La Marcha De Los Reyes . Морган Райс
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La Marcha De Los Reyes - Морган Райс страница 8

СКАЧАТЬ y le dio una bofetada lo suficientemente fuerte para detenerse. Finalmente, Firth se centró en él.

      “Dime todo”, ordenó Gareth fríamente. “Dime exactamente lo que pasó. ¿Por qué lo hiciste?”

      “¿Cómo que por qué?”, preguntó Firth, confundido. “Tú querías matarlo. Tu veneno no funcionó. Pensé que podía ayudarte. Pensé que es lo que querías”.

      Gareth negó con la cabeza. Agarró a Firth de la camisa y lo sacudió, una y otra vez.

      “¡¿Por qué lo hiciste?!”, gritó Gareth.

      Gareth sintió que su mundo se derrumbaba. Estaba asombrado al darse cuenta de que en realidad sentía remordimiento por su padre. Él no podía entenderlo. Hace unas horas, lo que quería más que nada era ver que lo envenenaran, que muriera en la mesa. Ahora la idea del asesinato le pegó como si hubiera muerto su mejor amigo. Se sintió abrumado por el remordimiento. Una parte de él no quería que muriera después de todo—en especial, no de esa manera. No en manos de Firth. Y no por una daga.

      “No entiendo”, se quejó Firth. “Hace unas horas tú intentaste matarlo. Con lo de la copa. ¡Pensé que estarías agradecido!”

      Para su propia sorpresa, Gareth estiró la mano y golpeó a Firth en la cara.

      “¡Yo no te dije que hicieras esto!”, espetó Gareth. “Nunca te dije que hicieras eso. ¿Por qué lo mataste? Mírate. Estás cubierto de sangre. Ahora ambos estamos acabados. Es cuestión de tiempo para que los guardas nos atrapen”.

      “Nadie me vio”, dijo Firth. “Lo hice entre el cambio de turnos. Nadie me vio”.

      “¿Y dónde está el arma?”

      “No la dejé”, dijo Firth orgullosamente. No soy estúpido. Me deshice de ella”.

      “¿Y qué cuchillo usaste?”, preguntó Gareth; su mente giraba pensando en las implicaciones. Pasó del remordimiento a la preocupación; su mente corría pensando en cada detalle de la pista que ese tonto torpe podría haber dejado, cada detalle que podría conducirlo hacia él.

      “Usé una que no podría ser rastreada», dijo Firth, orgulloso de sí mismo. “Era una cuchilla despuntada, sin sobresalir. La encontré en los establos. Había otras cuatro similares. No podría ser rastreada”, repitió.

      Gareth se sintió descorazonado.

      “¿Era un cuchillo corto, con mango rojo y hoja curva, que estaba sobre la pared, junto a mi caballo?”

      Firth asintió, mirando dudoso.

      Gareth frunció el ceño.

      “¡Eres un tonto! ¡Por supuesto que la hoja es rastreable!”

      ”¡Pero no tenía ninguna marca!”, protestó Firth, sonando asustado, con voz temblorosa.

      “No hay marcas en la navaja— ¡pero hay marcas en la empuñadura!”, gritó Gareth. “¡Por debajo! No revisaste con cuidado. Eres un tonto”. Gareth dio un paso adelante, enrojeciendo. “El emblema de mi caballo está tallado debajo de ella. Quien conozca a la familia real, bien puede rastrear la navaja y llevarlo hacia mí”.

      Miró fijamente a Firth, quien parecía perplejo. Él quería matarlo.

      ¿Qué hiciste con ella?”, dijo Gareth presionando. “Dime que la tienes contigo. Dime que la trajiste contigo. Por favor”.

      Firth tragó saliva.

      “Me deshice de ella con cuidado. Nunca la encontrará nadie”.

      Gareth hizo una mueca.

      “¿En qué lugar, exactamente?”

      “La tiré por la rampa de piedra, en el orinal del castillo. Tiran el orinal cada hora, en el río. No te preocupes, mi señor. Ya está en lo profundo del río”.

      Las campanas del castillo repicaron de repente, y Gareth dio la vuelta y corrió hacia la ventana abierta, su corazón se llenó de pánico. Se asomó y vio todo el caos y conmoción abajo, la turba rodeaba el castillo. El repicar de las campanas sólo podían significar una cosa: Firth no estaba mintiendo. Él había matado al rey.

      Gareth sintió que su cuerpo se congelaba. No podía concebir que había puesto en marcha una maldad tan grande. Y que Firth, de todas las personas, lo había llevado a cabo.

      Se escuchó un golpe repentino en su puerta, se abrió de golpe, y varios guardias reales entraron apresuradamente. Por un momento, Gareth estaba seguro de que lo arrestarían.

      Pero para su sorpresa, se detuvieron y se pusieron en posición de firmes.

      “Mi señor, su padre ha sido apuñalado. Puede haber un asesino suelto. Asegúrese de mantener la seguridad en su habitación. Él está gravemente herido”.

      El vello del cogote de Gareth se erizó con esas últimas palabras.

      “¿Herido?”, repitió Gareth; la palabra casi se le pega en la garganta. “¿Entonces todavía está vivo?”

      “Lo está, mi señor. Y primero Dios, sobrevivirá y nos dirá quién cometió ese acto atroz”.

      Con una corta reverencia, el guardia salió rápidamente de la habitación, cerrando la puerta con fuerza.

      La rabia inundó a Gareth y sujetó a Firth de los hombros, lo empujó por la habitación y lo estrelló contra un muro de piedra.

      Firth lo miró, con los ojos bien abiertos, pareciendo horrorizado, sin habla.

      “¿Qué has hecho?”, gritó Gareth. “¡Ahora ambos estamos acabados!”.

      ”Pero...pero...” Firth tropezó, “¡yo estaba seguro de que había muerto!”.

      “Estás seguro de muchas cosas”, dijo Gareth, “¡y todas están equivocadas!”.

      Gareth pensó en algo.

      “La daga”, dijo. “Tenemos que recuperarla, antes de que sea demasiado tarde”.

      “Pero ya la tiré, mi señor”, dijo Firth. “¡Se fue por el río!”

      “La tiraste en el orinal. Eso no significa que ya está en el río”.

      “¡Pero es lo más seguro!”, dijo Firth.

      Gareth ya no podía soportar las torpezas de este idiota. Salió precipitadamente hacia la puerta; Firth le siguió de cerca.

      “Iré contigo. Te diré exactamente dónde la tiré”, dijo Firth.

      Gareth se detuvo en el corredor, giró y miró a Firth. Estaba lleno de sangre y Gareth estaba sorprendido de que los guardias no lo hubieran visto. Fue una suerte. Firth estorbaba más que nunca.

      “Sólo voy a decirlo una vez”, gruñó Gareth. “Regresa a mi cuarto de inmediato, cámbiate de ropa, y quémala. Deshazte de cualquier rastro de sangre. Después, desaparece del castillo. Aléjate de СКАЧАТЬ