Название: Encuentro Con Nibiru
Автор: Danilo Clementoni
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Научная фантастика
isbn: 9788873047421
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«Yo serÃa un poco más cauto» dijo Azakis enfriando el entusiasmo del coronel. «Me siento en el deber de informaros que esta cosa no ha sido probada nunca sobre objetos tan grandes como planetas, mejor dicho, hace dos ciclos la probamos pero no ocurrió exactamente como esperábamos. Además, podrÃan tener lugar algunos sucesos no previstos yâ¦Â»
«El aguafiestas de siempre» dijo Petri interrumpiendo a su compañero. «El mecanismo ha sido probado más de una vez. Nuestra misma nave utiliza parte de este principio para su propulsión. Intentemos ser optimistas»
«Porque además no tenemos otra alternativa, ¿me equivoco?» preguntó con amargura Elisa.
«Por desgracia, creo que no» dijo desconsolado Petri mientras bajaba ligeramente la cabeza. «Mi único temor es que, dadas las reducidas dimensiones de nuestro toroide, no consigamos absorber completamente todos los efectos de la atracción gravitacional y una parte de los gravitones3 conseguirá, de todas maneras, hacer su trabajo.».
«¿Estáis diciendo que este artilugio podrÃa no ser suficiente para prevenir la catástrofe?» preguntó Elisa acercándose al alienÃgena en actitud amenazante.
«No totalmente» respondió Petri mientras daba un paso atrás. «Según los cálculos que he hecho se podrÃa decir que aproximadamente un diez por ciento de los gravitones podrÃan escapar a esta trampa.»
«¿Por lo tanto todo el trabajo serÃa inútil?»
«Por supuesto que no» respondió Petri. «Reduciremos los efectos un noventa por ciento. Quedará fuera de control muy poca cosa.»
«Lo llamaremos Newark» dijo Elisa satisfecha. «Ahora a trabajar. Siete dÃas pasan enseguida.»
Base aérea Camp Adder â La evasión
Los dos extraños personajes, todavÃa vestidos de beduinos, acababan de entrar en su escondite en la ciudad; llamó su atención un sonido intermitente que provenÃa del ordenador portátil que habÃan dejado encendido encima de la mesa de la sala de estar.
«¿Y ahora quién diablos es?» preguntó con fastidio el tipo delgado.
El gordito, siempre más tranquilo, se acercó al ordenador y, después de haber escrito una contraseña muy complicada, dijo «Es un mensaje de la base»
«Querrán saber si la operación ha tenido éxito»
«Dame un segundo, lo descifro enseguida»
Sobre la pantalla del ordenador aparecieron, en primer lugar, una serie de caracteres incomprensibles, a continuación unas lÃneas de código tecleadas secuencialmente. El mensaje comenzó, con lentitud, a aparecer.
El general ha sido capturado y conducido a la base aérea de Camp Adder. Necesita ser rescatado inmediatamente. |
«¡Maldita sea!» exclamó el gordito. «Lo han descubierto.»
«¿Cómo demonios lo habrán conseguido?»
«Bueno, seguramente tienen unos canales de comunicaciones mejores que los nuestros. No se les escapa nada.»
«¿Y según ellos cómo lo debemos hacer?»
«Yo qué se. Aquà sólo dice que debemos ir a liberarlo»
«¿Con lo hechos polvo que estamos? No pinta nada bien»
El tipo alto y delgado sacó una silla de debajo de la mesa, la giró noventa grados, después, emitiendo una serie de gemidos intermitentes, se deprimió. «Era lo que nos faltaba»
Apoyó un codo sobre el plano pulido de la mesa y dejó que la vista se perdiese más allá de la ventana que habÃa enfrente. Notó que los vidrios estaban realmente sucios y que el de la derecha tenÃa una grieta que lo atravesaba a lo largo.
De repente, alzó los ojos hacia su ordenador, después de esbozar una sonrisa sardónica, dijo. «Se me acaba de ocurrir una idea»
«Lo sabÃa. Conozco esa mirada»
«Ve a por el botiquÃn y déjame darle una ojeada al chichón que tienes en la cabeza»
«En realidad me preocupa más mi pobre muñeca. No me gustarÃa que estuviese rota.»
«No te preocupes. Te la arreglo yo. De pequeño querÃa ser veterinario»
Poco después de una hora, de cantidades ingentes de analgésicos y de distintas pomadas distribuidas por todas partes, los dos compinches se habÃan casi recuperado.
El flaco, después de mirarse en el espejo que estaba colgado de la pared que habÃa al lado de la puerta de entrada, dijo con aire complacido. «Ya estamos listos» y se metió en el dormitorio. Salió de él al poco rato con dos uniformes militares americanos perfectamente planchados.
«¿Dónde los has conseguido?» preguntó asombrado el gordito.
«Forman parte del equipo de emergencia que he traÃdo. Nunca se sabe»
«Estás mal de la cabeza» comentó el tipo gordo mientras movÃa la cabeza. «¿Qué deberÃamos hacer?»
«Este es el plan» dijo satisfecho el flaco mientras lanzaba hacia su compañero el uniforme de talla XXL. «Tú serás el general Richard Wright, responsable de una secretÃsima agencia gubernativa de la que nadie conoce su existencia.»
«Obvio, si es tan secreta. ¿Y tú?»
«Yo seré tu brazo derecho. Coronel Oliver Morris, para servirle, señor»
«Por lo tanto soy tu superior. Me gusta»
«No te acostumbres, ¿vale?» dijo el flaco mientras mostraba su dedo Ãndice levantado. «Estos son nuestros documentos con las respectivas tarjetas identificativas.»
«¡Cáspita! Parecen auténticas»
«La cosa no acaba aquÃ, viejo amigo» y le mostró un folio con membrete firmado por el coronel Jack Hudson. «Esta es la petición oficial para la entrega del prisionero que deberá ser transferido a un lugar seguro»
«¿Dónde demonios la has conseguido?»
«La he impreso antes, mientras estaba en la ducha. ¿Qué habÃas creÃdo, que sólo tú sabes manejar el ordenador?»
«Me has dejado estupefacto. Es incluso СКАЧАТЬ