El Criterio De Leibniz. Maurizio Dagradi
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Название: El Criterio De Leibniz

Автор: Maurizio Dagradi

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Героическая фантастика

Серия:

isbn: 9788873044451

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СКАЧАТЬ Yamazaki. En unas horas te informaré de la fecha de la reunión en Manchester. Te doy las gracias desde lo más profundo de mi corazón.

      —Soy yo quien está agradecido, Drew-san. Hasta pronto. ¡Konnichiwa!8

      —¡Konnichiwa, Nobu-san!

      Drew se sentía inmensamente aliviado por haber conseguido la participación de Kobayashi a pesar de las dificultades que sabía que se iban a presentar, y la idea de añadir a Maoko, por parte de Kobayashi, era la garantía de una convivencia aceptable en el seno del grupo.

      La cultura japonesa coloca a la mujer en una posición subordinada con respecto al hombre, por eso era normal que Kobayashi no viera de buen ojo a la emancipadísima Jasmine Novak. Maoko daría a Kobayashi la impresión de que él seguía teniendo el control y, al mismo tiempo, sería la intermediaria entre él y Novak, tanto en lo científico como en lo humano, para la serenidad de todos y el éxito del proyecto.

      Ahora, Kamaranda.

      El teléfono estuvo sonando mucho rato, hasta que una voz femenina respondió directamente en inglés:

      —Dígame —dijo alguien en un tono apático.

      —Soy el profesor Drew, de Manchester. ¿Está el profesor Kamaranda?

      —Está bajo la higuera, reflexionando —dijo la mujer con tono molesto.

      —¿Podría ir a buscarlo?

      —Ahora no. Estoy ocupada.

      Drew pasó al ataque, impaciente.

      —Tengo que hablar con él urgentemente. ¡Vaya a llamarlo inmediatamente!

      En absoluto impresionada, la mujer se puso más impertinente.

      —Voy en cuanto pueda. Llame dentro de una hora.

      Drew perdió los estribos.

      —¡Escucha, imbécil, ve inmediatamente a llamar a Kamaranda, si no tendrás que vértelas con él, que te devolverá a la calle para que duermas en las aceras!

      Entonces la mujer reaccionó, y cómo:

      —¡Bastardo colonialista de mierda! Tus padres masacraron a poblaciones inocentes, incluidos mujeres y niños; nos exprimíais hasta matarnos para enriqueceros y ganar honores para la zorra de vuestra reina. Si crees que voy a mover el culo para servirte, ¡puedes morirte ya! —Y colgó violentamente.

      Drew estaba furioso. Se vio a sí mismo con el teléfono mudo en la mano; por la rabia tuvo el impulso de golpearlo contra el escritorio como si fuera un martillo, pero hizo una respiración profunda, cerró los ojos, y se calmó rápidamente.

      ¡Justo esa mañana había tenido que toparse con la nieta de las víctimas del colonialismo! Y qué bien hablaba inglés, ¡parecía de Birmingham! Pero no conocía mucho la historia de la India: en la época de Gandhi, cuando presumiblemente sus padres habían sufrido la opresión inglesa, estaba el rey, y no la reina.

      En todo caso, ahora, ¿qué podía hacer? Esa mujer le iba a impedir comunicar con Kamaranda; no le pasaría jamás sus llamadas. Y él tenía prisa ¡demonios!

      Además, la mujer debía haber visto el número en la pantalla del teléfono, y había comprendido que la llamada venía de Gran Bretaña: por eso había respondido en inglés. Ahora estaría atenta, y si Drew volviera a llamar sería inútil y contraproducente.

      En ese momento entró Marlon. Habían quedado a las ocho en el despacho de Drew y el chico era puntual. Tuvo una idea.

      —¡Hola Marlon! Escucha, ¿conoces a alguien que esté estudiando en India, en Raipur?

      —Buenos días, profesor. Déjeme pensar... ¡Ah, sí! Thomas Chatham está haciendo allí su doctorado. Lo conozco bien. ¿Por qué lo pregunta?

      Drew volvió a tener esperanza.

      —Un pequeño favor. ¿Podrías llamarle y pedirle que fuera a buscar al profesor Kamaranda? Está bajo la higuera, donde suele ir para reflexionar sobre los problemas de matemáticas; tendría que pedirle que me llamara lo más rápidamente posible a este número.

      La petición extrañó mucho a Marlon, pero como conocía las excentricidades de Drew no hizo más preguntas. Buscó el número de su amigo en su móvil y usó el teléfono fijo del laboratorio para llamarlo.

      Chatham respondió enseguida. Acababa de terminar la última clase del día; le vendría bien darse un paseo para ir a buscar al iluminado de Kamaranda. Lo encontró, efectivamente, bajo la higuera, con la expresión absorta de un gurú en plena meditación. Le transmitió el mensaje y, diez minutos más tarde, sonaba el teléfono de Drew.

      —Buenos días, con Drew.

      —Hola, Drew. Soy Kamaranda. Cuéntame. —Kamaranda era un hombre sintético que iba directamente al grano, sin hacer historias.

      —Perdona si te he molestado, pero me gustaría proponerte un trabajo de investigación sobre un fenómeno físico particular. Necesito tu capacidad para crear modelos matemáticos para trabajar sobre la teoría del fenómeno. ¿Te apuntas?

      —¿Cuándo y dónde?

      —Aquí, en Manchester, en cuanto puedas. Tienes que verlo con tus propios ojos y...

      —Mañana por la tarde, según Greenwich, estaré allí.

      —¡Estupendo! Gracias, Radni. Hasta mañana.

      Drew se relajó. Había podido salir del lío en que se había metido, aunque no había sido completamente por su culpa, gracias a la ayuda de los dos estudiantes. Eran unos buenos chicos.

      —Gracias por tu ayuda, Marlon. Ven, te invito a un té.

      Mientras caminaban por el pasillo hacia la cocina de la universidad, Marlon no pudo resistir a la curiosidad:

      —Profesor Drew, perdone mi indiscreción, pero me parece que el profesor Kamaranda ha sido increíblemente rápido para aceptar el trabajo; quién sabe si ya está preparando las maletas. ¿Es normal?

      —No sabría decirte, Marlon. A lo mejor necesita solo cambiar de aire —no le habló de la bruja del teléfono; podría ser, de hecho, que le hubieran endosado la mujer a Kamaranda solo porque era de la familia de alguien importante, aunque fuera completamente inepta para el trabajo. Era posible que el matemático estuviese en conflicto continuo con ella, y la oportunidad de escaparse a Manchester se le presentaba como un salvavidas inesperado. Si hubiese contado a Marlon la conversación con la mujer, habría tenido que explicarle también las razones de su desmotivación, y como Marlon era un estudiante negro, Drew pensó que sería mejor no sacar el tema de la época colonial y todos sus delitos, que, ciertamente, no era menos graves que los que se perpetraron contra las poblaciones africanas deportadas como esclavos. Esto podría haber molestado a Marlon, o incluso ofenderle, lo cual no habría sido positivo para el ambiente del grupo de investigación. Mejor no sacar ciertos temas.

      La cocina estaba dotada de todo lo necesario para preparar un típico té al estilo inglés, con algunas СКАЧАТЬ