Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Relatos de un hombre casado

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Relatos de un hombre casado

isbn: 9788468680941

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СКАЧАТЬ para establecer contactos, sitio al que ingresaba diariamente, y fue allí donde me cruzaría con infinidad de hombres. La mayoría de ellos, no pasarían de ser contactos a quienes jamás conocería en persona; con otros, tendría algún encuentro furtivo, con unos pocos, mantendría un contacto más fluido y quienes, finalmente, se transformarían en amigarches, con quienes repetiría encuentros.

      No obstante, más allá de las ganas, de la atracción física y de la química, las distancias, las coincidencias de horarios y muchas veces, el no disponer de lugar en donde hacerlo, hacía que no fuese sencillo combinar y concretar un encuentro, sumado al histeriqueo reinante en estos sitios.

      Solo para hilar cronológicamente vivencias y experiencias que luego me llevarían a transitar por el terremoto sobre el cual más adelante les hablaré, es que comienzo a escarbar en mi memoria, y surgen infinidad de recuerdos de tipos con los que finalmente me encamé, algunos más lindos, otros no tanto, con más onda, con menos onda, buenos en la cama o no tan buenos…

      Fabio fue uno de mis primeros amigarches, un osito rubión, peludo, de ojos claros, con quien me encontré en infinidad de ocasiones y quien me hizo explorar y aprender a disfrutar de mi rol como pasivo. Fabio también era un tipo tapado, vivía de manera oculta su sexualidad. Me gustaba verlo en bolas, tener su lomo peludo y rubio frente de mí, con mis patas enroscadas en su cintura; buena persona; linda experiencia, había piel, había química. Solo en una oportunidad pude cojérmelo. Finalmente, y no sé por qué, perdimos contacto y jamás nos volvimos a ver.

      Otro amigarche fue Roberto, comisario de abordo, que cubría vuelos internacionales, a quien, de vez en cuando, visitaba en su departamento. Roberto era un poco mayor que yo, pero se mantenía en forma y era un gran tipo. Nunca pasó de ser simplemente sexo, ni siquiera explosivo, solo un momento de sexo como para sacarse la calentura. Cuando estaba en Baires me contactaba y lo hacíamos.

      Coincidió con una etapa en la que mi mujer viajaba dos o tres días al mes por trabajo y yo hacía uso de mi soltería temporaria.

      Recuerdo a Juan, que vivía a diez cuadras de casa. Una noche, nos cruzamos en el chat y en media hora, lo estaba pasando a buscar con el auto por la esquina de su casa, en la que vivía con sus padres. Un tipazo… su cara me hacía acordar a Baglietto en su juventud, aunque con lomo más morrudo y bien peludo, como me calientan. Con Juan pasé una linda noche, en la que recuerdo que, de manera muy distendida, desnudo y boca abajo se tiró sobre mi cama, entregado como para que me lo cojiera. Lindo tipo, al que, como me sucedió con tantos otros, no sé por qué, jamás volví a ver.

      Vince, un inglés que vivía en Baires enseñando idiomas; altísimo, fulero de cara, pero con un lomo divino, hermosas patas y una onda increíble. Recuerdo como me calentaba cuando me decía “Be gently Gonza, please, be gently…” mientras me lo estaba cojiendo. Luego se trasladó a la India y seguimos en contacto durante un tiempo, hasta que dejamos de hacerlo.

      Muchos encuentros furtivos con flacos sobre los que no recuerdo sus nombres ni sus rostros, pero con los que viví situaciones que me marcaron por haber sido las primeras, como el encuentro con uno que vivía en Belgrano, quien fue el primero que se paró, me alzó como pluma y me puso contra una pared para cojerme de parado, mientras que yo lo abrazaba con mis brazos y con mis piernas; solo recuerdo que era rubión, morrudo y peludo.

      La misma experiencia la repetí con un flaco de aspecto turco, musculoso, morocho, que, a pesar de ser de mi tamaño, me levantó como pluma, me puso contra el placar y me garchó de parado, y a quien luego, le devolví la cojida sobre su cama.

