Название: El poder
Автор: Pedro Banos
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9788412473940
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Asimismo, el temor es un poderoso sentimiento que hace que la gente se doblegue y acepte que se le imponga otra voluntad.
No obstante, siempre es mejor tener al lado a personas que nos sean fieles por convicción, persuadidas de que es más beneficioso para ellas, y no por mero temor, aun cuando una cierta dosis sea precisa en ciertos momentos y con determinadas personas.
La era digital quizá ofrece más posibilidades que nunca para alcanzar el propósito de ser temido. Tecnologías como el Big Data, el internet de las cosas y el uso generalizado de aplicaciones o redes sociales han abierto una ventana de oportunidad para materializar algunos de los principios maquiavélicos.
El rencor nunca muere
«Es un error creer que entre las personas de primera categoría se olvidan las ofensas antiguas gracias a los beneficios recientes».
Dado que las personas, en especial en algunas culturas, tienden a querer vengarse de las ofensas recibidas, con independencia del tiempo transcurrido y los parabienes y prebendas que hayan recibido, el príncipe siempre debe estar alerta, y no puede fiarse de que los ofendidos se hayan olvidado, aparentemente, de lo sucedido. Intentar colmarlos de beneficios, sobre todo si son inmerecidos o excesivos, a veces solo servirá para avivar la llama de sus ansias de venganza, pues el afectado puede interpretar estos gestos magnánimos como un intento burdo de ocultar aquello que tanto le agravió.
Ante estas situaciones, Maquiavelo aconseja al príncipe hacerse temer, para así evitar la amenaza de venganza, al mostrar con claridad al ofendido que cualquier respuesta se volvería contra él. En otras palabras: se rentabiliza el ser temido, pues se impide la venganza.
De manera indirecta, Maquiavelo ofrece otra lección: que el príncipe debe evitar todo aquello que pueda hacerlo odioso o despreciado. Lo ideal es que busque acercarse lo más posible a su pueblo, que es, precisamente, lo que debe conseguir el líder de nuestros días. El liderazgo moderno, más humanizado que nunca, se debe basar en el convencimiento. Este proceder es más efectivo cuando se trata de movilizar masas y lograr compromisos, pues se evita generar miedo u ofensas. Después de todo, la naturaleza humana prefiere el premio al castigo.
Pensar que las ofensas siempre deben ser vengadas obliga a que el líder tenga permanentemente en la memoria a los que obraron contra él, y también a los que le sirvieron con fidelidad. Pero no porque considere mejores a los que le ayudaron, puesto que su obligación era seguir al líder en su ascenso y servirle, sino porque son los primeros a los que debe considerar verdaderos enemigos a abatir. Nadie que no tenga la fuerza suficiente se atrevería a obrar contra los intereses del príncipe, quien debe, por su parte, esperar al momento propicio para desbancar a sus posibles rivales, esperando el tiempo que sea preciso y fingiendo amistad siempre que sea necesario, mientras prepara su conjura contra ellos.
Ver al otro como mero instrumento, en un caso, y como enemigo irreconciliable, en el otro, son dos formas de relativismo moral y pragmatismo ético.
En los tiempos del Big Data, también se presta atención al aspecto más humano, basado en la comunicación y en los pequeños detalles para detectar las ofensas. Un líder puede movilizar masas y, al mismo tiempo, estar ofendiendo a otros grupos minoritarios. Podría acercarse al modelo de líder tóxico sin apenas darse cuenta. Por eso es tan importante el «Small Data», el detalle que resalta el lado humano, las emociones.
Hagas lo que hagas, te odiarán
«Resulta llamativo que se incurre en el odio de los hombres tanto por proceder bien como por proceder mal».
En no pocas ocasiones, por más que la intención sea hacer el bien, nos vamos a encontrar con personas que nos odien, simplemente por lo que para ellas significamos. Y aunque intentemos a toda costa evitarlo, y hagamos esfuerzos por congraciarnos con ellas, a veces no conseguiremos más que agudizar ese odio.
En ciertos casos, ese odio ante las buenas obras no es más que un reflejo del malestar interior que padece el odiador, de su incapacidad para estar a la altura del odiado, o de conseguir el reconocimiento social que este tiene. O simplemente se trata de envidia, celos profesionales o pura maldad innata.
Como se suele decir: «Al buen vivir y al mal vivir nunca les faltó el qué decir».
Evita el odio del más fuerte
«En la alternativa de excitar el odio del mayor o del menor número, conviene ganarse el favor del más fuerte».
Esta oportuna sentencia da pie a varios análisis. Por un lado, siempre ha sido vital hacer frente a los enemigos, a los odiadores, de uno en uno. Un grave error es enfrentarse a varios de ellos a la vez. La división de esfuerzos no suele dar buenos resultados. Al contrario, la mejor opción es focalizarlos en un único objetivo. Napoleón fue un maestro de esta concentración de esfuerzos.
Obviamente, lo ideal es no tener enemigos, nadie que nos odie. Pero eso es más utópico que otra cosa. Por más que nos esforcemos, por más que pensemos que estamos ayudando al bien general, o al menos no causando ningún mal intencionado a nadie, siempre habrá alguien que nos odie por el mero hecho de ser como somos, por nuestras virtudes o por nuestros éxitos.
Si a pesar de haber intentado impedir el rechazo del grupo o del pueblo, el odio ha llegado, en su guía de actuación y recomendaciones para el líder, Maquiavelo nos transmite una manera de escalar las adversidades a modo de previsión, y de estudiar las alternativas. Si la situación ha derivado en la generación de odio, nos recomienda controlar o graduar de dónde viene y evitar a los más influyentes. Es esa estrategia la que permitirá adaptarse o acometer las medidas necesarias para mitigar el daño.
La otra lección es que, dado que no podemos evitar ser odiados en alguna medida, un objetivo prioritario es intentar congraciarse con el grupo o entidad más poderosa, para evitar su elevada capacidad destructora. No siempre será sencillo, sobre todo si ese grupo piensa que nos podemos convertir en un rival o que le podemos hacer sombra.
El poder puede ser militar, económico o consistir en la influencia sobre el «pueblo», pues no siempre se basa en el peso de la milicia. En cualquier caso, el poder lo tienen aquellos con mayor popularidad y peso específico, y los que cuentan con la mejor y más tupida red de apoyos en el Estado o ciudad. El príncipe no puede evitar el odio; solo debe identificar con quién le beneficia aliarse y a quién evitar.
Evita el odio de las masas
«Evitando todo lo que le pueda hacer odioso o despreciable».
Aunque se pueda someter por la fuerza a las masas, siempre es mejor tenerlas de nuestro lado gracias al miedo o la sugestión. Y sobre todo hay que evitar a toda costa realizar actos que generen un odio innecesario en la población.
El odio de la masa no es malo porque sea el de muchos, sino porque la irracionalidad es instintiva y no es controlable. Autores como los neocontractualistas, John Rawls por ejemplo, establecen que se necesitan nuevos modelos de relaciones sociales y pactos éticos para enfrentarse a las nuevas necesidades de una sociedad colectivista y globalista que se apodera de las acciones sociales.
«Hazlo, pero que yo no me entere»
«Poco tiene que temer el príncipe de las conjuraciones si su pueblo le quiere, pero no le queda ningún recurso si carece СКАЧАТЬ