El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
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Название: El libro de las mil noches y una noche

Автор: Anonimo

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия:

isbn: 9788026834847

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СКАЧАТЬ pero de un modo tan ridículo, que ella se quitó de la ventana para reírse a su gusto, y fué tal su explosión de risa, que se cayó de trasero sobre el piso. Pero el infeliz de Bacbuk llegó al límite de la alegría pensando que la joven le había mirado cariñosamente.

      Así es que al día siguiente no se asombró, ni con mucho, mi hermano Bacbuk, cuando vió entrar en su tienda al propietario de la casa, que llevaba debajo del brazo una hermosa pieza de hilo envuelta en un pañuelo de seda, y le dijo: "Te traigo esta pieza de tela para que me cortes unas camisas".

      Entonces Bacbuk no dudó que aquel hombre estaba allí enviado por su mujer, y contestó:

      "¡Sobre mis ojos y sobre mi cabeza! Esta misma noche estarán acabadas tus camisas".

      Y efectivamente, mi hermano se puso a trabajar con tal ahínco, privándose hasta de comer, que por la noche, cuando llegó el propietario de la casa, ya tenía las veinte camisas cortadas, cosidas y empaquetadas en el pañuelo de seda. Y el propietario de la casa le preguntó: "¿Qué te debo?" Pero precisamente en aquel instante se presentó furtivamente en la ventana la joven, y dirigió una mirada a Bacbuk, haciéndole una seña con los ojos, como indicándole que no aceptase nada. Y mi hermano no quiso cobrarle nada al propietario de la casa, por más que en aquella ocasión estuviese muy apurado y cualquier dinero habría sido para él una gran ayuda. Pero se consideró dichoso con trabajar para el marido y favorecerle por amor a la linda cara de la mujer.

      Y al día siguiente al amanecer se presentó el propietario de la casa con otra pieza de tela debajo del brazo, y le dijo a mi hermano Bacbuk: "He aquí que acaban de advertirme en mi casa que necesito también calzoncillos nuevos para ponérmelos con las camisas nuevas. Y te traigo esta otra pieza de tela para que me hagas calzoncillos. Pero que sean muy anchos. Y no escatimes para nada los pliegues ni la tela". Mi hermano contestó:

      "Escucho y obedezco". Y se estuvo tres días completos cose que te cose, sin tomar otro alimento que el estrictamente necesario, pues no quería perder tiempo, y además no tenía ni un dracma para comprar comida.

      Y cuando hubo terminado los calzoncillos, los envolvió en el pañuelo, y muy contento, fué a llevárselos él mismo al propietario de la casa.

      No es necesario decir, ¡oh Emir de los Creyentes! que la joven se había puesto de acuerdo con su marido para burlarse del infeliz de mi hermano y hacerle las más sorprendentes jugarretas. Porque cuando mi hermano le presentó los calzoncillos al propietario de la casa, éste hizo como que iba a pagarle, pero inmediatamente apareció en la puerta la linda cara de la mujer, sonriéndole con los ojos y haciéndole señas con las cejas para que no cobrase.

      Y Bacbuk se negó en redondo a recibir nada del marido. Entonces el marido se ausentó un instante para hablar con su esposa, que había desaparecido también, y volvió en seguida junto a mi hermano y le dijo: "Para agradecer tus favores, hemos resuelto mi mujer y yo casarte con nuestra esclava blanca, que es muy hermosa y muy gentil, y de tal suerte serás de nuestra casa".

      Y Bacbuk se figuró en seguida que era una excelente astucia de la mujer para que él pudiera entrar con libertad en la casa. Y aceptó en el acto. Y al momento mandaron llamar a la esclava, y la casaron con mi hermano Bacbuk.

      Pero cuando llegó la noche, quiso acercarse Bacbuk a la esclava blanca, y ésta le dijo: "¡No, no! ¡Esta noche no!" Y por mucho que lo deseara Bacbuk, no pudo darle ni siquiera un beso.

