Название: Una Promesa De Gloria
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Героическая фантастика
Серия: El Anillo del Hechicero
isbn: 9781632911469
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Gwen también se sentía perpleja, desgarrada por su patria. Ella apenas podía entender que el Escudo se hubiera desactivado, que el Cañón hubiera sido violado. Habían estado circulando rumores de espías lejanos, de que Andrónico había llegado a las costas de McCloud. Ella no estaba segura de qué creer. Le costaba trabajo entender que hubiera pasado tan rápidamente – después de todo, Andrónico todavía tendría que enviar a toda su flota a través del océano. A menos que de alguna manera McCloud hubiera estado detrás del robo de la espada y hubiera orquestado la desactivación del Escudo. Pero, ¿cómo? ¿Cómo había consiguió robarla? ¿A dónde se la llevaba?
Gwen podía sentir lo abatidos que se sentían todos alrededor de ella, y no podía culparlos. Había un aire de desánimo entre la multitud y por buenas razones; sin el Escudo, estaban todos indefensos. Era sólo cuestión de tiempo – si no es que hoy mismo, mañana o pasado mañana – que Andrónico invadiría. Y cuando lo hiciera, no habría forma que podrían contener a sus hombres. Este lugar, todo lo que había amado y querido desde niña, pronto podría ser conquistado y morirían todos a los que ella amaba.
Mientras marchaban, era como si fueron hacia su muerte. Andrónico todavía no estaba aquí, pero se sentía como si ya hubieran sido capturados. Recordó algo que su padre dijo una vez: conquista el corazón de un ejército y la batalla ya está ganada.
Gwen sabía que dependía de ella inspirarlos a todos, hacer que sintieran seguridad —de alguna manera, incluso, de optimismo. Ella estaba decidida a hacerlo. No podía dejar que sus temores personales o sensación de pesimismo, le superara en un momento como éste. Y se negó a permitirse regodearse en la autocompasión. Esto ya no se trataba sólo de ella. Se trataba de estas personas, de sus vidas, de sus familias. Le necesitaban. Todos buscaban su ayuda.
Gwen pensó en su padre y se preguntó qué haría él. Sonrió al pensar en él. Habría puesto cara de valiente, pasara lo que pasara. Siempre le había dicho que ocultara el miedo con bravatas, y al pensar en la vida de él, nunca había parecido tener miedo. Ni una vez. Quizás era sólo pose; pero fingía muy bien. Como líder, había sabido que estaba expuesto todo el tiempo, sabía que era el espectáculo que la gente necesita, tal vez incluso más que el liderazgo.
El era demasiado generoso para entregarse a sus miedos. Ella podría aprender de su ejemplo. Ella tampoco lo haría.
Gwen miró a su alrededor y vio a Godfrey marchando junto a ella y junto a él iba Illepra, la curandera; ellos dos iban conversando, y ella se dio cuenta de que los dos parecían gustarse cada vez más, desde uqe Illepra le había salvado la vida. Gwen anhelaba que sus otros hermanos también estuvieran ahí. Pero Reece se había ido con Thor, Gareth por supuesto había desaparecido de su vida para siempre, y Kendrick seguía en algún lugar en el Este, ayudando todavía a reconstruir ese pueblo lejano. Había enviado un mensajero por él – había sido la primera cosa que había hecho – y oró para que le llegara a tiempo para recuperarlo, traerlo a Silesia para estar con ella y ayudar a defenderlo. Al menos, entonces, dos de sus hermanos – Kendrick y Godfrey – podrían refugiarse en Silesia con ella; eso los representaba a ellos. Excepto, por supuesto, su hermana mayor, Luanda.
Por primera vez en mucho tiempo, Gwen pensaba en Luanda. Siempre había tenido una amarga rivalidad con su hermana mayor; no le había sorprendido a Gwen en lo más mínimo que Luanda hubiera aprovechado la primera oportunidad que tuvo para huir de la Corte del Rey y casarse con ese McCloud. Luanda siempre había sido ambiciosa y siempre había querido ser la primera. Gwendolyn la había amado y la había admirado cuando era joven; pero Luanda, siempre competitiva, no había correspondido a su amor. Y después de un tiempo, Gwen había dejado de intentarlo.
