El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
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Название: El libro de las mil noches y una noche

Автор: Anonimo

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

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isbn: 9788026834847

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СКАЧАТЬ en silencio aquella historia, que juzgábamos había de ser extraordinaria.

       HISTORIAS DEL BARBERO DE BAGDAD Y DE SUS SEIS HERMANOS

      (Contadas por el barbero y repetidas por el sastre)

       HISTORIA DEL BARBERO

      El barbero dijo:

      "Sabed, pues, ioh mis señores! Que yo viví en Bagdad durante el el reinado del Emir de los Creyentes ElMontasser Billah (El victorioso con ayuda de Alah) Y bajo su gobierno vivíamos, porque amaba a los pobres y a los humildes, y gustaba de la compañía de los sabios y poetas.

      Pero un día entre los días, el califa tuvo motivos de queja contra diez individuos que habitaban no lejos de la ciudad, y mandó al gobernadorlugarteniente que trajese entre sus manos a estos diez individuos. Y quiso el Destino que precisamente cuando les hacían atravesar el Tigris en una barca, estuviese yo en la orilla del río. Y vi a aquellos hombres en la barca, y dije para mí: "Seguramente esos hombres se han dado cita en esa barca para pasarse en diversiones todo el día, comiendo y bebiendo. Así es que necesariamente me tengo que convidar para tomar parte en el festín".

      Me aproximé a la orilla, y sin decir palabra, que por algo soy el Silencioso, salté a la barca y me mezclé con todos ellos. Pero de pronto vi llegar a los guardias del walí, que se apoderaron de todos, les echaron a cada uno una argolla al cuello y cadenas a las manos, y acabaron por cogerme a mí también y ponerme asimismo la argolla al cuello, y las cadenas a las manos. Y yo no dije palabra, lo cual os demostrará ¡oh mis señores! mi firmeza de carácter y mi poca locuacidad. Me aguanté, pues, sin protestar, y me vi llevado con los diez individuos a la presencia del Emir de los Creyentes, el califa Montasser Billah.

      Y en cuanto nos vió, el califa llamó al portaalfanje, y le dijo:

      "¡Corta inmediatamente la cabeza a esos diez malvados!" Y el verdugo nos puso en fila en el patio, a la vista del califa, y empuñando el alfanje, hirió la primera cabeza y la hizo saltar, y la segunda, y la tercera, hasta la décima. Pero cuando llegó a mí, el número de cabezas cortadas era precisamente el de diez, y no tenía orden de cortar ni una más. Se detuvo, por lo tanto, y dijo al califa que sus órdenes estaban ya cumplidas. Pero entonces volvió la cara el califa, y viéndome todavía en pie, exclamó: "¡Oh mi portaalfanje! Te he mandado cortar la cabeza a los diez malvados! ¿Cómo es que perdonaste al décimo?" Y el portaalfanje repuso: "¡Por la gracia de Alah sobre ti y por la tuya sobre nosotros! He cortado diez cabezas". Y el califa dijo: "Vamos a ver; cuéntalas delante de mí".

      Las contó, y efectivamente, resultaron diez cabezas. Y entonces el califa me miró y me dijo: "¿Pero tú quién eres? ¿Y qué haces ahí entre esos bandidos, derramadores de sangre?" Entonces, ¡oh señores! y sólo entonces, al ser interrogado por el Emir de los Creyentes, me resolví a hablar. Y dije:

      "¡Oh Emir de los Creyentes! Soy el jeique a quien llaman ElSamed, a causa de mi poca locuacidad. En punto a prudencia, tengo un buen acopio en mi persona, y en cuanto a la rectitud de mi juicio, la gravedad de mis palabras, lo excelente de mi razón, lo agudo de mi inteligencia y mi ninguna verbosidad, nada he de decirte, pues tales cualidades son en mí infinitas. Mi oficio es el de afeitar cabezas y barbas, escarificar piernas y pantorrillas y aplicar ventosas y sanguijuelas.

      Y soy uno de los siete hijos de mi padre, y mis seis hermanos están vivos.

