Название: El poder
Автор: Pedro Banos
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9788412473940
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Cuando alguien está en deuda con una institución es más fácil que le sea fiel. Seguir a una figura abstracta, que cada uno imagina a su manera, es más fácil que personalizarla, ya que al humanizar la institución también se le atribuyen inconscientemente costumbres y vicios humanos.
Cuando México tuvo la desgracia de sufrir un terremoto en 1985, uno de los primeros países en reaccionar fue Etiopía, algo que sorprendió a la comunidad internacional, pero que se explicaba (al menos en parte) porque en 1935 el país africano había recibido ayuda de México cuando fue invadido por Italia, en plena época expansionista europea en África. Otro ejemplo es el de Irán, que no dudó en apoyar a Siria en su reciente conflicto interno, pues no había olvidado que, durante la guerra que mantuvo con Irak en los años 80, este país siempre se mantuvo a su lado.
Maquiavelo, como se ve, intuía en la naturaleza humana ese impulso que nos lleva a actuar desde nuestro inconsciente, la reciprocidad, que ayuda a consolidar las relaciones entre personas e incluso entre Estados.
Evitar el menosprecio y ganarse el respeto
«El príncipe debe protegerse con cuidado de todo aquello que pudiera hacer que lo aborrezcan o lo menosprecien».
Entre las cualidades que se deben tener en cuenta para consolidar al príncipe, Maquiavelo destaca la importancia de evitar el desprecio y el odio. No opinaba lo mismo Napoleón, quien, además de no temer el desprecio, estaba convencido de que por sus actos acabaría siendo admirado.
En todo caso, tan importante es no realizar actos que generen un odio innecesario como mantener la suficiente dignidad pública que evite ser despreciado. Para lograrlo es esencial comenzar por respetarse a uno mismo y al puesto que se representa. El siguiente paso es hacerse respetar, y siempre será mejor por el convencimiento, por el ascendiente que da el conocimiento y por la maestría en el desempeño del cargo, antes que por la imposición forzada.
No confundas el aprecio con la adulación
«Los hombres tienen tanto amor propio y tan buena opinión de sí mismos, que es muy difícil protegerse del contagio de los aduladores».
Dale Carnegie diferencia entre el aprecio y la adulación. El primero es sincero y la segunda no lo es. El aprecio procede del corazón y la adulación, de la boca. El líder busca el aprecio, por su acción, por sus decisiones, por su ejemplo. Ni siquiera los grandes líderes pretenden complacer a todo el mundo.
Memento Mori, decían los romanos a los generales y emperadores cuando entraban en la Via Apia tras una campaña triunfante: «Recuerda que eres mortal». El regocijo y la soberbia por lo logrado hacen que seamos vulnerables ante la borrachera del éxito. Todos escondemos algún interés cuando hablamos con el príncipe, y este debe tener capacidad de discernir quién dice qué y por qué. Ahora se les llama consejeros o asesores. No dicen lo que deben, sino lo que les asegura su puesto o agrada a los oídos del príncipe. Si el líder no controla este aspecto, la vanidad le hará caer en desgracia en breve porque no podrá actuar sin alabanzas y buscará el premio haciendo caso a los aduladores, que se convierten así en un gobierno en la sombra.
Otro aspecto para no engañarse y que se fomenta en la actualidad es el sentido crítico, que implica una actitud firme y ser difícil de complacer, en el sentido de desarrollar la tarea. Lo que es cierto es que a todo el mundo le gusta ser halagado, incluso a los que dicen lo contrario, pues bastaría con lisonjearles alabando su falta de necesidad de ser elogiados para que se dejaran seducir por el agasajo verbal. Mazarino no dudaba: «Si el elogio es exageradamente halagador, ten por seguro que estás tratando con un hipócrita».
En todo caso, es más fácil de lo que parece caer en la trampa de la adulación, sobre todo si el que la lleva a cabo lo hace de modo sibilino, con gran astucia. De lo que no cabe duda es de que hay que saber identificar a los aduladores, para no caer en la tentación de pensar que sus palabras son ciertas y que todo lo que realizamos lo hacemos bien. Solamente las personas que nos critiquen con sinceridad nos permitirán perfeccionarnos, algo que todos necesitamos, cada uno de los días del año.
Ya Plutarco nos avisaba: «La adulación no acompaña a las personas pobres, anónimas y débiles, sino que es traspié e infortunio de grandes casas y grandes asuntos». También alertaba sobre el daño que provocan los aduladores, pues «los que alaban con mentira y sin merecerlo a un hombre lo hacen soberbio y lo destruyen». Por eso también nos decía que «los afortunados necesitan de amigos que les hablen con franqueza y reduzcan el orgullo de su mente». Después de todo, es bien sabido que si consigues que una persona se crea el centro del mundo, el ser más importante del universo, alguien excepcional, estará en tus manos.
Hablando de adular, otra gran certeza es que, si siempre adulas a todos, nunca te adularás a ti mismo.
Coge buena fama y échate a dormir
«Temerá menos al enemigo exterior, que no acudirá por su propia voluntad a atacar a un príncipe al que sus vasallos respetan».
Como suele decirse: «Coge buena fama y échate a dormir; coge mala fama y échate a pedir». Muchos estudios sociológicos demuestran que tener buena fama, ser estimado y apreciado hace que, incluso cuando se cometen atropellos y desmanes, estos sean vistos con buenos ojos, o al menos que no sean tan criticados.
La importancia del prestigio o estima ayuda a blindarse ante ataques, si bien queda por definir en qué basa la persona su prestigio o poder. Todo lo contrario le sucede al que es precedido por la mala fama, pues ninguna falta, por leve que sea, le será perdonada. De lo que no cabe duda es de que la buena fama ayuda a triunfar en las decisiones que se adoptan.
Como forma de adquirir prestigio ante el pueblo o las tropas, Mazarino recomendaba: «Pase lo que pase, oculta tu cólera: un solo acceso de violencia perjudica más a tu reputación de lo que puedan beneficiarla todas tus virtudes».
También la frase «más vale un gramo de apariencia que un kilo de sabiduría» es aplicable en este caso. Se valora el «efecto halo», aquel que rodea a la gente que, por el motivo que sea, está encumbrada o que goza de reputación, incluso aunque haya adquirido ese prestigio de manera fugaz y merced a modas pasajeras. A esas personas se les permite casi todo y sus palabras ejercen de «talismán», como si tuvieran la capacidad de conjurar la verdad y la certeza con su verbo. Esta capacidad solo esconde un problema. En el momento en que pierde o queda debilitada su fuerza política, económica o ejecutiva (como la militar), o bien salte un «error» en un momento preciso en el que la población es sensible a esa circunstancia, entonces, en cascada, todo el mundo, la masa, hablará como uno solo contra él. Y los mismos que «toleraron» en el pasado ciertas acciones, ahora, refugiándose y animándose en el número, serán los primeros en denunciar sus actos como punibles, y no cejarán en pedir la cabeza del antes idolatrado.
Hacer el bien no siempre compensa
«Quien quiera ser bueno con quienes no lo son tarde o temprano sin duda perecerá».
La idea es que hacer el bien de forma constante no siempre compensa. Aunque haya que tender a ello, debe recordarse que a veces la bondad no es bien entendida. Ejercida en ciertos ámbitos СКАЧАТЬ