Sin embargo ahora Gwen se sentía mal por ella; se preguntaba qué habría sido de ella, ya que los McCloud habían sido invadidos por Andrónico. ¿La asesinarían? Gwen se estremeció ante la idea. Eran rivales, pero al final del día, seguían siendo hermanas y ella no quería verla muerta antes de tiempo.
Gwen pensó en su madre, la otra única persona de su familia que se quedó allá, varada en la Corte del Rey, con Gareth, incluso en su estado. Pensar en ello la hizo estremecer. A pesar de toda la rabia que aún le tenía a su madre, Gwen no quería que terminara como lo hizo ella. ¿Qué pasaría si la Corte del Rey fuera invadida? ¿Su madre sería asesinada?
Gwen no pudo evitar sentir como si su vida cuidadosamente construida se estuviera colapsando alrededor de ella. Parecía que fue ayer que estaban en pleno verano, que era la boda de Luanda, que había una gloriosa fiesta, que la Corte del Rey estaba llena de abundancia, que ella y su familia estaban todos juntos, celebrando – y que el Anillo era inexpugnable. Parecía como si fuera a durar para siempre.
Ahora todo se había hecho pedazos. Nada era como había sido.
Había una fría brisa de otoño, y Gwen puso su suéter de lana azul, firmemente sobre sus hombros. El otoño había sido demasiado corto este año; ya se acercaba el invierno. Ella podía sentir la brisa helada, cada vez más fuerte, con humedad, mientras se dirigían más al norte a lo largo del Cañón. El cielo se estaba oscureciendo antes y el aire estaba lleno de un nuevo sonido – el graznido de las aves de invierno, los buitres rojos y negros que daban vueltas por lo bajo cuando la temperatura disminuía. Graznaban incesantemente, y el sonido a veces era irritante para Gwen. Era como el sonido de la muerte que se acercaba.
Desde que se despidieron de Thor, se habían marchado por el Cañón, siguiendo hacia el norte, sabiendo que les llevaría a la ciudad más occidental de la parte occidental del Anillo – Silesia. Al marchar, la neblina inquietante del Cañón salía en ondas, aferrándose a los tobillos de Gwen.
"No estamos lejos ahora, mi lady", dijo una voz.
Gwen vio a Srog al otro lado de ella, vestido con la armadura roja distintiva de Silesia y flanqueado por varios de sus guerreros, todos usando su cota de malla roja y botas. Gwen había sido tocada por la bondad de Srog hacia ella, por su lealtad a la memoria de su padre, por su ofrecimiento de Silesia como refugio. No sabía qué habría hecho ella y toda esta gente, si no fuera así. Incluso ahora, seguirían estando en la Corte del Rey, a merced de la traición de Gareth.
Srog era uno de los lores más honorables que había conocido ella. Con miles de soldados a su disposición, con su control de la famosa fortaleza de Occidente, Srog no había necesitado rendir homenaje a nadie. Pero rindió homenaje al padre de ella. Siempre había sido un poder equilibrio de poder discreto. En los tiempos del padre de su padre, Silesia había necesitado a la Corte del Rey; en el tiempo de su padre, no tanto; y en el tiempo de ella, nada en absoluto. De hecho, con la desactivación del Escudo y el caos en la Corte del Rey, ellos eran los que necesitaban a Silesia.
Por supuesto, Los Plateados y La Legión eran los mejores guerreros que existían – como las miles de tropas que acompañaban a Gwen, que abarcaban la mitad del ejército del rey. Sin embargo, Srog, como la mayoría de los lores, pudo simplemente haber cerrado sus puertas y cuidado de su gente.
En cambio, él había buscado a Gwen, había sido leal con ella, y había insistido en ser anfitrión de todos ellos. Había sido un acto de bondad que Gwen había decidida de alguna manera, algún día, retribuirle. Eso si es que todos sobrevivían.
"No tienes que preocuparte", respondió ella con suavidad, poniendo una mano sobre la muñeca de él. "Marcharíamos hasta los confines de la Tierra para entrar en tu ciudad. Somo muy afortunadas de tener tu amabilidad en este difícil momento".
Srog sonrió. Un guerrero de mediana edad con demasiadas arrugas en su cara debido a los combates, con cabello rojo acastañado, un submaxilar fuerte y sin barba, Srog era un hombre de verdad, no sólo un Lord, sino un verdadero СКАЧАТЬ