ciegos, sin que nadie se apercibiese, y allí llegaron todos a casa de Bacbac. Entraron, y el hombre se deslizó rápidamente antes de que hubiesen cerrado la puerta. Y Bacbac dijo a los dos ciegos: "Ante todo, registremos la habitación por si hay algún extraño escondido".
Y aquel hombre, que era todo un ladrón de los más hábiles entre los ladrones, vió una cuerda que pendía del techo, se agarró de ella, y silenciosamente trepó hasta una viga, donde se sentó con la mayor tranquilidad. Y los dos ciegos comenzaron a buscar por toda la habitación, insistiendo en sus pesquisas varias veces, tentando los rincones con los palos. Y hecho esto, se reunieron con mi hermano, que sacó entonces del escondite todo el dinero de que era depositario, y lo contó con sus dos compañeros, resultando que tenían diez mil dracmas juntos.
Después, cada cual cogió dos o tres dracmas, volvieron a meter todo el dinero en los sacos, y los guardaron en el escondite. Y uno de los tres ciegos marchó a comprar provisiones y volvió en seguida, sacando de la alforja tres panes, tres cebollas y algunos dátiles. Y los tres compañeros se sentaron en corro y se pusieron a comer.
Entonces el ladrón se deslizó silenciosamente a lo largo de la cuerda, se acurrucó junto a los tres mendigos y se puso a comer con ellos. Y se había colocado al lado de Bacbac, que tenía un oído excelente. Y Bacbac, oyendo el ruido de sus mandíbulas al comer, exclamó: "¡Hay un extraño entre nosotros!" Y alargó rápidamente la mano hacia donde oía el ruido de las mandíbulas, y su mano cayó precisamente sobre el brazo del ladrón. Entonces Bacbac y los dos mendigos se precipitaron encima de él, y empezaron a gritar y a golpearle con sus palos; ciegos como estaban, y pedían auxilio a los vecinos, chillando: СКАЧАТЬ