El desafío de la cultura moderna: Música, educación y escena en la Valencia republicana 1931-1939. AAVV
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      VIDA CULTURAL CONSERVADORA EN VALÈNCIA (1931-1939)

      Una vez presentados los principales grupos conservadores y reaccionarios que dominaron la escena política del momento en València, cabe destacar los espacios, lugares e instituciones que ayudaron en la difusión de su mensaje en diferentes capas de la población.

      Por lo que respecta a la prensa escrita, encontramos en esta época medios como El Pueblo o El Mercantil Valenciano que convivieron con prensa más conservadora como Las Provincias, que durante la Segunda República actúo como uno de los medios de comunicación por excelencia. Desde su nueva sede en la Alameda, el diario fue foro de expresión de católicos, conservadores y monárquicos, como así también lo harían La Voz Valenciana o Diario de Valencia, este último cauce de las opiniones de DRV.

      A estos medios escritos les siguieron otros lugares que registraron los ecos de la élite conservadora. Es el caso del Ateneo Mercantil de València, institución fundada en 1879 y que había reunido a la burguesía valenciana agrícola, financiera e industrial desde su sede en la plaza Emilio Castelar (hoy Ayuntamiento). Durante la Segunda República, sus intereses fueron muy próximos al PURA, que gobernó la ciudad por medio de diferentes alcaldes, como hemos destacado, durante todo este proceso histórico; o al Partido Radical de Alejandro Lerroux, del que el presidente del Ateneo, Ricardo Samper, fue también miembro, así como presidente del Gobierno de España en 1934.

      Al peso político y cultural del Ateneo debemos unir otras instituciones sociales como el Casino de Agricultura de València, nacido en 1858 de la extinta Sociedad Valenciana de Agricultura, y que albergó tertulias y cafés de la alta burguesía valenciana de la época, especialmente vinculada a DRV o al PURA. Finalmente, otros grupos más liberales, como la Sociedad Económica de Amigos del País, se vieron envueltos en presiones por parte de la dictadura de Primo de Rivera, lo que redujo sensiblemente su actividad, aunque contó siempre con la presencia en su junta directiva y en órganos de decisión de conservadores como Joaquín Maldonado Almenar, entre otros (AA. VV., 2006).

      En paralelo al desarrollo y la consolidación de estas instituciones, los cines y teatros vivieron su esplendor cultural durante esos años gracias al empresariado local, como es el caso de los cines Avenida, Doré, Tyris o Metropol. A este tipo de espectáculos se sumó el éxito de los teatros, algunos de ellos con obras de sentido religioso o conservador, como el de los Niños de la Calle San Vicente, próximo al actual Teatro Principal.

      Al desarrollo de este tipo de espacios le siguió el de los cafés, en cuyo centro se sucedían tertulias diarias sobre los más variados temas políticos, también conservadores, como en el Bar Aparicio de la calle Ruzafa o en el propio Ateneo Mercantil (Arias, 1996). De hecho, algunos autores señalan que era en estos cafés donde se hacía la verdadera política de la época y donde se pactaban y negociaban aspectos que tendrían su trascendencia en decisiones concretas de ámbito local.

      Dentro de las actividades culturales republicanas, orientadas políticamente a la defensa de valores conservadores y autonomistas, cabe destacar los acontecimientos sociales y políticos que tuvieron lugar entre el 29 de octubre y el 5 de noviembre de 1932. Aquí un multitudinario desfile recibió los restos mortales de Blasco Ibáñez desde su traslado de Francia hasta la ciudad de València. El féretro estuvo varios días en el Ayuntamiento, donde fue visitado por miles de ciudadanos y finalmente depositado en el cementerio general. El acto, preparado concienzudamente por el partido fundado por Blasco, supuso una forma de prepararse para las elecciones que iban a tener lugar el 19 de diciembre y, de hecho, fue uno de los grandes actos culturales que se recuerdan para honrar al líder conservador republicano.