      Con el transcurrir de mis encuentros y de las experiencias sumadas, comenzaría a darme cuenta de que la belleza física no lo era todo; por supuesto que lo físico es lo que genera “prima facie” atracción o rechazo, aunque mi experiencia me comenzaba a demostrar, que, como expresa el dicho popular “Billetera mata galán” cabía otro que perfectamente podría enunciar “Piel y química matan galán” no me cabe dudas sobre esto y aplicaba perfecto a lo que me sucedería con Fausto.

      Capítulo IV

      Fausto, un Adonis de mármol

      Nos habíamos cruzado en Gaydar y luego continuaríamos chateando en Messenger. En su perfil, Fausto había puesto una foto en la que estaba parado a orilla del mar, vistiendo una zunga celeste, no se le veía la cara, pero si el lomazo impecable. Era casado, vivía en zona norte, bastante cerca de donde vivía yo y trabajaba en Puerto Madero.

      Comenzamos a chatear casi a diario, aunque aún no nos conocíamos las caras. Nuestra situación encajaba perfecto, ambos buscábamos un encuentro sexual con otro macho, los dos éramos casados, tapados, vivíamos por la misma zona. Fausto era más tapado y reprimido que yo, no se animaba a nada. Sospechaba que, seguramente, sus experiencias sexuales con otros hombres deberían ser escasas o casi nulas.

      Luego de tanto chat y ante mi insistencia, sabiendo que diariamente tomaba el tren hacia el centro, logré convencerlo como para que una mañana, camino hacia su trabajo, se bajase en la estación cercana a casa; vivíamos solo a tres estaciones de distancia, por lo que resultaría una buena opción como para que, al menos, nos encontrásemos y tantear si valía la pena hacer el esfuerzo como para concretar un encuentro sexual.

      Finalmente, combinamos día y hora. Se bajaría del tren y nuestro encuentro duraría lo que tardase en llegar la siguiente formación, ya que Fausto debía seguir camino hacia su trabajo.

      Llego el día esperado, fui hasta la estación en auto y vistiendo ropa deportiva, el short blanco de rugby que solía usar en esa época, remera de manga corta y zapatillas de running. Estacioné y vi que se iba un tren, caminé apresurado hasta el andén en el que Fausto supuestamente se había bajado.

      El andén quedó vacío, pero Fausto no estaba. Pensé que quizá, había cambiado de opinión y que no se había animado a bajar. A pesar de la decepción, decidí esperar al siguiente tren.

      Transcurrieron diez minutos y otra formación se aproximó al andén, nuevamente, una multitud descendió del tren. En mi cabeza tenía una imagen más o menos armada de Fausto, seguramente los podría identificar, aunque realmente, había muchos machos facheros y no iba a parar a cada uno de ellos preguntándoles si se llamaban Fausto.

      El andén comenzó a vaciarse y vi que, parado, ya casi solo, había un flaco que comenzaba a caminar hacia mí. No podía ser… era demasiado.

      –¿Gonzalo? –preguntó tímidamente.

      –Qué haces Fausto –respondí.

      ¡Se partía! lentes de sol, cabello negro, tez blanca, cara angulosa, de macho destructor, más alto que yo, camisa escocesa en la gama de los azules, pantalón pinzado natural, mocasines náuticos y mochila al hombro. Parecía un modelo de gráfica de relojes o de perfumes… ¡Tremendo!

      –Finalmente acá estamos –dijo Fausto.

      –Sí, acá estamos y estás tremendamente fuerte macho –dije.

      –Callate boludo –dijo Fausto.

      No había quedado nadie en el andén, por lo que no entendía su temor o su vergüenza. Claramente, Fausto vivía en un tapper y no se atrevía siquiera a insinuar nada por fuera de cuatro paredes o de un chat.

      –Vamos СКАЧАТЬ