Название: Los números de los valores en dos Perúes
Автор: Franklin Ibáñez B.
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789972574887
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Las definiciones y teorías expuestas desde múltiples disciplinas y a partir de diversos estudios comparten similitudes de lo que son los valores. Un ejemplo de ello es la premisa de que las comunidades o sociedades se construyen y sobreviven sobre la base de prácticas, actitudes y comportamientos de personas, familias y grupos de individuos que conviven. Estas prácticas se rigen sobre la base de aquellos filtros que definen lo bueno o lo malo, lo aceptable o lo inaceptable, lo correcto o lo incorrecto, entre otras opciones. En este contexto, los valores son los filtros que definen, orientan o guían el quehacer de las personas y, consecuentemente, de grupos humanos y las sociedades. Usualmente, cuando las personas piensan en «valores», inmediatamente los relacionan con actitudes positivas en la sociedad. Acciones como el respeto, la honestidad, el compromiso o la disciplina son solo algunos ejemplos (Anderson, 1992; Raby, 2005). De acuerdo con este concepto, la Real Academia Española (RAE, 2014) define «valor» como «Subsistencia y firmeza de algún acto. Persona que posee o a la que se le atribuyen cualidades positivas para desarrollar una determinada actividad». Sin embargo, desde una perspectiva filosófica, la RAE (2014) define «valor» como «Cualidad que poseen algunas realidades, consideradas bienes, por lo cual son estimables. Los valores tienen polaridad en cuanto son positivos o negativos, y jerarquía en cuanto son superiores o inferiores». Desde este punto de vista, académicos como Allport (1955), Hartman (1967) y Rokeach (1973) han construido teorías que condensan las principales características que definen a una sociedad; es decir; teorías para los valores.
Una distinción sutil: valores generales y valores éticos
Conviene hacer una aclaración sobre el uso de la expresión «valores» en la ética o «valores éticos». La limpieza es un valor; la eficiencia o la inteligencia, también. Para contratar a un empleado, elegimos uno que sea limpio, eficiente e inteligente, si es que estimamos tales valores. Pero hay una sutil diferencia con otros valores como la honestidad, la lealtad, el respeto, la justicia, entre otros. A estos últimos se les suele llamar «valores éticos», pues hacen que una persona sea ética. Una persona limpia por supuesto que sigue valores –como la limpieza–, pero no afirmamos que sea ética o no. Solo podríamos calificarla como ética si supiéramos que cuida la limpieza por respeto a otros, pero, en este caso, el valor ético es el respeto, no la limpieza. Los valores éticos, a diferencia de los valores generales, nos hacen buenas personas; y, en caso de ausencia, malas.
Un sicario o asesino profesional puede ser eficiente: cumple sus encargos en el tiempo preciso, con puntería y discreción. Pero no es ético porque no respeta a las personas: claramente no a sus víctimas. Alguien podría sostener que sí es respetuoso de su palabra y de sus clientes. Pero el respeto es un valor fundamentalmente universal: quien se dice respetuoso lo es con todos; no solo con quienes le pagan. Tampoco es que vea a sus clientes con respeto, sino que estos son fuentes de dinero, por tanto, podría matarlos si otra persona los contrata para ello. Entonces, un asesino puntual y limpio no ejerce un oficio respetuoso, justo, honrado. ¿Tiene valores? Sí –puntualidad, limpieza–, pero en un sentido más fino podríamos decir que no observa valores éticos –respeto, justicia, honradez.
Para la presente investigación, nuestro enfoque se centra en los valores en sentido general. No solo excluiremos el uso de los valores en un sentido ético o moral más estrecho, sino que evitaremos enunciar juicios de valor o calificaciones respecto de las personas y sus creencias. No jerarquizaremos los valores ni a sus poseedores, a diferencia de otros enfoques que veremos en breve. Por ejemplo, la teoría de los valores saludables y no saludables suscribe un orden o jerarquización de unos valores como superiores o saludables frente a otros.
La Encuesta Mundial de Valores
Uno de los estudios más amplios y reputados sobre el tema proviene de la Encuesta Mundial de Valores –EMV o World Values Survey en inglés2–. Esta es una amplia red internacional que cubre casi 100 países en el mundo que representan el 90% de la población mundial y que ha venido operando durante casi 30 años. La red estudia temas como la importancia de la religión, la identificación nacional o la relación con la autoridad, entre otros, que transparentan valores como religiosidad, patriotismo u obediencia. La EMV nace con la finalidad de investigar los cambios en los valores que se produjeron por los procesos de modernización, relacionados con la burocratización social y el desarrollo económico. La industrialización, la especialización laboral, la urbanización, el crecimiento del aparato estatal, entre otros signos, diferencian a las sociedades modernas de las tradicionales. Los estudios pioneros de estos procesos por Marx y Webber indicaban un progresivo declive de la religión, tema que llamó la atención de la EMV, pues no parecía ser correcto (Inglehart & Welzel, 2005).
Luego, el grupo de investigadores también fue ampliando la motivación inicial hasta proponer un marco teórico que permite organizar los valores de los individuos y sociedades en dos ejes. Primero, la modernidad no ha implicado la desaparición de la religión en todas las sociedades, pero sí un reacomodo profundo en otros ámbitos que demuestran cambios y permanencias en creencias y valores. Una sociedad moderna no es irreligiosa, pero tiende a ser urbana y letrada, entre otras características. Entonces, el primer eje de comparación es la escala gradual entre valores tradicionales, donde prima lo religioso, y valores modernos o, más precisamente, seculares.
Las sociedades con valores tradicionales enfatizan la preponderancia de la religión, la obediencia a la autoridad, los lazos entre padres e hijos y las familias con padre y madre, así como estándares morales absolutos; estas sociedades rechazan el divorcio, el aborto, la eutanasia y el suicidio, y tienden a ser más patriotas y nacionalistas. En contraste, las sociedades con valores seculares-racionales muestran preferencias contrarias respecto de todos esos temas (Inglehart & Carballo, 2013, p. 26).
El segundo eje de comparación se centra en la dicotomía entre valores materialistas y posmaterialistas, o supervivencia y autoexpresión. En el siglo XX se experimentó un crecimiento económico sin igual que posibilitó el Estado benefactor en muchos lugares del mundo, como Europa. De este modo, para buena parte de la población mundial, la prioridad no consistía en asegurar las condiciones mínimas de supervivencia, sino fomentar la expresión personal: que cada uno haga lo que desea. Esta última idea está asociada a valores como la tolerancia, la democracia, la igualdad entre hombres y mujeres, entre otros. Una sociedad posmaterialista, por ejemplo, tiende a ser más receptiva frente a la homosexualidad, pues esta representa la libre expresión del individuo. En este contexto, materialista no debe confundirse con la cultura del shopping y consumismo, sino con el priorizar la seguridad física, alimentaria y otras.
Las sociedades que califican alto en valores de supervivencia tienden a fortalecer las orientaciones materialistas y los roles tradicionales de género; estas sociedades muestran una relativa intolerancia a extranjeros, homosexuales y otros «out-groups» y niveles relativamente bajos de bienestar subjetivo; califican bajo en confianza interpersonal; y enfatizan el trabajo arduo –más que la imaginación o la tolerancia– como el asunto esencial que se debe enseñar a los niños. Sociedades que enfatizan valores de autoexpresión exhiben preferencias opuestas acerca de todos estos temas (Inglehart & Carballo, 2013, pp. 29-30).
Sobre la base de ambos ejes, el grupo de investigadores ha construido un mapa mundial de valores. En él, se puede ubicar los países y confirmar СКАЧАТЬ