Encuentro Con Nibiru. Danilo Clementoni
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Название: Encuentro Con Nibiru

Автор: Danilo Clementoni

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Научная фантастика

Серия:

isbn: 9788873047421

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СКАЧАТЬ una hora después, mientras el sol se había ya escondido tras otra duna, un jeep militar, con un coronel y un general en su interior vestidos a la perfección, se paró en la barrera de la entrada de la base aérea de Imam Ali o Camp Adder como la habían rebautizado los americanos durante la guerra de Irak. De la garita blindada salieron dos militares armados hasta los dientes y se dirigieron corriendo hacia el vehículo. Otros dos, que estaban un poco más lejos, no perdían de vista a los pasajeros.

      Â«Buenas tardes, coronel» dijo el soldado que estaba más cerca, después de hacer el saludo militar. «¿Podría ver sus documentos, y también los del general, por favor?»

      El coronel alto y delgado que estaba sentado en el puesto del conductor no dijo una palabra. Sacó del bolsillo interior de la chaqueta un sobre amarillo y se lo dio. El militar se entretuvo un rato en la lectura y apuntó un par de veces con la linterna eléctrica hacia el rostro de ambos. El general notó perfectamente la gota de sudor que, desde el chichón que tenía en la frente, comenzó a descender lentamente sobre la nariz para después caer sobre el tercer botón de la chaqueta, tiesa hasta más no poder debido al potente empuje de la enorme panza que había debajo.

      Â«Coronel Morris y general White» dijo el militar, apuntando de nuevo con la linterna al rostro del coronel.

      Â«Â¡Wright, general Wright!» respondió en un tono realmente irritado el flaco coronel. «¿Qué ocurre sargento, no sabe leer?»

      El sargento, que había pronunciado a propósito de forma equivocada el nombre del general, sonrió y dijo «Haré que les acompañen. Sigan a aquellos dos hombres» y con una señal ordenó a los dos soldados de conducirles hasta la prisión.

      El coronel movió lentamente el jeep. No había recorrido ni diez metros cuando sintió gritar a sus espaldas. «Señor, ¡pare!»

      A los dos ocupantes del jeep se les heló la sangre en las venas. Quedaron inmóviles durante un instante que pareció infinito, hasta que la voz continuó hablando «Han olvidado recoger sus documentos.»

      El corpulento general soltó un suspiro de alivio tan grande que todos los botones de su uniforme estuvieron a punto de salirse.

      Â«Gracias sargento» dijo el delgado alargando la mano hacia el soldado. «Creo que estoy envejeciendo más rápido de lo que pensaba»

      Se pusieron de nuevo en marcha y siguieron a los dos soldados que, marchando a paso ligero, los condujeron rápidamente a la entrada de una construcción baja y de aspecto descuidado. El soldado más joven llamó a la puerta y entró sin esperar respuesta. Poco después, un hombretón negro, completamente calvo, con los galones de sargento y una cara de hombre duro, apareció en la entrada y se puso firme. Hizo el saludo militar y dijo «General, coronel. Por favor, entren»

      Los dos oficiales respondieron al saludo e, intentando ignorar los dolores que estaban reapareciendo, se metieron dentro de la habitación

      Â«Sargento» dijo resueltamente el flaco. «Tenemos aquí una orden escrita por el coronel Hudson que nos autoriza a llevarnos al general Campbell» y le entregó el sobre amarillo.

      El gordo sargento lo abrió y se paró un instante a leer el contenido. Después, fijando sus oscuros y penetrantes ojos en los del coronel, sentenció «Tengo que verificarlo»

      Â«Por favor, hágalo» replicó tranquilamente el oficial.

      El hombretón negro sacó de un cajón del escritorio un folio y lo confrontó con cuidado con aquel que tenía en la mano. Miró de nuevo al coronel y, sin dejar traspasar ninguna emoción, añadió «La firma coincide. ¿Alguna objeción si lo llamo?»

      Â«Es su deber hacerlo. Pero hágalo deprisa, por favor. Hemos perdido ya mucho tiempo» replicó el flaco coronel fingiendo que estaba a punto de perder la paciencia.

      Sin mostrar ningún temor el sargento metió lentamente una mano en el bolsillo del uniforme y extrajo de él su teléfono móvil. Tecleó un número y quedó esperando.

      Los dos oficiales retuvieron la respiración hasta que el militar, después de pulsar la tecla del aparato, comentó lacónicamente «Está fuera de cobertura»

      Â«Bien, sargento. ¿Podemos darnos prisa?» exclamó el oficial en un tono mucho más autoritario que la otra vez. «No podemos estar aquí toda la noche»

      Â«Id a por el general» ordenó el gordo sargento a uno de los soldados que habían acompañado a los dos oficiales.

      Después de un par de minutos, un hombre completamente calvo, con bigote y cejas grises y dos avispados ojos negros apareció en la entrada de la puerta, a espaldas del sargento. Vestía el uniforme con los galones de general pero en su hombro derecho faltaba una de las cuatro estrellas. Estaba esposado y, detrás de él, el soldado de antes le estaba apuntando con el arma.

      Cuando vio a aquellos dos, el general se sorprendió por un instante, después, intuyendo el plan, quedó en silencio y puso la cara más triste que pudo.

      Â«Gracias soldado» dijo el coronel flaco mientras sacaba de su cartuchera su Beretta M9. «Nos hacemos cargo nosotros de esta basura»

      Astronave Theos – El plan de acción

      Â«Â¿No te excita saber que seremos los dos los que salvaremos la tierra, amor mío?» dijo Elisa mientras miraba al coronel con ojos de gatita enamorada y le cogía la mano.

      Â«Â¿Amor mío? ¿No te estás precipitando un poco?» dijo en tono irritado y severo Jack.

      Elisa se asustó y solo cuando el coronel le sonrió dulcemente y le acarició una mejilla comprendió que le estaba tomando el pelo.

      Â«Â¡Serás rastrero! No vuelvas a gastarme una broma de ese tipo sino te vas a enterar quién soy» y comenzó a golpearlo sobre el pecho con las dos manos.

      Â«Calma, calma» le susurro Jack mientras la estrechaba contra él. «Vale. Ha sido una estupidez. No lo haré más»

      Aquel abrazo imprevisto tuvo sobre la doctora un efecto sedante y relajante. Sintió que toda la tensión acumulada hasta ese momento se derretía como la nieve ante el sol. Después de todo lo que había sucedido en las últimas horas, era justo esto lo que necesitaba. Decidió abandonarse entre sus brazos y, cerrando lentamente los ojos, apoyó la cabeza sobre el poderoso pecho y se dejó ir completamente.

      Azakis, mientras tanto, se había introducido en la siempre demasiado estrecha y maldita cabina H^COM y estaba esperando que desde el visor holográfico que había enfrente de él llegase la respuesta a su petición de comunicación.

      Sobre la pantalla, partiendo desde el centro, una serie de ondas multicolores estaban creando un efecto similar al de una piedra que se tira en las tranquilas aguas de un estanque. De repente, de manera gradual, las ondas comenzaron a desaparecer dejando su puesto a la cara delgada y marcada por los años de su superior СКАЧАТЬ