Название: Sangre Pirata
Автор: Eugenio Pochini
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Зарубежное фэнтези
isbn: 9788873046837
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«Este es un mundo cínico y cruel. Usted debería saberlo mejor que nosotros. No pensábamos que usted fuera un moralista. ¿Tiene ascendencia puritana?»
«Mis ascendencias no son importantes.»
«¿Entonces porque está clase de moraleja justo ahora?»
«El mío no quería ser un reproche» aclaró Rogers, tranquilo.
«Claro, claro» comentó Morgan. « Monsieur Wynne puede regresar su asquerosa alma al Creador sin más ceremonias. Supimos lo que queríamos saber. Si, a parte la reunión será numerosa, mejor. Esto nos permitirá reforzar nuestra posición con la población. Así se darán cuenta de que uno no puede escaparse del juicio de Dios.»
El corsario gruño una aprobación sin el mínimo entusiasmo.
«La ejecución de Wynne será un evento inolvidable.»
Con este último comentario Morgan se quedó en silencio en espera de llegar en Fort Charles.
***
La plaza estaba dividida en dos partes: la zona baja, donde se juntaba la multitud, y una más arriba donde se había construido la horca. Ambas se comunicaban por escalones de piedra, custodiados por decenas de soldados. Alrededor de la plaza habían sido construidos algunos cuarteles, que tenían función tanto de alojamiento cuanto de almacén de armas y municiones. Varias pasarelas conectaban el cuerpo central de la fortaleza a las murallas y cada una tenía su propia batería de cañón. El muro sur, al contrario, se asomaba al mar. Allí estaba la torre central.
Tan pronto como Johnny pasó las puertas, se encontró adentro de una muchedumbre confusa, desordenada. Al principio tuvo la desagradable sensación de estar perdido, definitivamente fuera de lugar en un sitio tan desarmante.
Desde donde estaba, apenas podía ver el andamio. Tenía que encontrar una manera de acercarse. La fortuna vino a su rescate tan pronto como el carruaje del gobernador hizo su entrada. La multitud se vio obligada a abrirse y él aprovechó de esa situación para acercarse lo más posible. Lo logró sin dificultad. Entonces una mano le agarró del hombro. Tragó saliva, temiendo que alguien estuviera enojado con él. Probablemente a un soldado no le había gustado lo que acababa de hacer. Se tardó mucho en darse la vuelta.
«¿Que estás haciendo aquí?» le preguntó Avery, tomándolo totalmente por sorpresa.
«Me espantaste» comentó el joven, sorprendido. «Yo pensaba que era una de las guardias.»
El viejo se puso a reír mostrando los pocos dientes que le quedaban. «¿De casualidad tienes tu conciencia sucia, mocoso? ¿Tienes miedo de terminar ahorcado tú también?» y levantó flojamente su mano delante de él.
Siguiendo su dedo huesudo, Johnny se asombró de lo sencillo que era la estructura que los soldados habían erigido: una viga, sostenida por una vertical, de la cual colgaba un lazo robusto. Todo eso colocado sobre un palco elevado a más de tres metros del suelo, accesible a través de una escalera.
«¿Viste muchas ejecuciones por ahorcamiento?» preguntó.
«Oh, sí.» La expresión de Avery se entristeció y su mirada se volvió inusualmente vacía. «A todas estas personas no le interesa el prisionero, si no escuchar el ruido de su cuello cuando se rompe. La experiencia me enseñó a ser insensible. Con el tiempo también tu aprenderás esta lección.»
Johnny se quedó impactado. Había notado un increíble sufrimiento en el tono del viejo hombre, como si un recuerdo muy doloroso hubiera regresado de repente en su memoria. “Si es cierto que ha presenciado tantas ejecuciones, debería estar acostumbrado a estas. Entonces, ¿qué es lo que lo perturba?”
Al contestarle de hecho fue su fantasía. “Bennet Avery es un pirata, John. ¿No lo has entendido todavía? Los rumores sobre él son ciertos. Estaba a bordo de la Queen Anne’s Revenge. ¡Tal vez hasta conoce al condenado!”
Sus reflexiones fueron sofocadas por jolgorio de aclamación que venía directamente desde la multitud. Alguien estaba festejando la llegada del gobernador. Morgan bajó del carruaje seguido por una segunda persona. Los dos subieron los peldaños que conducían a la zona elevada de la plaza.
«Ciertas personas nunca cambian» comentó Avery, disgustado.
Johnny parecía no entender. «¿Qué quieres decir?»
«Antes de entrar en política» comentó el otro, «el señor gobernador era un pirata sin escrúpulos.» La preocupación de antes fue sustituida por una expresión de odio. «No dudaba en matar a los miembros de su propia tripulación. Como nivel de crueldad se colocaba inmediatamente después de Edward Teach .» Al pronunciar ese nombre, fue sacudido por un escalofrío que el chico pudo apenas percibir. «El tipo detrás de él se llama Woodes Rogers. Es un corsario. Es conocido por ser uno de los más famosos cazadores de piratas.»
«¿Entonces porque están juntos?»
«El oro hace milagros.»
«Pero todo eso no tiene sentido.»
«Deberás entender eso también» comentó Avery, con tristeza. «Muchos hombres han perdido la vida en el desesperado intento de acumular riquezas. Es una enfermedad que no puede ser sanada.»
Johnny asintió con la cabeza. Había entendido lo que quería decir, aunque nunca había tenido nada que ver con el dinero. Cuando su padre manejaba el negocio, él era demasiado pequeño para comprenderme la importancia. Ahora, las pocas monedas que lograba ahorrar, le parecían un tesoro de inmenso valor.
«Ya van a empezar» comentó el anciano. «Ese es el verdugo.»
Un hombre enorme había salido de las chozas, seguido por un joven que sostenía un tambor. Saludó al gobernador y a su anfitrión con un ligero gesto de la cabeza. Luego se subió cansadamente por la escalera.
Un susurro se levantó entre la gente, como una ola creciente. El ruido de tambor comenzó, y desde un segundo edificio aparecieron tres soldados. El último acompañaba a un hombre con una apariencia demacrada, vestido de harapos. Caminaba cojeando, con los brazos atados atrás de la espalda, el cabello grasiento le cubría la cara. Gran parte del cuerpo estaba marcado por heridas profundas, algunas de las cuales eran sangrientas.
La multitud comenzó a reír y gritar y alguien empezó a tirarle verduras. Un tipo incluso le arrojó una piedra, que golpeó al preso en su frente. Este vaciló, casi cayó, recuperó el equilibrio y levantó la cara cerca de la multitud.
«¡Camina!» le gritó una guardia al prisionero.
«¡Bastardo!» le gritaba la gente.
Caminando lentamente, el detenido fue escoltado hasta abajo del andamio, donde se vio obligado a detenerse. El joven dejó de tocar el tambor. Uno de los soldados se puso en posición de saludo, desenrolló un pergamino y empezó a leer. «Por deseo de Su Majestad y del Gobernador de Jamaica, ser Henry Morgan, el presente Emanuel Wynne ha sido condenado a la pena de muerte por medio de ahorcamiento. Es acusado de robo, homicidio, secuestro y piratería.»
La última palabra tuvo el poder de desencadenar un frenesí incontrolable entre los presentes, tanto que Johnny temió por su propia vida. Se dio cuenta de que la gente СКАЧАТЬ