Sangre Pirata. Eugenio Pochini
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Название: Sangre Pirata

Автор: Eugenio Pochini

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Зарубежное фэнтези

Серия:

isbn: 9788873046837

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СКАЧАТЬ el medio de los dos piratas. Las velas temblaron por un momento, movidas por un viento invisible, haciendo que los contornos de la habitación fueran vagamente distorsionados.

      «Tenemos un clandestino» dijo riéndose Avery.

      «¿Desde cuando estás escondido allí atrás?» Bartolomeu se sentó otra vez. En su comportamiento, ese sentimiento paternal expresado al principio de su conversación había desaparecido. Ahora sólo había resentimiento.

      «Te lo juro que yo no quería, Bart…» dijo con miedo el joven. Temblaba desde la cabeza hasta los pies.

      El portugués dio un puñetazo arriba de la mesa. «¡No me interesan tus escusas! Te pregunté desde cuando estabas escondido atrás del mueble. ¡Contéstame!»

      «Es suficiente mirarlo para darse cuenta que escuchó todo» intervino el anciano. Arrugó los labios, descubriendo sus encías. «Pero conozco un sistema para que empiece a confesar.» Después de haber dicho esto, sacó un enorme cuchillo desde abajo de su ropa y lo movió delante de Johnny.

      En un segundo este dejó de respirar. La hoja giraba con una lentitud inusual, fría y despiadada. Recordó el cuchillo que había hecho, el mismo utilizado para derrotar a Alejandro. Entre el suyo y este no había comparación. Avery lo podía descuartizar como un cerdo.

      «Estás exagerando, Bennet» le advirtió Bartolomeu. Sin embargo, no movió ni un músculo para impedir que hiciera lo que tenía en mente.

      «¡En situaciones extremas, se necesitan remedios extremos!» sentenció Avery, agarrando la mano de Johnny. La apretó en contra de la mesa y levantó su cuchillo.

      El chico emitió un gemido de miedo. El reflejo de la hoja lo traspasó con su cruel resplandor. Sabía que pronto la vería penetrar su carne. La idea de que Avery pudiera llevar a cabo un gesto similar lo espantaba más que el acto en sí mismo. Así que no lo pensó dos veces. Se echó a llorar. Entre un sollozo y el otro contó lo que había oído. Cuando termino, los dos piratas se miraron uno con el otro. Entonces los dos estallaron en risa. Johnny se quedó como embobado, sin darse cuenta de lo que estaba pasando.

      Y por fin entendió.

      «No tenía intención de lastimarme, ¿verdad?» dijo, probando una fuerte vergüenza. «Lo hiciste para obligarme a hablar.»

      «Exacto» admitió Avery. Lo dejo ir y guardó su cuchillo. «Es un viejo sistema que uso para obtener informaciones.»

      «La mejor defensa es atacar» añadió el portugués.

      Nuevamente los dos empezaron a reírse. Por alguna razón, Johnny se unió a ellos, sintiéndose envuelto en esa extraña complicidad. El hecho de que se habían burlado de él no le interesaba. En lugar del temor ahora sentía una satisfacción indescriptible. Un vago sentimiento de pertenencia. Como si hubiera regresado a casa después de un largo viaje y hubiera abrazado nuevamente a su familia.

      «Me vi obligado a portarme así» dijo Avery. «A ver si aprendes.»

      «El problema es otro» agregó Bartolomeu, muy serio. Liberó su cola de caballo y empezó a jugar con algunos mechones de su pelo obscuro. «Ahora que sabes la verdad sobre nosotros, ¿qué piensas hacer?»

      El joven los asombró.

      «Quiero saber más» afirmó.

      Durante un rato nadie dijo nada. Los dos lobos de mar permanecieron en silencio, estudiándose uno al otro. Su manera de comportarse parecía ocultar algún tipo de comunicación secreta.

      Fue el anciano que reanudó la plática.