      La actividad de estos centros culturales se mantuvo prácticamente inalterada hasta el golpe militar de julio de 1936. Tras este hecho, la mayoría de los centros cívicos, sedes de los partidos y medios vinculados a la élite conservadora o reaccionaria fueron incautados por los partidarios del Gobierno legítimo de la República. Los defensores del golpe o se exiliaron de la ciudad o mantuvieron sus actividades de forma clandestina en lo que se consideró desde ese momento la «Quinta columna».

      Sobre esta, contamos con escasa información por la desaparición de multitud de fuentes, pero sabemos que se trataba de un grupo de civiles que pretendían desestabilizar las acciones de las fuerzas leales a la República mediante pequeños disturbios urbanos, pintadas, robo de material bélico o cartográfico y el suministro de información al enemigo. Cada vez conocemos mejor que sus actividades no se llevaban a cabo de forma aislada, sino que eran organizadas, sistematizadas, siguiendo las directrices del mando franquista, según la documentación con la que contamos en la actualidad (Paniagua y Lajo, 2002). Así, siguiendo las directrices franquistas, se constituyeron diferentes grupos de apoyo dentro de la ciudad con una función principal: aportar información sobre los principales enclaves estratégicos y lanzar mensajes derrotistas en forma de pasquines o pintadas, incluso el sabotaje de algunas actividades culturales.

      Las actividades de la «Quinta Columna» fueron bastante efectivas de cara al exterior. La actividad de espionaje fue la más destacada y sobresaliente, como lo demuestra el informe desclasificado del Estado Mayor del Aire, emitido el 14 de marzo de 1938, donde se reflejaba un índice de objetivos con las correspondientes coordenadas en el plano para facilitar un futuro bombardeo aéreo. Su confección se realizó gracias a los informes elaborados por la «Quinta Columna» valenciana y no se dejaba de lado ningún elemento: centrales eléctricas, cuarteles, localización y tipología de la defensa antiaérea, centros militares y políticos, depósitos de armas, municiones, carburantes, fábricas y talleres. Algo que ayudó a estas actividades quintacolumnistas fue la libertad aparente con la que se vivía dentro de la ciudad, especialmente durante la capitalidad de la Segunda República. La prensa, por ejemplo, no tenía inconveniente en notificar la ubicación de ministerios o reuniones de ministros, lo que provocó el justificado enojo de Azaña, que hizo constar en sus memorias (Azaña, 1981: 164-165).

      La creación del Servicio de Información Política y Militar (SIPM) en febrero de 1938 por parte de los sublevados consolidó la labor de estos grupos, y los quintacolumnistas focalizaron sus esfuerzos en señalar a determinadas personalidades leales a la República que posteriormente serán represaliadas por los tribunales franquistas. Como ha señalado el propio Javier Paniagua:

      En los sumarísimos que se han podido consultar en el Tribunal Togado Militar de València, aparecen antiguos testimonios, a favor y en contra de determinados encausados, efectuados por antiguos confidentes del bando franquista, aquellos que formaban parte de la «Quinta Columna» en València y que en su mayoría se incorporaron a los servicios de información de Falange tras la guerra. Entre los miembros encontramos desde familiares de represaliados por los milicianos republicanos, antiguos militantes de DRV o de Falange y monárquicos (Paniagua y Lajo, 2002).

      CONCLUSIONES

      La proclamación de la Segunda República en València trajo la novedad de un tiempo político nuevo vivido también por culturas políticas conservadoras y reaccionarias cuyos espacios culturales y medios de difusión se compartieron con los de otras sensibilidades progresistas. Esta convivencia no fue fácil ni mucho menos pacífica y, en muchas ocasiones, la reacción conservadora incentivó el aumento del malestar político general. Las tertulias, cafés, espacios como el Ateneo o medios de comunicación de masas recogían parte de esa sensibilidad conservadora y la trasladaban a las diferentes capas de la población, constituyendo grupos de presión constante que hicieron tambalearse al régimen republicano.

      La guerra civil iniciada en 1936 arrinconó esas sensibilidades y las llevó a la clandestinidad en la ciudad por medio de las actividades quintacolumnistas en colaboración con el grupo de militares sublevados. Esa colaboración fue constante y no decayó durante toda la contienda. Por tanto, no es de extrañar la trayectoria política posterior de muchos de los miembros de esa «Quinta Columna», СКАЧАТЬ