Название: La fuerza de la esperanza
Автор: Lázaro Albar Marín
Издательство: Bookwire
Жанр: Религия: прочее
Серия: Mambré
isbn: 9788428561853
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«Estaba enfermo». Enfermo de cáncer, de Sida..., enfermo de soledad, enfermo del alma. Enfermo a causa de mi egoísmo. Estaba enfermo y me visitaste, curaste mis heridas, me liberaste.
«Estaba en la cárcel», a causa de la droga o del mal que había cometido. «Estaba en la cárcel» como encarcelado, encerrado en mí mismo y viniste a verme, encontré la libertad.
Esta misión puedes acompañarla de tu oración: «¡Ven, Santo Espíritu! Derrama tu luz para que pueda ver tantos rostros de pobreza, tantos rostros donde Jesús se hace presente. ¡Ven, Santo Espíritu!»[18].
6. Para meditar
«“Oh, Señor, haz que sea pobre como tú”. ¡Cuán a menudo pedimos lo contrario!
“Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (2Cor 8,9).
“Cultiven con diligencia los religiosos y, si es preciso, expresen con formas nuevas la pobreza voluntaria abrazada por el seguimiento de Cristo, del que, principalmente hoy, constituye un signo muy estimado. Por ella, en efecto, se participa en la pobreza de Cristo, que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros a fin de enriquecernos con su pobreza” (PC 13; cf LG 8.9.43.46; PO 17).
La expresión “La Iglesia de los pobres” no significa que queramos que las personas se queden pobres, sino más bien que nos esforzaremos por elevar su nivel de vida en todos los aspectos.
“Es obligación de toda la Iglesia trabajar para que los hombres sean capaces de restablecer rectamente el orden de los bienes temporales y de ordenarlos hacia Dios por medio de Jesucristo. A los pastores atañe manifestar claramente los principios sobre el fin de la creación y el uso del mundo y prestar los auxilios morales y espirituales para instaurar en Cristo el orden de las cosas temporales. [...] Entre las obras de este apostolado sobresale la acción social de los cristianos, que desea el santo concilio se extienda hoy a todo el ámbito temporal, incluida la cultura” (AA 7; cf GS 60.69.72.88).
Poseer como si no poseyésemos nada; vender como si no vendiésemos; comprar como si no comprásemos; no tener nada pero comportarnos como si fuésemos dueños de todo; no pedir nada pero estar dispuestos a darlo todo: este es el espíritu de pobreza.
“Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla” (Lc 12,33).
“Aunque viven en el mundo, sepan siempre, sin embargo, que no son del mundo, según la sentencia del Señor, nuestro Maestro. Disfrutando, pues, del mundo como si no disfrutasen, llegarán a la libertad de los que, libres de toda preocupación desordenada, se hacen dóciles para oír la voz divina en la vida ordinaria. De esta libertad y docilidad emana la discreción espiritual con que se halla la recta postura frente al mundo y a los bienes terrenos” (PO 17; cf LG 39.42; GS 37; PC 13; AA 4).
La pobreza no significa carecer de bienes, lo cual en realidad constituye miseria y degradación. En realidad la pobreza significa justa distribución de los bienes materiales. No digas: “¡No es más que una taza de café o un vaso de cerveza!”. El goce de estas cosas puede ser resultado de mucho esfuerzo, de duro trabajo y hasta de sacrificio por parte de quienes los han producido. Incluso un cigarrillo podría significar el afán de algún anónimo trabajador.
“Jesús les contestó: En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros” (Jn 6,26; cf 1Tes 4,11-12; 2Tes 3,7-9).
“Aquellos que están dedicados a trabajos muchas veces fatigosos deben encontrar en esas ocupaciones humanas su propio perfeccionamiento, el medio de ayudar a sus conciudadanos y de contribuir a elevar el nivel de la sociedad entera y de la creación. Pero también es necesario que imiten en su activa caridad a Cristo, cuyas manos se ejercitaron en los trabajos manuales y que continúan trabajando en unión con el Padre para la salvación de todos. Gozosos en la esperanza, ayudándose unos a otros a llevar sus cargas, asciendan mediante su mismo trabajo diario a una más alta santidad, incluso con proyección apostólica” (LG 41; cf GS 33.34.35.57.67)» (François-Xavier Nguyen Van Thuan, Vivir las virtudes a la luz de la Escritura y del concilio Vaticano II, Ciudad Nueva, Madrid 2012, 59-62).
Preguntas para reflexionar
¿Qué pasos tendría que dar nuestra Iglesia para llevar a cabo la opción preferencial por los pobres?
«Ser pobres no es carecer de las cosas, es no necesitarlas». ¿Eres materialista y consumista o vives la austeridad evangélica?
¿Vivirás pobre sin renunciar a la calidad de vida? ¿Cómo avanzarás en la llamada del Señor a vivir la pobreza?
¿Ves la pobreza evangélica como un tesoro? ¿Qué rasgos hay en tu vida que expresen la pobreza evangélica como un tesoro?
¿Qué experiencia tienes de vivenciar el relato evangélico del juicio final (cf Mt 25,31-46), vislumbrando el rostro de Jesús en los pobres: «Tuve hambre, tuve sed, era forastero, estaba desnudo, estaba enfermo, o en la cárcel»?
¿Qué respuesta evangélica das con tu vida a los desheredados de la tierra: pobres, marginados, excluidos, desfavorecidos, rechazados...? ¿Haces lo suficiente o puedes hacer más?
¿Cómo es tu relación con los más pobres? ¿Tienes algún amigo pobre? ¿Eres esperanza para algún pobre?
A Jesús se le ha llamado el «pobre de Nazaret» y al Espíritu Santo el «Padre de los pobres», y tú, ¿qué nombre te pondrías en relación con la pobreza?
Piensa en la historia de tu relación con la pobreza y con los pobres. ¿Qué oración te brota de este recuerdo? Haz una oración por todos los pobres que te has encontrado en el camino de la vida.
¿Qué experiencia tienes de la misericordia entrañable, del camino samaritano y de la cercanía sanadora, de Jesús hacia ti y de ti hacia los demás?
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