El poder. Pedro Banos
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Название: El poder

Автор: Pedro Banos

Издательство: Bookwire

Жанр: Социология

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isbn: 9788412473940

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СКАЧАТЬ style="font-size:15px;">      El príncipe es caritativo no porque sea débil, sino precisamente porque puede serlo o no serlo a voluntad.

      Respetarse a sí mismo y respetar a los demás

      «El príncipe debe cuidar no ofender de manera grave a los que están cerca de él».

(CAPÍTULO XIX)

      El respeto considerado como un valor. Eso es lo que nos permite aceptar, entender y valorar al prójimo, reconociendo los derechos de los individuos y de la sociedad.

      El respeto ha sido entendido como valor porque es un facilitador de la convivencia en el seno de las sociedades. El problema es que a veces no son muy claras las interpretaciones de lo que es una falta de respeto. Aquí entraríamos en los aspectos culturales, al menos en las sociedades que promueven los derechos y las diferencias individuales y que se alejan de las más homogéneas del pasado.

      A medida que la sociedad se abre, desaparecen esas faltas de respeto tan rígidas. Todo se difumina más y depende del criterio de cada uno: somos más libres y la subjetividad cuenta mucho, y no es tan fácil determinar qué es no respetar a los otros.

      En todo caso, volvemos a uno de los principios fundamentales de la convivencia en sociedad: respetarse a sí mismo, respetar a los demás y exigir ser respetado. En este sentido, Baltasar Gracián recomendaba: «Nunca perderse el respeto a sí mismo».

      Todo esto se magnifica cuando se trata de no ofender, de respetar a las personas que nos son más próximas, con las que tenemos un trato más cercano, casi íntimo, como pueden ser nuestros colaboradores más próximos o el personal a nuestro servicio directo. Nada es más grato que estar rodeado de personas que están a gusto con nuestra presencia, a las que sabemos valorar y a quienes damos un trato digno y humano. Eso no implica fraternizar en exceso ni tomarse confianzas indebidas. Aunque cada uno ocupe su puesto, hay que tratar a todo el mundo como si al día siguiente los papeles se fueran a invertir.

      De lo que no hay duda es de que, cuando das la espalda, debes estar seguro de a quién tienes detrás. La cólera y la injusticia, como la debilidad, no deben ser percibidos por los que te rodean. También es recomendable ser magnánimo y apoyar en privado las decisiones de los que te sirven, compensándolos por los agravios involuntarios que se les haga en público, para no mostrar favoritismos. Las tres líneas que no hay que sobrepasar son siempre las mismas: el honor, la hacienda y el linaje. O dicho en lenguaje actual, el poder ejecutivo, la capacidad financiera y los intereses creados.

      También se dice que hay que felicitar en público y reprender en privado, sobre todo lo último para evitar el odio del subordinado amonestado delante de los demás.

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ABUSO,AVARICIA YGENEROSIDAD

      Un líder generoso puede ganarse la admiración de sus súbditos, pero solo temporalmente, pues al final estará gastando el dinero ajeno. Por este motivo, Maquiavelo cree que es mejor tener fama de tacaño que de dadivoso o corrupto. También debe evitar los abusos y las humillaciones innecesarias sobre sus ciudadanos.

      El poder del dinero

      «El demasiado liberal no lo será largo tiempo: se quedará pobre y será despreciado».

(CAPÍTULO XVI)

      Maquiavelo asocia en varias ocasiones el aspecto económico (la riqueza) con el prestigio (la estima). Si bien en el siglo XXI esta valoración no ha perdido vigencia, ni mucho menos, se ha complementado con otras características que los seguidores buscan en un líder, como el ejemplo, el conocimiento, la actitud y la honradez.

      En la actualidad se aprecia la ética del dirigente por encima de aspectos materiales como lo económico. De lo contrario, los seguidores no le harán líder.

      No obstante, como dice el poema de Quevedo, «poderoso caballero es don dinero», por lo que una persona que haya sido muy adinerada, una vez perdida la fortuna, lo más seguro es que descubra que la inmensa mayoría de los que consideraba como amigos se esfuman, y no logre mantener el respeto y la pleitesía que se le rendía en ciertos ambientes. Como apunta Baltasar Gracián: «Confiar los amigos de hoy como enemigos de mañana, y los peores».

      Solo cuando la fortuna y la suerte acompañan al gobernante se genera ese halo de magnetismo que hace que todos lo adulen y acompañen. Pero si cae en desgracia o pierde el poder o, peor aún, si se le ve indeciso en la toma de decisiones, entonces el vulgo le abandonará, porque no hay nada más etéreo y fútil que la alabanza y la estima interesada. El príncipe debe advertir quién le apoyará durante toda su carrera, para no solo saber quién estará con él en las horas bajas, sino quién le estima solo por su poder. Así conocerá en las horas de gloria quién es de confianza y quién no.

      Eso sí, a la hora de hacer la guerra, el dinero es la clave. Como decía Napoleón: «La guerra se hace con tres cosas: dinero, dinero y dinero».

      Disparar con pólvora ajena

      «Un príncipe que desea que su liberalidad sea elogiada no repara en ninguna clase de gastos, y para mantener esa reputación, después suele verse obligado a cargar de impuestos a sus vasallos y a echar mano de todos los recursos fiscales».

(CAPÍTULO XVI)

      Al dar estos consejos económicos, aunque Maquiavelo muestra un relativismo moral, también mantiene la idea del poder como única referencia, así como la necesidad de evitar generar odio. En la época actual, el liderazgo basado en principios se consolida más; un liderazgo ético, aumentado por los efectos de la «transparencia» y con un pueblo que cada vez demanda más información sobre los puestos públicos.

      Por triste que parezca, este principio de gastar lo de los demás parecen haberlo entendido muy bien algunos de los dirigentes políticos actuales, pues no dudan ni un segundo a la hora de dilapidar los fondos públicos conseguidos gracias a los impuestos pagados por el pueblo. Como suele decirse: ¡qué fácil es disparar con pólvora del rey! Además, saben que prácticamente nunca se les va a pedir responsabilidades, y mucho menos que tengan que responder con su propio patrimonio a los desmanes económicos cometidos.

      De este modo, se realizan todo tipo de gastos superfluos e innecesarios, y en no pocas ocasiones tan solo motivados por la filiación ideológica del líder, pero alejados de las necesidades reales de los administrados. Lo curioso es que, como dice Maquiavelo, los mayores desmanes siempre encuentran quien los defienda, incluso con vehemencia. Así, es fácil mostrarse generoso cuando se trata de gastos cuyo coste no sale del bolsillo propio. Algunos políticos lo han aprendido demasiado bien.

      Más vale pasar por avaricioso que por inútil

      «No debe inquietarse porque se le tenga por avaricioso, puesto que, en este erróneamente llamado vicio, se sostienen la estabilidad y la prosperidad de su gobierno».

(CAPÍTULO XVI)

      El buen gobernante es aquel que sabe preservar la riqueza de su reino y también cómo acrecentarla. En la mentalidad de la época de Maquiavelo, los créditos y las empresas en las que se embarcaban los reinos se hacían en virtud de lo acumulado, no de lo arriesgado. Su consejo es que el príncipe no debe preocuparse por la fama de avaro, siempre que eso sirva para acrecentar la riqueza del Estado y, por tanto, beneficiar al pueblo. Obviamente, siempre que no se lleve tan al extremo que se realicen acciones que terminen por perjudicar el prestigio del príncipe.

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