La Marcha De Los Reyes . Морган Райс
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La Marcha De Los Reyes - Морган Райс страница 4

СКАЧАТЬ

      CAPÍTULO DOS

      Thor agarró la aldaba de hierro de la inmensa puerta de madera delante de él y tiró con todas sus fuerzas. Se abrió lentamente, crujiendo, y reveló ante él la cámara del rey. Dio un paso, sintiendo el vello de sus brazos cosquilleando mientras cruzaba el umbral. Podía sentir una gran oscuridad aquí, permaneciendo en el aire, como una niebla.

      Thor dio varios pasos hacia la cámara, escuchando el crujido de las antorchas en las paredes, mientras se abría camino hacia el cuerpo, acostado en el suelo. Ya presentía que era el rey, que había sido asesinado—que él, Thor, había llegado demasiado tarde. Thor no podía dejar de preguntarse dónde estaban todos los guardias, por qué nadie estaba ahí para rescatarlo.

      Las rodillas de Thor se debilitaron mientras daba los últimos pasos hacia el cuerpo; se puso de rodillas sobre la piedra, le agarró el hombro, ya frío, y giró al rey.

      Ahí estaba MacGil, su antiguo rey, allí tendido, con los ojos bien abiertos, muerto.

      Thor miró hacia arriba y vio de repente al asistente del rey parado ante ellos. Sostenía una gran copa enjoyada, la que Thor reconoció de la fiesta, hecha de oro macizo y cubierto de hileras de rubíes y zafiros. Mientras miraba a Thor, el asistente lo vertió lentamente en el pecho del rey. El vino salpicó toda la cara de Thor.

      Thor oyó un chirrido, y volteó a ver a su halcón, Estopheles, encaramado en el hombro del rey; lamiendo el vino de su mejilla.

      Thor oyó un ruido y se volvió para ver Argon, de pie junto a él, mirando hacia abajo seriamente. En una mano, sostenía la corona, brillando. En la otra, su vara.

      Argon se acercó y colocó la corona firmemente en la cabeza de Thor. Thor podía sentirla, se hundía con su peso, ajustándose adecuadamente, con el metal abrazando su sien. Miró a Argon, asombrado.

      “Ahora tú eres el rey”, dijo Argon.

      Thor parpadeó, y cuando abrió los ojos, delante de él estaban todos los miembros de la Legión, de los Plateados, cientos de hombres y niños hacinados en la cámara, todos mirándolo. Todos se arrodillaron, hicieron una reverencia, con las caras dirigidas hacia abajo.

      “Nuestro rey”, se oyó un coro de voces.

      Thor se despertó sobresaltado. Se sentó respirando con dificultad, mirando alrededor. Estaba oscuro ahí, y húmedo, y se dio cuenta de que estaba sentado en el suelo de piedra, de espaldas a la pared. Entrecerró los ojos en la oscuridad, vio las barras de hierro a lo lejos y más allá de ellas, una antorcha con la luz parpadeante. Entonces recordó el calabozo. Había sido arrastrado hasta aquí, después de la fiesta.

      Recordó al guardia pegándole en la cara, y se dio cuenta de que debía haber estado inconsciente; no sabía por cuánto tiempo. Se sentó, respirando profundamente, tratando de olvidar el horrible sueño. Había parecido tan real. Rezó para que no fuera verdad, para que el rey no hubiera muerto. La imagen del rey muerto se alojó en su mente. ¿Realmente Thor había visto algo? ¿O había sido solamente su imaginación?

      Thor sintió que lo pateaban en la planta del pie, y miró hacia arriba y vio a alguien de pie, delante de él.

      “Ya era hora de que despertaras», dijo la voz. “Llevo horas esperando”.

      En la tenue luz, Thor distinguió la cara de un adolescente, como de su edad. Era delgado, bajito, con las mejillas hundidas y la piel picada de viruela—pero parecía haber algo amable e inteligente detrás de sus ojos verdes.

      “Soy Merek”, dijo él. “Tu compañero de celda. ¿Por qué te trajeron aquí?

      Thor se incorporó, tratando de reaccionar. Se apoyó contra la pared, pasó sus manos por su cabello, y trató de darle sentido a todo.

      “Dicen que trataste de matar al rey”, continuó diciendo Merek.

      “Él trató de matarlo y vamos a hacerlo pedazos si sale de detrás de esas rejas»”, gruñó una voz.

      Se escuchó un coro de ruidos metálicos; las copas de estaño golpeaban las barras de metal y Thor vio el corredor, lleno de celdas, con prisioneros grotescos sacando sus cabezas contra las barras, con las luces parpadeantes de las antorchas, burlándose de él. La mayoría no se había afeitado, no tenían algunos dientes, y algunos lo miraban como si llevaran años ahí. Era un espectáculo horrible, y Thor se obligó a apartar la mirada. ¿Realmente estaba él ahí? ¿Se quedaría ahí para siempre con esa gente?

      “No te preocupes por ellos”, dijo Merek. “Sólo somos tú y yo en esa celda. Ellos no pueden entrar. Y me importa un comino si envenenaste al rey. Yo mismo quisiera matarlo”.

      “Yo no envenené al rey”, dijo Thor, indignado. “Yo no envenené a nadie. Estaba tratando de salvarlo Lo único que hice fue tirar su copa”.

      “¿Y cómo supiste que la copa estaba envenenada?”, gritó una voz desde el pasillo, que estaba escuchando. “¿Supongo que con magia?”

      Se escuchó un coro de risas cínicas por todo el corredor de las celdas.

      “¡Es psíquico!”, gritó uno de ellos, burlándose.

      Los otros rieron.

      “¡No, solo adivinó!”, bramó otro, para deleite de los demás.

      Thor los miró con ira, resintiendo las acusaciones, queriendo dejar las cosas en claro. Pero sabía que era una pérdida de tiempo. Además, no tenía que defenderse de esos criminales.

      Merek lo estudió, con una mirada no tan escéptica como la de los otros. Parecía que estaba debatiendo.

      “Creo en ti”, dijo en voz baja.

      “¿En verdad?”, preguntó Thor.

      Merek se encogió de hombros.

      “Después de todo, si ibas a envenenar al rey, ¿serías tan tonto de avisarle?”.

      Merek se dio la vuelta y se alejó, a unos pasos del costado de la celda y se inclinó contra la pared y se sentó frente a Thor.

      Ahora Thor tenía curiosidad.

      “¿Por qué estás aquí?”, preguntó él.

      “Por ladrón”, contestó Merek, un poco orgulloso.

      Thor se sorprendió; nunca había estado en la presencia de un ladrón, de un verdadero ladrón. Él nunca había pensado en robar, y siempre se había asombrado por la gente que lo hacía.

      “¿Por qué lo haces?”, preguntó Thor.

      Merek se encogió de hombros.

      “Mi familia no tenía comida. Tenían que comer. No fui a la escuela ni tengo habilidad alguna. Robar es lo que sé hacer. Nada importante. Solamente comida. Lo que sea que los ayude. Logré hacerlo durante años. Y entonces me atraparon. Esta es la tercera vez que me atrapan, en realidad. La tercera vez fue la peor”.

      “¿Por qué?”, preguntó Thor.

      Merek estaba callado, después negó con la cabeza, СКАЧАТЬ