      Además, el propietario de la casa había dicho a mi hermano Bacbuk que aquella noche, en lugar de dormir en la tienda, durmiese en el molino que había en el sótano de la casa, a fin de que estuviesen más anchos él y su mujer. Y como la esclava, después de resistirse a la copulación, se subió a casa de su señora, Bacbuk tuvo que acostarse solo. Y al amanecer aun dormía Bacbuk, cuando entró el molinero y dijo en alta voz: "Ya ha descansado bastante este buey. Voy a engancharlo al molino para moler todo ese trigo que se me está amontonando en cantidad considerable". Y se acercó entonces a mi hermano, fingiendo confundirle con el buey, y le dijo: "¡Vaya, arriba, holgazán, que tengo que engancharte!" Y mi hermano Bacbuk no quiso hablar, tal era su estupidez, y se dejó enganchar al molino. Y el molinero lo ató por la cintura al cilindro del molino, y dándole un fuerte latigazo, exclamó: "¡Yallah!" Y cuando Bacbuk recibió aquel golpe no pudo menos que mugir como un buey. Y el molinero siguió dándole fuertes latigazos y haciéndole dar vueltas al molino durante mucho tiempo. Y mi hermano mugía absolutamente como un buey, y resoplaba al recibir los estacazos.

      Y no tardó en llegar el propietario de la casa, que, al verle en tal estado, dando vueltas y recibiendo golpes, fué en seguida a avisar a su mujer, y ésta envió a la esclava blanca, que desató a mi hermano y le dijo muy compasivamente: "Mi señora acaba de saber el mal trato que te han hecho sufrir, y lo siente muchísimo. Todos lamentamos tus sufrimientos". Pero el infeliz Bacbuk había recibido tanto palo y estaba tan molido, que no pudo contestar palabra.

      Hallándose en tal estado, se presentó el jeique que había escrito su contrato de matrimonio con la esclava blanca. Y le deseó la paz, y le dijo: "¡Concédate Alah larga vida! ¡Así sea bendito tu matrimonio! Estoy seguro de que acabas de pasar una noche feliz y que has gozado los transportes más dulces y más íntimos, abrazos, besos y copulaciones desde la noche hasta la mañana". Y mi hermano Bacbuk le contestó: "¡Alah confunda a los embaucadores y a los pérfidos de tu clase, traidor a la milésima potencia! Tú me metiste en todo esto para que diese vueltas al molino en lugar del buey del molinero, y eso hasta la mañana". Entonces el jeique le invitó a que se lo contase todo, y mi hermano se lo contó.

      Y entonces el jeique le dijo: "Todo eso está muy claro. No es otra cosa sino que tu estrella no concuerda con la estrella de la joven". Y Bacbuk le replicó: "¡Ah, maldito!

      Anda a ver si puedes inventar más perfidias".

      Después mi hermano se fué y volvió a meterse en su tienda, con el fin de aguardar algún trabajo que le permitiese ganar el pan, ya que tanto había trabajado sin cobrar.

      Y mientras estaba sentado, hete aquí que se presentó la esclava blanca, y le dijo: "Mi ama te quiere muchísimo, y me encarga te diga que acaba de subir a la azotea para tener el gusto de contemplarte desde el tragaluz". Y efectivamente, mi hermano vió aparecer en el tragaluz a la joven, deshecha en lágrimas, y se lamentaba y decía: "¡Oh querido mío! ¿por qué me pones tan mala cara y estás tan enfadado que ni siquiera me miras? Te juro por tu vida que cuanto te ha pasado en el molino se ha hecho a espaldas mías. En cuanto a esa esclava loca, no quiero que la mires siquiera. En adelante, yo sola seré tuya". Y mi hermano Bacbuk levantó entonces la cabeza y miró a la joven. Y esto le bastó para olvidar todas las tribulaciones pasadas y para hartar sus ojos contemplando aquella hermosura. Después se puso a hablarle por señas, y ella con él, hasta que Bacbuk se convenció de que todas sus desgracias no le habían pasado a él, sino a otro cualquiera.

      Y con la esperanza de ver a la joven, siguió cortando y cosiendo camisas, calzoncillos, ropa interior y ropa exterior, hasta que un día fué a buscarle la esclava blanca, y le dijo: "Mi señora te saluda. Y como mi amo y esposo suyo se marcha esta noche a un banquete que le dan sus amigos, y no volverá hasta la mañana, te aguardará impaciente mi señora para pasar contigo esta noche entre delicias y lo que sabes". Y el infeliz de Bacbuk estuvo a punto de volverse loco al oír tal noticia.

      Porque la astuta casada había combinado un último plan, de acuerdo con su marido, para deshacerse de mi hermano, y verse libres, ella y él, de pagarle toda la ropa que le habían encargado. Y el propietario de la casa había dicho a su mujer: "¿Cómo haríamos para que entrase en tu aposento para sorprenderle y llevarle a casa del walí?" Y la mujer contestó: "Déjame obrar a mi gusto, y lo engañaré con tal engaño y lo comprometeré en tal compromiso, que toda la ciudad se ha de burlar de él".

      Bacbuk СКАЧАТЬ