      «Muy bien» comentó. «Tu seguridad me sorprende, así que si has escuchado nuestros discursos no se necesita agregar nada más. Además, también tú has presenciado la ejecución de Wynne.» Se sirvió otro vaso de ron. «Creo haya llegado el momento de explicarles algunas cosas sobre él. No estaba tan loco como quería que los demás pensaran. Y ha dejado un rastro sobre cómo llegar al Triángulo del Diablo.»

      «Recuerdo que habló de un mapa» dijo Johnny.

      «No estoy hablando de eso.» Avery sacó la pipa, llenó el depósito con una generosa cantidad de tabaco y se la metió en la boca. Hizo un gesto al muchacho, señalando la pieza de una vela. Él se la pasó. Una vez encendido la pipa, él comenzó a fumar de una forma lenta y ritmada. «Wynne tenía un ojo de vidrio. Había perdido el suyo durante un abordaje. Después del pacto entre Edward Teach y el chamán, este se ofreció de hacer un hechizo, que nos permitiera navegar por esas aguas.»

      El portugués sonrío, pero sin alegría. «Me estás hablando de brujería, ¿Bennet?»

      «Exactamente» contestó él, muy convencido.

      «No lo puedo creer» comentó Johnny.

      «Deberías.» Avery tenía una mirada emocionada y casi exaltada. «Y dado que nadie lo había pensado antes, elegí que debemos desenterrar el cadáver. Por eso llegué tarde. Estaba en el cementerio.»

      El portugués se hizo la seña de la cruz. «¡Tú estás loco, Bennet Avery! Hablo en serio.»

      «Gracias» replicó el anciano, moviendo su interés sobre Johnny. En el mirarlo, Avery sonreía como un halcón. «Y creo de haber encontrado a otro loco, que me pueda ayudar a desenterrar el cuerpo de Wynne. Un par de brazos robustos serán muy útiles a la causa.»

      ***

      A la base de las murallas de Fort Charles, una figura se movía sigilosamente. Sobre su espalda era visible el bulto de un saco. Siguiendo el perímetro de la fortaleza, dio la vuelta a un primer bastión, después a otro y a otro, hasta encontrarse en la ladera que caía sobre el mar. Se deslizó cautelosamente en la parte de la playa que se encontraba entre los arrecifes y el muro de la ciudad.

      Dio unos pasos y luego se detuvo.

      Unas voces se escuchaban arriba de él, inesperadas.

      Miró hacia arriba y vio a los soldados de la patrulla en su vuelta de ronda. Esperó que se alejaran. Luego se movió hasta alcanzar la primera batería de los cañones. Salían como si fueran postes de bronce sobre la superficie de piedra, alisada por las constantes tormentas que venían desde el sur. Escalar con las manos desnudas habría sido imposible. Afortunadamente, había preparado una cuerda robusta, cuyo extremo terminaba con un gancho. Abrió el saco: inmediatamente sacó la cuerda.

      Habían pasado veinte días desde su llegada a Port Royal. El pequeño bote utilizado para desembarcar no había sido tomado en cuenta y había sido suficiente sobornar al oficial local para asegurarse un pequeño muelle lejos de los ojos indiscretos. Antes de partir para esa misión, el capitán había sido muy claro: tenía que averiguar cualquier información sobre Wynne. Y él lo había conseguido. La ejecución del pirata le había permitido no sólo completar la tarea, sino también estudiar las defensas de la fortaleza.

      Hizo girar la cuerda y lanzó el gancho hacia la parte más alta de la pared. El metal golpeó la piedra, y un tintineo débil llegó a su oído. Dio un golpecito a la cuerda. El gancho cayó al suelo. Maldijo en silencio, deteniéndose para escuchar. Ningún ruido, nada que hiciera entender que alguien lo había escuchado.

      Lanzó la cuerda por una segunda vez, observando la trayectoria sobre las paredes. Una vez más tiró y en este caso tuvo que moverse СКАЧАТЬ