      Pero he aquí la aventura. Esta misma mañana me paseaba yo a lo largo del Tigris, cuando vi a esos diez individuos que saltaban a una barca, y me junté con ellos, y con ellos me embarqué, creyendo que estaban convidados a algún banquete en el río. Pero he aquí que, apenas llegamos a la otra orilla, adiviné que me encontraba entre criminales, y me di cuenta de esto al ver a tus guardias que se nos echaban encima y nos ponían la argolla al cuello. Y aunque nada tenía yo que ver con esa gente, no quise hablar ni una palabra ni protestar de ningún modo, obligándome a ello mi excesiva firmeza de carácter y mi ninguna locuacidad. Y mezclado con estos hombres fui conducido entre tus manos, ¡oh Emir de los Creyentes! Y mandaste que cortasen la cabeza a esos diez bandidos, y fui el único que quedó entre las manos de tu portaalfanje, y a pesar de todo, no dije tan siquiera ni una palabra. Creo, pues, que esto es una buena prueba de valor y de firmeza muy considerable. Y además, el sólo hecho de unirme con esos diez desconocidos es por sí mismo la mayor demostración de valentía que yo sepa. Pero no te asombre mi acción, ¡oh Emir de los Creyentes pues toda mi vida he procedido del mismo modo, queriendo favorecer a los extraños".

      Cuando el califa oyó mis palabras, y advirtió en ellas que en mí era nativo el valor y la virilidad, y amor al silencio y a la compostura, y mi odio a la indiscreción y a la impertinencia, a pesar de lo que diga ese joven cojo que estaba ahí hace un momento, y a quien salvé de toda clase de calamidades, el Emir dijo: "¡Oh venerable jeique. barbero espiritual e ingenio lleno de gravedad y de sabiduría!

      Dime: ¿y tus seis hermanos son como tú? ¿Te igualan en prudencia, talento y discreción? Y yo respondí: "¡Alah me libre de ellos! ¡Cuán poco se asemejan a mí, oh Emir de los Creyentes! ¡Acabas de afligirme con tu censura al compararme con esos seis locos que nada tienen de común conmigo, ni de cerca ni de lejos! Pues por su verbosidad impertinente, por su indiscreción y por su cobardía, se han buscado mil disgustos, y cada cual tiene una deformidad física, mientras que yo estoy sano y completo de cuerpo y espíritu. Porque, efectivamente, el mayor de mis hermanos es cojo; el segundo, tuerto; el tercero, mellado; el cuarto, ciego; el quinto, no tiene narices ni orejas, porque se las cortaron, y al sexto le han rajado los labios.

      Pero ¡oh Emir de los Creyentes! no creas que exagero con esto mis cualidades, ni aumento los defectos de mis hermanos. Pues si te contase su historia, verías cuán diferente soy de todos ellos. Y como su historia es infinitamente interesante y sabrosa, te la voy a contar sin más dilaciones.

       HISTORIA DE BACBUK, PRIMER HERMANO DEL BARBERO

      Así, ¡oh Emir de los Creyentes! que el mayor de mis hermanos, el que quedó cojo, se llama ElBacbuk, porque cuando se pone a charlar parece oírse el ruido que hace un cántaro al vaciarse. Su oficio ha sido el de sastre en Bagdad.

      Ejercía su oficio de sastre en una tiendecilla cuyo propietario era un hombre cuajado de dinero y de riquezas. Este hombre habitaba en lo alto de la misma casa en que estaba situada la tienda de mi hermano Bacbuk. Y además, en el subterráneo de la casa había un molino donde vivían un molinero y el buey del molinero.

      Pero un día que mi hermano Bacbuk estaba cosiendo, sentado en su tienda, teniendo debajo de él al molinero y al buey del molinero, y encima al enriquecido propietario, he aquí que mi hermano Bacbuk levantó de pronto la cabeza, y vió asomada en una de las ventanas altas a una hermosa mujer como la luna saliente, que se distraía mirando a los transeúntes. Y esta mujer era la esposa del propietario de la casa.

      Al verla mi hermano Bacbuk sintió que su corazón se prendaba apasionadamente de ella, y le fué imposible coser ni hacer otra cosa que mirar a la ventana. Y se pasó todo el día como aturdido y en contemplación hasta por la noche. Y al día siguiente, en cuanto amaneció, se sentó en su sitio de costumbre, y mientras cosía, muy poco a poco, levantaba a cada momento la cabeza para mirar a la ventana. Y a cada puntada que daba con la aguja se pinchaba los dedos, pues tenía los ojos en la ventana constantemente. Y así estuvo varios días, durante los cuales apenas si trabajó ni su labor valió más de un dracma.

      En cuanto a la joven, comprendió en seguida los sentimientos de mi hermano Bacbuk. Y se propuso sacarles todo el partido posible y divertirse a su costa. Y un СКАЧАТЬ