Encuentro Con Nibiru. Danilo Clementoni
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Название: Encuentro Con Nibiru

Автор: Danilo Clementoni

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Научная фантастика

Серия:

isbn: 9788873047421

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СКАЧАТЬ la cuerda que los tenía amarrados al barril se rompió y la panza del gordo, finalmente libre de apreturas, recobró su dimensión normal.

      Â«Â¡Lo conseguí!» exclamó satisfecho el gordito.

      Â«Genial. Ahora mantengámosla abajo hasta que no reaparezca el guardia. Tiene que parecer que todo está en orden.»

      Â«Ok, socio. Vuelvo a simular que duermo.»

      No tuvieron que esperar mucho. Algunos minutos más tarde, de hecho, el ayudante de la doctora volvió a asomar la cabeza por la tienda. Hizo el habitual control de la situación y, no notando nada de extraño, cerró otra vez la cremallera, se colocó bajo la sombra de la entrada y encendió tranquilamente un cigarrillo hecho a mano.

      Â«Ahora» dijo el flaco. «Movámonos»

      La operación, dados los achaques de ambos, resultó más complicada de lo previsto pero, después de emitir algunos gemidos de dolor y haber imprecado durante un rato, acabaron de pie el uno frente al otro.

      Â«Dame la espátula» ordenó el flaco mientras se quitaba la mordaza. Los dolores lacerantes del costado derecho le impedían moverse con agilidad pero consiguió mitigar un poco el dolor al apoyar allí la mano abierta. En unos pocos pasos alcanzó la pared opuesta a la entrada de la tienda, se arrodilló y clavó con lentitud la Trowel Marshalltown. La hoja afilada de la espátula cortó, como si fuera mantequilla, el blando tejido de la pared que daba al este, creando así una pequeña hendidura de unos diez centímetros. El flaco acercó el ojo derecho y echó un vistazo a través de la abertura. Como había pensado no había nadie. ¡Si por lo menos pudiese ver las ruinas de la antigua ciudad, que estaban aproximadamente a un centenar de metros, donde habían escondido el jeep que les serviría para escapar con el botín!

      Â«Vía libre» dijo mientras que con la ayuda del filo de la espátula alargaba hasta el suelo el pequeño corte que había hecho anteriormente. «Vamos» dijo mientras se metía arrastrándose en la rasgadura.

      Â«Podrías haberlo hecho un poco más ancho este agujero, ¿no?» murmuró el gordo entre dos gemidos mientras intentaba con esfuerzo deslizarse hacia el exterior.

      Â«Muévete. Ahora debemos escapar lo más velozmente posible»

      Â«Será una forma de hablar. Lo de caminar, más o menos, no te creas»

      Â«Venga, date prisa y deja de lamentarte. Recuerda que si no conseguimos escapar unos años en la cárcel no nos los quita nadie»

      La palabra cárcel conseguía siempre infundir en el tipo corpulento una fuerza suplementaria. No dijo nada más y, sufriendo en silencio, siguió al compañero que, arrastrándose, se escabulló rápidamente hacia las ruinas.

      Fue el sonido de un motor a lo lejos lo que hizo sospechar algo al hombre que estaba de guardia. Miró durante un momento el cigarrillo casi consumido y, con un rápido gesto, lo tiró al suelo. Se metió con decisión en la tienda y casi no pudo creer lo que veían sus ojos: los dos prisioneros no estaban. Al lado del barril del carburante estaba la cuerda tirada de cualquier manera, un poco más allá los dos trozos de tela que habían usado como mordazas y sobre la pared del fondo de la tienda una enorme hendidura que llegaba hasta el suelo.

      Â«Hisham, chicos» gritó el hombre con todas sus fuerzas. «Los prisioneros han escapado».

      Astronave Theos – El superfluido

      La imagen del objeto que Petri había colocado en el espacio entre Kodon y la Tierra había dejado asombrados a los dos terrestres.

      Â«Â¿Qué se supone que es esa cosa?» preguntó con curiosidad Elisa mientras se acercaba para intentar ver mejor.

      Â«Todavía no tiene oficialmente un nombre.» Petri atrajo de nuevo el objeto al primer plano y, mirando a la doctora, añadió «Quizás podrías tú escoger uno»

      Â«Si por lo menos me explicases qué cosa es, podría intentarlo»

      Â«Desde hace mucho tiempo nuestros científicos trabajan en este proyecto.» Petri cruzó las manos detrás de la espalda y comenzó a caminar lentamente por la habitación. «Este aparato es el resultado de una serie de estudios que en parte van más allá de mis competencias científicas.»

      Â«Os puedo asegurar que son muy notables» añadió Azakis, dando una palmada sobre el hombro de su amigo.

      Â«En pocas palabras, se trata de una especie de sistema antigravitacional. Se basa en un principio que todavía estamos estudiando pero que puedo resumir en unas pocas y simples palabras.»

      Â«Creo que será mejor» comentó Elisa «No os olvidéis que pertenecemos a una especie que, en comparación con la vuestra, podemos definir tranquilamente como poco desarrollada.»

      Petri asintió con un leve movimiento de cabeza. Se acercó a la representación tridimensional del extraño objeto y continuó tranquilamente con su explicación. «Esto que tú has llamado al principio rosquilla, se define geométricamente como toroide2 . El anillo tubular está hueco mientras que aquello que, para simplificar, podemos llamar agujero central contiene el sistema de propulsión y de control.»

      Â«Hasta el momento todo está clarísimo» dijo Elisa cada vez más emocionada..

      Â«Muy bien. Ahora veamos el principio de funcionamiento del sistema.» Petri dio la vuelta a la imagen del toroide y mostró la sección interna del mismo. «El anillo está lleno de un gas, normalmente un isótopo del helio, que, enfriado a una temperatura próxima al cero absoluto, cambia de estado y se transforma en un líquido con unas características muy particulares. En la práctica, su viscosidad es prácticamente nula y consigue desplazarse sin generar ningún detrito. A esta característica nosotros la llamamos superfluidez.»

      Â«Ya me estoy comenzando a perder» dijo con tristeza Elisa.

      Â«Para simplificar, este gas en estado líquido cuando sea oportunamente estimulado por la estructura del anillo conseguirá viajar a su interior, sin ninguna dificultad, y a una velocidad próxima a la de la luz, consiguiendo mantenerla por un tiempo indefinido, en teoría.»

      Â«Realmente asombroso» consiguió decir Jack que no se había perdido ni una sílaba de toda la explicación.

      Â«Creo que lo he entendido» añadió Elisa. «¿Cómo hará esta maldita cosa a contrarrestar los efectos de la atracción gravitacional entre los dos planetas?»

      Â«Llegado a este punto la explicación se complica» respondió Petri. «Digamos que la rotación del superfluido a velocidades próximas a la de la luz genera una curvatura del continuo espacio-tiempo entorno a él, provocando, de esta manera, un efecto anti gravitacional.»

      Â«Â¡Maldita sea!» exclamó Elisa. «Mi viejo profesor de física se estará revolviendo en la tumba.»

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