Sangre Pirata. Eugenio Pochini
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Название: Sangre Pirata

Автор: Eugenio Pochini

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Зарубежное фэнтези

Серия:

isbn: 9788873046837

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СКАЧАТЬ darme prisa.”

      Miró hacia el mar abierto. La oscuridad de la noche se confundía con el color negro de las aguas profundas. Sabía que allí, en algún lugar, el barco lo estaba esperando. Probablemente el capitán lo estaba observando en ese preciso momento. Se lo podía imaginar parado en el suelo de popa, con el catalejo abierto y una sonrisa irónica impresa en su rostro.

      Eligió hacer un tercer intento y esta vez el gancho se atascó como debía. Unos momentos después oyó el parloteo de una segunda patrulla que avanzaba. Detuvo la respiración, esperando que los soldados no notaran la pieza de hierro puntiaguda insertada entre las piedras. Los vio alejarse como si nada. Entonces empezó a escalar. No fue una tarea fácil. La bolsa detrás de su espalda era muy pesada y dificultaba aún más la subida. Tuvo que ayudarse con los cañones que encontraba a lo largo de la subida, como si estuviera escalando entre las ramas de un árbol. Alcanzó el parapeto, se escondió y recuperó la cuerda.

      El fuerte Charles estaba inmerso en el silencio, excepto por el platicar tranquilo de algunas guardias. Viendo como actuaban parecía que algunos de ellos estaban borrachos, mientras que las cabañas alrededor de la plaza central no mostraban signos de movimiento.

      En silencio, envuelto en la oscuridad, se deslizó más allá de los almenajes. En la primera terraza los cañones apuntaban silenciosos hacia el mar abierto. Recordaba perfectamente que abajo de él se habían erigido tres pasadizos, cada uno con su propia batería lista para disparar. Y aún más abajo se encontraba el polvorín.

      Lo había notado durante la ejecución. Un par de soldados hacían la guardia a la cabaña con aire de tranquilidad. Luego, durante la confusión causada por la horrible muerte del pirata, había logrado acercarse: una de los guardias había abierto la puerta y él había visto unos cincuenta barriles llenos de pólvora. Incluso en esto, los británicos habrían hecho su trabajo más sencillo: haciéndolo explotar, la explosión habría destruido las terrazas, dañando los cañones.

      “Increíblemente sencillo” pensó.

      Avanzó, escondido por la familiaridad de las sombras. Se concedió algunas cortas paradas, sólo para evitar que alguien lo pudiera ver acercándose. Finalmente logró bajar las escaleras que lo llevaron hasta el patio.

      No había guardias por ningún lado.

      «A lo mejor estarán adentro» murmulló entre sí. Alcanzó el cobertizo y apoyó una oreja a la puerta. Un profundo ronquido salía desde su interior. Sin entrar en pánico, saco la daga que tenía dentro de la bota y entró.

      El interior estaba cubierto con placas de metal, una protección que servía para evitar accidentes. Iluminaba toda la habitación solamente un pequeño farol colgando del techo con un clavo curvo. Los barriles eran cuidadosamente ordenados en ambos lados. En la parte inferior, un soldado estaba durmiendo profundamente.

      Caminó sobre la punta de los pies para no hacer ruido. Fue muy rápido, con una mano le tapó la boca mientras con la otra le clavaba la daga en la garganta. La víctima abrió los ojos y comenzó a patear. La hoja penetró aún más profundamente, cortando la tráquea y la laringe. Entonces encontró algo duro, tal vez un hueso. El guardia emitió un solo sonido gorjeante. Finalmente inclinó la cabeza hacia un lado.

      «Excelente» dijo, sacando la daga. Rápidamente la limpió sobre la chaqueta y empezó a controlar la bolsa que tenía sobre su espalda. Extrajo diez velas de dinamitas que estaban amarradas entre sí con una mecha larga y sutil. Las puso cuidadosamente en el suelo. Sonrió.

      En el resplandor de la lámpara, dos dientes de oro brillaron malvadamente.

      ***

      Johnny se sorprendió al descubrir que Avery tenía la intención de terminar el trabajo esa misma noche. Bartolomeu había tratado de hacerlo razonar, sin éxito.

      «Ahora tenemos tiempo» comentó el anciano, oyendo un trueno estallar a la distancia, seguido por otro y por el ruido de la lluvia. «No encontraremos a nadie que nos moleste. Y el suelo será más suave y fácil de cavar.»

      Así que decidieron salirse.

      El portugués habría cubierto al muchacho hasta su regreso; si Anne hubiera sospechado algo, eso sería una tragedia.

      «Con cuidado» susurró. «Por el amor de Dios.»

      Como había anticipado al anciano, no encontraron a nadie. Johnny estaba contento. La idea de ser descubierto allí lo ponía nervioso.

      Cruzaron una serie de casas hasta recorrer un camino aislado. El último ramo de esa carretera giraba de repente a la izquierda; al otro lado se veía el cementerio, además de un torrente donde se encontraba un puente.

      «Es el momento de la verdad» dijo Avery empezó a caminar sobre el pequeño puente. «¡Date prisa! Tenemos un trabajo que completar.»

      Un portón de hierro se encontraba frente a ellos, delimitando los límites del cementerio. La puerta había sido arrancada, así que entraron sin dificultad. Toscas cruces de madera estaban agrupadas a lo largo de un camino que se extendía hasta llegar a una capilla, construida con esa forma tan austera por la cual los colonos eran famosos.

      Avery indicó la construcción. «Tenemos que entrar allí.»

      «Los piratas son arrojados en fosas comunes» observó en voz baja el muchacho.

      «Tienes razón, pero antes tengo que hacer algo.»

      Llegaron al pequeño templo. Un grabado en latín se encontraba por encima de la entrada. Johnny se detuvo por un momento, cubriéndose la frente de la lluvia y tratando de entender lo que estaba escrito. Fue interrumpido por el anciano, que lo invitó a que lo siguiera. La puerta hizo un ruido infernal y la oscuridad en la cual estaban avanzando era total. Después de un tiempo una llama rompió la oscuridad.

      «Agarra eso, mocoso.» Avery le pasó una antorcha. Guardó su encendedor y su pedernal y se agachó detrás de algunos ataúdes apilados uno sobre el otro. Sacó un paño de terciopelo. «Traje todas las herramientas para cavar. Yo sabía que aquí estarían a salvo.»

      Johnny vio dos palas salir de dentro la toalla.

      «El verdadero problema será encontrar la tumba del pirata» comentó.

      «No te preocupes. El gobernador ordenó que el cadáver fuera colocado en una sola tumba. La encontré casi de inmediato.»

      «No lo creía tan bondadoso.»

      El otro movió la cabeza y se cargó el pesado material sobre sus hombros. «Lo hizo para mostrar misericordia después de lo que pasó. Además quiso protegerse a sí mismo. En realidad no es por nada magnánimo.»

      Cuando salieron, se dirigieron hacia el grupo escaso de árboles que crecían cerca de la capilla. El aire parecía hecho de plomo mientras caminaban entre las intrincadas ramas y raíces; era un aire pesado, lleno de obscuros presagios. Después de un poco, el suelo bajaba suavemente y la vegetación desapareció. Las cruces habían desaparecido, dejando el lugar a lápidas sencillas plantadas en el suelo.

      «¡Allí está!» Avery se detuvo de repente, señalando a un montículo a pocos metros de distancia de ellos.

      Sin perder más tiempo en conversaciones empezaron a trabajar. El trabajo era incómodo; la tierra era un fango frío y granular, tanto que estaban sumergidos СКАЧАТЬ