Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón
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Название: Relatos de un hombre casado

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Relatos de un hombre casado

isbn: 9788468680941

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СКАЧАТЬ pene de Daniel salía de mi ano.

      –Te la quiero poner –dije.

      Daniel se quitó el preservativo, apoyó ambos brazos sobre el colchón, dejando su torso semi incorporado.

      –Mirá, la verdad es que no lo hablamos, pero no me va mucho que me la pongan –contestó.

      –Es verdad, no pregunté, solo supuse que pagaba por un servicio completo –repliqué.

      Daniel se arrodilló, tomó mi nuca con una mano y me besó.

      –Me caíste bien y me gustás; voy a hacer una excepción –dijo, poniéndose directamente en posición de perrito.

      Ufff… Muy fuerte para mí el tener a un macho entregándose de esa manera. Sentí que mi pija explotaba. Me puse un preservativo, unté mi pene y su ano con lubricante y me posicioné por detrás de él. Lo tomé de las caderas y sentí como mi miembro de deslizaba entre sus nalgas.

      –Pará, pará… tenés la pija grande y un ano no es una concha… quédate quieto y déjame a mí –ordenó Daniel.

      Obedecí y me quedé inmóvil, sintiendo mi glande apoyado en su ano y con mis manos aun tomando sus caderas.

      Daniel comenzó a moverse lentamente, haciendo que mi glande se moviese de un lado hacia el otro entorno a su ano, ejerciendo un poco de presión y retirándose. Mi inexperiencia hizo que me mantuviese quieto, tal como él lo había indicado.

      Continuó con ese juego, buscando su dilatación, y percibí que, lentamente, mi glande comenzaba a desaparecer dentro suyo.

      –Dale –dijo Daniel.

      No me lo debería decir dos veces. Afirmé mis rodillas e hice un movimiento con mi pelvis, logrando que mi pene se enterrase completo dentro de él. Daniel emitió una exclamación. La situación completa me elevó a un nivel de calentura nunca antes experimentado. Sentí que un irrefrenable orgasmo me invadía y en dos o tres movimientos, la carga de mis bolas comenzaba a llenar el preservativo. Pegué un grito de placer, que liberaba el inmenso peso provocada por años de represión.

      Se la saqué, me quité el preservativo y me tiré boca arriba sobre el colchón. Comencé a tocarme el pene, haciendo que aparecieran las últimas gotas de semen. Daniel se incorporó, se paró a la altura de mis caderas, apoyando cada pie al lado de mi cuerpo, mirándome de frente y comenzó a masturbarse.

      En segundos, su esperma quedaba depositado sobre mi panza y sobre mi pecho, enredándose entre mis pelos. Realmente fuerte la imagen de un tipo parado frente de mí y eyaculando sobre mi torso.

      –¿Te gustó?, ¿estuve a la altura de tus expectativas? –preguntó Daniel.

      –Lindo, linda experiencia –contesté.

      No tenía ningún parámetro desde donde poder comparar. Salvo por la autoexploración y por el disfrute con una mujer, era mi primera vez con un hombre. A la distancia y comparado con todo lo que más tarde experimentaría, esta primera vez, seguramente no superaba una puntuación de cinco en una escala del uno al diez.

      –Me permitís ir al baño –preguntó Daniel.

      –Sí, claro, si te querés duchar, hacelo, no hay problemas –dije.

      Me incorporé y lo acompañé, le alcancé un toallón, tomé papel higiénico, limpie mi torso, tire el papel en el inodoro y regresé a mi cuarto, subí el colchón a la cama y me puse el short y la remera.

      Escuché que Daniel cerraba los grifos de la ducha y en minutos ingresaba al dormitorio, con el pelo mojado y con el toallón atado en su cintura; lo dejó caer y comenzó a cambiarse. Se puso el bóxer, el jean y la camisa. Se sentó en la cama para ponerse las zapatillas.

      –Gonza, la verdad es que muy buena onda la tuya, ¿te vendrías el próximo fin de semana a una fiestita con amigos míos? de onda te lo digo, me refiero a que sin dinero de por medio, mis amigos estarían felices al ver ese pedazo –dijo Daniel.

      Su comentario sí que me tomó por sorpresa. ¡Era mi primera vez con un macho, por el que incluso había pagado y de repente me estaba invitando a una fiesta sexual con amigos!

      Si bien su propuesta me resultaba halagadora y me daba la pauta de que, de animarme a salir a en busca de hombres, no me resultaría complicado conseguir con quien tener sexo, su invitación superaba ampliamente los límites que yo estaba dispuesto a cruzar en ese momento y aun, de haberme animado, la reticencia inicial por parte de Daniel para usar preservativos, me hizo sospechar que no se cuidaba responsablemente, por lo que difícilmente lo hicieran sus amigos. Esto, definitivamente puso freno a cualquier tentación como para aceptar su oferta.

      –Gracias, pero paso –respondí.

      –Bueno, si cambias de opinión, simplemente llamá a donde llamaste hoy y pedís por mí –dijo Daniel.

      –Dale, ok –respondí.

      Lo acompañé hasta la calle, nos saludamos y jamás nos volvimos a ver.

      Muchas veces pienso en él, e incluso, me pregunto si seguirá vivo; suena medio tétrico decirlo de esa manera, pero sí que eran épocas complicadas como para no cuidarse.

      Luego de mi primera experiencia con Daniel, tuve algunas otras en las que pagué por sexo y que resultaron mediocres.

      Afortunadamente, en poco tiempo, surgiría Internet, que traería un mundo nuevo de posibilidades para ser exploradas.

      Capítulo III

      Un mundo nuevo

      Finalmente, Internet irrumpía en nuestras vidas y de la mano de esta nueva y maravillosa herramienta, comenzaban a aparecer sitios de contactos de todo tipo. En alguno de ellos, comencé a crear mis perfiles, primero, tímidamente y luego sin prejuicios de poner fotos en bolas y de liberarlas a quienes me lo pidieran y lógicamente, a quienes me interesaran.

      Accedía diariamente, investigando e ingresando a un mundo nuevo que se abría ante mí y que me ofrecía la posibilidad de contactarme con infinidad de hombres que se encontraban en la búsqueda de establecer relaciones con otros hombres, algunos que intentaban satisfacer sus deseos ocultos y reprimidos, y otros que vivían su sexualidad libremente. Esta nueva herramienta, me dejaría ver que no estaba solo en esta aventura, que existían muchísimos pares, hombres que, aun viviendo con mujeres, casados o no, con hijos o sin ellos, disfrutaban al tener sexo con otros varones.

      Ya no sería necesario pagar por sexo y fundamentalmente, si decidiera o me diese morbo hacerlo, sabría de antemano con quien me encontraría, ya que también aparecían páginas con ofertas de servicios sexuales en las que se incluían fotos.

      Lentamente, iría descubriendo lo que más tarde entendí que era un verdadero “zoológico humano.”

      Hasta ese momento, jamás hubiese imaginado la variedad de gustos, morbos y deseos sexuales ávidos por СКАЧАТЬ