Название: Relatos de un hombre casado
Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Relatos de un hombre casado
isbn: 9788468680941
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Capítulo V
Patricio, la primera advertencia…
A Patricio lo tenía mezclado entre otros tantos contactos y de vez en cuando cruzábamos alguno que otro chat corto. Él se conectaba desde su oficina, por lo que debía ser sumamente discreto y precavido.
Trabajaba como profesor en una prestigiosa escuela de negocios de Buenos Aires; era apenas unos años menor que yo, aún vivía con su madre, en una zona muy elegante y cara de los suburbios de Buenos Aires, cerca de donde vivía Fausto. Hasta hacía poco tiempo, yo había estado trabajando muy cerca de ahí, por lo que conocía perfectamente la zona.
Sus obligaciones lo hacían viajar constantemente por el interior del país y por países limítrofes; más esporádicamente, también debía viajar al exterior.
Recuerdo que me había atraído su posición, su profesión, su trabajo, su nivel cultural… Si bien yo tenía lo mío, me acompañaba una tendencia a idealizar las vidas ajenas, creyendo que, para el resto de los mortales, todo resultaba maravilloso y la vida les transcurría sin sobresaltos.
Físicamente, era un tipo más alto que yo, imagino que mediría entre un metro ochenta y un metro ochenta y tres, delgado, rubio y muy blanco… No recuerdo si se lo pregunté o no, pero estoy convencido de que su familia, seguramente, proviniese de Irlanda o de alguna otra región de Gran Bretaña; su blancura y todo su aspecto era muy británico.
Recuerdo que fue una mañana lluviosa en el que nos reencontramos en el chat. Típica conversación sobre el clima, sobre donde estaba cada uno, etc.
–Hoy salgo temprano –dijo Patricio, como proponiéndome un encuentro.
–¿Qué es temprano? –pregunté.
–En verdad, la semana próxima viajo a Córdoba, por lo que me quedan horas libre como para compensar los días que voy a estar fuera de casa –dijo Patricio.
Esa era una de las cosas que me maravillaba de la gente que trabajaba en corporaciones o en empresas importantes; los beneficios que recibían por las políticas corporativas, aunque sospecho que también debería tener su lado negativo.
–Bueno, yo estoy solo toda la tarde, si tenés ganas de venirte hasta acá… –dije.
–Me tienta… pero no quiero problemas, ni tenerlos ni generártelos –contestó Patricio.
–Quedate tranquilo que yo tampoco los quiero –dije.
Finalmente quedamos en que aproximadamente a las dos y media vendría, por lo que le pasé la dirección exacta, cerramos chat y continué con mis actividades.
No tenía mayores expectativas sobre lo que pudiese suceder. Patricio era un tipo agradable, pero su estructura física no era de lo que más me motivaba sexualmente. Además, me había dejado en claro que era pasivo y, a esa altura, yo ya había definido que mis encuentros ideales eran con tipos versátiles, me gustaba dar y recibir, aunque la calentura muchas veces ganase, y ante la posibilidad de garchar, los ideales y las preferencias quedaban de lado.
Patricio llegó puntual, estacionó en la puerta del edificio bajó del auto y sí que parecía un personaje de película inglesa. Recuerdo que vestía traje gris, piloto marrón, que pegaba perfecto con su rostro blanco, pelo rubio, tirando a colorado, cara onda Rin Tin Tín, un estilo Jude Law, aunque no tan lindo.
Abrí la puerta del hall del edificio, nos saludamos cordialmente, subimos al departamento y no recuerdo mayores detalles; solo sé que terminamos en la cama; el, boca abajo, yo recostado sobre su espalda, penetrándolo. Si esta historia la acotase a la experiencia sexual, ni siquiera la estaría contando, ni aportaría mucho el estar hablando sobre Patricio, ya que no tuvo trascendencia alguna, cero pasión, cero calentura, cero morbo…
Solo que, con Patricio, me pasó algo diferente y perturbador.
Se fue de casa y vaya a saber por qué, esas cosas a las que no se les encuentra explicación racional, a partir de ese momento, quedó instalado en mi mente. No podía dejar de pensar en él. Era la primera vez que me sucedía algo semejante. Mis experiencias hasta ese momento, se habían acotado a satisfacer mis deseos sexuales, sin ninguna clase de sentimiento de por medio; jamás me había sucedido nada más que no fuese tener mayor o menor onda con tal o cual persona, tener mejor o peor sexo, nada más.
Al día siguiente, nos volvimos a contactar por chat y arreglamos para encontrarnos el siguiente sábado por el hipódromo, con la excusa de correr y eso fue lo que hicimos.
Nos encontramos a media tarde y comenzamos a trotar, mientras que nos contamos un poco sobre nuestras vidas. Patricio tenía un buen trabajo, era súper positivo, simpático, sumamente agradable. La clase de personas con las que uno se siente cómodo y a gusto. Le conté sobre mi vida, sobre mi trabajo, sobre la inestabilidad de ser independiente, sobre mi mujer… Patricio escuchaba atentamente, prestando atención y participando de mi relato. Terminamos de correr y nos sentamos bajo la sombra de un árbol, donde continuamos charlando por largo tiempo. Para mí, era una situación absolutamente novedosa; tenía claro que ese día no tendríamos sexo, que no sucedería nada físico y, aun así, allí estábamos, conversando sobre nuestras vidas, como dos personas que comenzaban a conocerse y entre las que podría suceder algo que fuese más allá de una simple amistad.
Regresé a casa absolutamente fuera se mi eje; no tenía claro que es lo que me estaba sucediendo con Patricio y en un punto, eso comenzaba a asustarme.
Pasé el resto del fin de semana intentando sacarlo de mi cabeza y actuando como si nada hubiese sucedido. Sabía que el lunes Patricio viajaría, por lo que era un hecho que, durante la semana, no nos encontraríamos y no sabía si se podría contactar; no obstante, me mantuve pendiente, viendo si aparecía en Messenger.
Finalmente, el martes se contactó y durante el resto de la semana, mantuvimos breves conversaciones. Regresaría a Buenos Aires el viernes y quedamos en ir a jugar a padel el sábado, los dos solos. Si bien es un juego de cuatro personas, era una de las pocas excusas que se me ocurrían como para poder tener un nuevo encuentro. Patricio me había contado que jugaba al tenis, pero el furor del padel, había hecho desaparecer todas las canchas de tenis que solían existir por la zona. De todas maneras, seguramente nos entretendríamos y pasaríamos un rato agradable.
Nos encontramos el sábado en unas canchas a mitad de camino entre donde ambos vivíamos. Paleteamos una hora, durante la que corrimos bastante. Siempre fui deportista, por lo que no desentoné con su nivel. Fuimos hacia el vestuario, completamente transpirados, nos desvestimos y nos metimos en las duchas. No había absolutamente nadie. Las duchas estaban divididas por tabiques, por lo que solo se podía ver al que eventualmente estuviese duchándose enfrente y Patricio había ingresado a una al lado de la que estaba yo.
Continuamos con nuestra conversación y en un momento, imprevistamente, Patricio ingresó a mi ducha y jugueteando, con cara de pícaro, agarró mi pene, actitud que me sorprendió enormemente, ya que él era una persona sumamente discreta y yo, en esa etapa de mi recorrido, jamás me hubiese animado a hacer algo semejante y menos en un lugar público.
Si bien el vestuario estaba vacío, cualquier flaco podría haber ingresado imprevistamente y podía habernos visto bajo la misma ducha.
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