Название: El poder
Автор: Pedro Banos
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9788412473940
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Lo cierto es que la fama digital importa mucho y llega a obsesionar, especialmente a los más jóvenes. También es cierto que si nadie habla mal de ti, es que no eres importante. La difamación injusta va con el cargo.
Nunca abusar del poder
«Para no ser aborrecido le basta con respetar las propiedades de sus súbditos y el honor de sus mujeres».
«Antes olvidan los hombres la muerte de sus parientes que la pérdida de su patrimonio».
Maquiavelo nos dice que, para ser justos, hay que respetar a las personas: su vida y su hacienda. Pero también hay que cuidar otros aspectos, intangibles pero esenciales, como son el honor o la dignidad. Asimismo, es fundamental conocer y respetar la cultura del pueblo, sus creencias y normas ancestrales, para no ofender de manera innecesaria ni ganarse enemigos por pura ignorancia.
En cuanto al patrimonio, la referencia es clara a los abusos que el pueblo ha sufrido a lo largo de la historia con todo tipo de gravámenes, tasas e impuestos. Si bien son necesarios para el debido funcionamiento de la sociedad, en muchos casos llegan a ser excesivos, fruto de decisiones caprichosas de los gobernantes; y además son gastados con indecente alegría sin que beneficien a los ciudadanos. De ahí que Maquiavelo recuerde el dolor que provoca en una persona sencilla verse despojada de su patrimonio, conseguido con arduos esfuerzos y quizá durante generaciones, por el simple capricho del príncipe.
La combinación de astucia, prudencia y un buen plan de análisis de las necesidades de sus súbditos emula la frase de Calderón cuando, en una de sus obras, El alcalde de Zalamea, dice: «Al Rey la vida y la hacienda se ha de dar, pero el honor es patrimonio del alma, y el alma solo es de Dios».
El príncipe debe, por tanto, salvaguardar la honra de sus súbditos y su patrimonio. Si se comete latrocinio en cualquiera de las dos áreas, el odio y el rencor serán constantes en la población. La prosperidad y la honra son los dos pilares que una sociedad moderna tiene para progresar; es decir, la propiedad y el derecho a la intimidad y a la privacidad. El líder que comprenda que estas son las dos fuerzas que cohesionan y sirven al bien común estará pasando de la Edad Media al contexto actual, y así consolidará su poder.
Las malas costumbres son difíciles de cambiar
«El príncipe encuentra muchas razones para hacerse con los bienes ajenos si se propone vivir de la rapiña».
No cabe duda de que la persona que se acostumbra a vivir sin trabajar, a obtener sus recursos mediante la delincuencia, aprovechándose de los demás o del propio Estado, tiene muy difícil reencontrar el orden en su vida. Un trabajo normal no le satisfará en lo personal ni le proporcionará los recursos mínimos necesarios para el ritmo de vida al que se ha acostumbrado.
Por ello, el árbol se debe enderezar cuando es joven y tierno. Una vez que ha enraizado en las malas costumbres, no habrá prácticamente posibilidad de que su trayectoria sea recta.
Evitar las ofensas innecesarias
«Nada hace tan odioso a un príncipe como que viole el derecho de propiedad y que tenga poco miramiento con el honor de las mujeres de sus súbditos, que estarán, de no ser por esto, siempre contentos con él».
Maquiavelo daba mucha importancia a la naturaleza vengativa del hombre, y recomendaba no dar motivos para despertar el odio ni alentar acciones contrarias. Es siempre preferible que las acciones provoquen el reconocimiento de la grandeza, el valor, la prudencia y la fortaleza, aspectos positivos que favorecen el prestigio del líder.
Además de los bienes materiales, las personas son muy celosas de otros intangibles, como el honor, la dignidad o el respeto. Hay que ser muy cuidadoso para no ofender innecesariamente a nadie.
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Aunque las ideas de Maquiavelo han sido malinterpretadas muy a menudo, no cabe duda de que en algunos de los capítulos y sentencias de El príncipe se puede encontrar ese aroma maquiavélico, esa idea de que todo es válido con tal de alcanzar el poder y mantenerlo. Sin embargo, también debemos saber leer entre líneas y buscar lo que de razonable pueda haber en algunas de sus ideas más aparentemente crueles.
Gánatelos o acaba con ellos
«Nunca debe olvidarse que es indispensable ganarse a los hombres o aniquilarlos».
Nos enfrentamos aquí al clásico dilema de si es mejor ser amado o ser temido, si quien no está conmigo entonces está contra mí y, por lo tanto, debe ser destruido. Maquiavelo también aborda la disyuntiva entre atraerse a las personas mediante prebendas o bien, si no se consigue que se pongan de nuestro lado por medios amables, acabar con ellas.
A lo largo de su obra, el autor florentino parece mostrar su preferencia por ser temido, incluso no le preocupa que con este comportamiento el príncipe gane fama de cruel. En su opinión, la crueldad es un medio más seguro y rentable para consolidar el Estado, ya que a los súbditos les da menos miedo atacar a quien se hace amar que a quien se hace temer.
En la actualidad, los países que aceptan la dicotomía de «favorecer o destruir» tienen gobiernos autoritarios, o son Estados fallidos, pero a pesar de ello, este método les proporciona el respaldo suficiente para mantenerse en el poder sin contar con la opinión de la sociedad en su conjunto.
Desde un punto de vista más amplio, premiar y castigar son parte de las técnicas de liderazgo. Sin necesidad de llegar a destruir, es decir, suavizando la postura de Maquiavelo, la aplicación clásica del palo y la zanahoria es una forma de fomentar la automotivación, siempre y cuando se lleve a cabo correctamente.
Hay que tener en cuenta que toda persona necesita ser valorada. Los seres humanos quieren sentirse útiles, o al menos que se cuente con ellos. Cuando no sucede así, se genera una resistencia cada vez mayor, hasta que el rechazo se convierte en agresión, y la agresión en subversión. En consecuencia, el «chantaje emocional» al que se somete a una persona para ganarse sus favores tiene que mantenerse de forma constante (aunque cambie la «forma»). Es una buena manera de garantizar su alineamiento, asegurarse su fidelidad y, sobre todo, nos evita el «tener que mirar una y otra vez a nuestras espaldas». Si esto no funciona, si el chantaje emocional y la manipulación social o personal no dan sus frutos, tendremos un enemigo dentro y, por tanto, una amenaza que esperará cualquier distracción nuestra para atacarnos.
La esperable y temida venganza
«Cualquier daño que se hace a los hombres debe ser tal que no se pueda temer una venganza».
La idea «maquiavélica» de evitar las posibles venganzas puede entenderse al menos de dos maneras: o bien actuar con contundencia para erradicar el problema de raíz, o bien ofender tan solo cuando no se teman posibles venganzas.
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