El Criterio De Leibniz. Maurizio Dagradi
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Название: El Criterio De Leibniz

Автор: Maurizio Dagradi

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Героическая фантастика

Серия:

isbn: 9788873044451

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СКАЧАТЬ de la preparación. Según los adeptos a la ortodoxia del té original, los ingleses habían arruinado aquella bebida deliciosa al añadir la leche, cosa probablemente cierta, pero, si a ellos les gustaba así, ¿por qué hacer un problema de ello? Para gustos no hay colores: ¿qué deberían decir los italianos, entonces, al ver que los americanos cocinan la pizza en la parrilla?

      Drew hirvió el agua, vertió un poco en la tetera para calentarla por dentro, la vació, añadió tres cucharillas de hojas de Darjeeling, su té preferido: una cuchara por taza y una más para la tetera, según la tradición. Añadió el agua hirviendo y dejó la infusión cuatro minutos, el tiempo necesario para conseguir la concentración ideal para él.

      —Otra cosa, profesor —retomó Marlon—, ¿quién va a pagar a los científicos a los que ha convocado? El profesor Kamaranda, por ejemplo, ha aceptado el encargo simplemente y mañana estará aquí. ¿Quién va a pagar el viaje, los gastos de la estancia, la prestación profesional?

      —La Universidad de Manchester tiene una convención anual con muchas universidades, gracias a la cual los científicos que trabajan en los distintos centros que la han suscrito reciben su sueldo como si permanecieran en su universidad de origen; los gastos son reembolsados automáticamente porque entran dentro de las categorías previstas en los presupuestos. Como el movimiento de personas es bastante equilibrado entre las distintas universidades, el equilibrio final no se ve alterado prácticamente, pero todas las universidades obtienen un beneficio desde el punto de vista científico, gracias a la contribución de los cerebros que emigran durante un cierto periodo de tiempo.

      —Entiendo. Entonces, los compañeros que ha elegido ¿vienen todos de universidades dentro del convenio con Manchester?

      —Exacto, Marlon. Cuando le di la lista a McKintock ayer por la tarde para su visto bueno, lo primero que miró fue precisamente eso. Él tiene que hacer que las cuentas cuadren. Independientemente del aspecto económico, además, para los científicos, las estancias suponen un beneficio desde el punto de vista intelectual y cultural, ya que la colaboración directa con los compañeros de otros centros es siempre estimulante y atractiva. Observar métodos distintos para enfocar los problemas, confrontar sus puntos de vista, por muy distantes que sean, o incluso solamente trabajar en un entorno distinto al habitual, hace surgir conceptos nuevos a menudo, enriqueciendo la ciencia y las mentes que viven esa experiencia.

      —Me parece evidente—. Marlon cogió la caja con los pasteles mientras Drew llenaba las tazas. Se sentaron en una mesa baja y tomaron el té, ejecutando ese rito tan importante para los ingleses, y que les produce una satisfacción que define uno de los aspectos fundamentales del espíritu británico.

      Después volvieron al despacho y Drew llamó a Schultz. Este respondió directamente, algo bastante extraño teniendo en cuenta que, por lo que Drew sabía, el alemán siempre hacía responder a sus becarios, e iba al teléfono solo por cuestiones fundamentales.

      —Ja9?

      —Soy Drew, de Manchester, hola, Dieter.

      —¡Oh! Hola, Lester. ¿Qué tal estás?

      —Bien, gracias. ¿Y tú? ¿Sigues ocupado con tu barco?

      Schultz había comprado un barco de segunda mano en bastante mal estado un año antes, y estaba intentando repararlo para ir a pescar al río Néckar.

      —Todo bien por aquí. Todavía entra agua en el barco; pensaba que había reparado todas las grietas, pero, evidentemente, alguna escapó a mi control. De todas formas, en estos momentos no tengo tiempo para ocuparme de ella; todos mis becarios están de visita en los distintos observatorios europeos de ondas gravitacionales y yo me he quedado aquí a cuidar del cuartel.

      —¿No has ido con ellos? —Drew estaba perplejo.

      —No. Han ido con un compañero que se ofreció amablemente a acompañarlos —dijo Schultz sonriendo—. Al menos esta es la versión oficial. La verdad es que Hoffner quería irse de vacaciones en junio, aunque solo podría haberlas tomado en julio. Creo que su mujer lo estaba chantajeando: seguramente ella tenía vacaciones en junio y pretendía irse de viaje con su marido. Para contentarlo le dije que le sustituiría en junio si él fuera con los estudiantes en mi lugar; aceptó al vuelo. Mejor pasearse arriba y abajo por laboratorios subterráneos con los estudiantes novatos que sufrir la venganza de tu esposa —y volvió a sonreír.

      —Entiendo. Bien, Hoffner tiene toda mi simpatía. —Drew suspiró—. De todas formas, Dieter, te he llamado porque me gustaría que colaboraras en el estudio de un fenómeno experimental muy particular que hemos descubierto aquí. ¿Podrías?

      Schultz lo pensó un momento.

      —A ver... ¿Tendría que ir allí?

      —Sí, es indispensable. Tengo que mostrarte el fenómeno cuando ocurre, y el aparato que lo produce. Además, serías parte de un grupo de investigación que estoy constituyendo con este objetivo, y tenemos que trabajar todos juntos.

      —Está bien. ¿Cuándo quieres que esté allí?

      —Ejem... —Drew se sentía incómodo—. Kamaranda llega mañana por la tarde.

      —¿Mañana por la tarde? —exclamó Schultz, sorprendido—. Como aviso no es demasiado tarde, ¿verdad, Lester?

      Reflexionó unos segundos y luego añadió:

      —En resumidas cuentas, ahora no tengo que seguir a ningún estudiante y me pueden sustituir con las clases; Ebersbacher, que es muy brillante. De acuerdo, hablaré con el rector y me organizo para estar en Manchester pasado mañana.

      —Muchísimas gracias, Dieter. No te arrepentirás, ya lo verás.

      —Eso espero —rio de nuevo Schultz—. No te pregunto si también estará Kamaranda. Prefiero las sorpresas. ¡Hasta pronto, Lester!

      —Adiós, Dieter.

      A Schultz le gustaban las sorpresas, pero también el riesgo, que ahora se presentaba en la última persona a la que tenía que llamar: Jasmine Novak.

      Drew mandó a Marlon a fotocopiar los recibos de unas compras. No quería que asistiera a posibles discusiones con la noruega, ni que lo viese sometido por esa valquiria. Mejor no arriesgarse.

      —Hallo10? —Voz masculina en el teléfono.

      —Soy Drew, de la Universidad de Manchester. Estoy buscando a la profesora Jasmine Novak.

      —Buenos días, profesor. Está aquí. Voy a buscarla.

      —Gracias, que tenga un buen día.

      Drew oyó a lo lejos unas voces en noruego, y después el teléfono cambió de mano.

      —Novak al aparato.

      El acento nórdico era solo un detalle en esa voz gélida como hielos del círculo polar Ártico.

      —Soy el profesor Drew, de la Uni...

      —... de la Universidad de Manchester, ya lo sé. Me lo ha dicho mi compañero, ¿qué creía?

      «Empezamos СКАЧАТЬ