El desafío de la cultura moderna: Música, educación y escena en la Valencia republicana 1931-1939. AAVV
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СКАЧАТЬ habían mostrado partidarios del Gobierno de la República, muchos de los intelectuales conservadores y figuras próximas al falangismo continuaron teniendo presencia posterior a la guerra civil. De hecho, incluso el propio franquismo llegó a reivindicar la figura de Blasco Ibáñez años más tarde.

      Desde el punto de vista político, la tradición de DRV fue recogida por parte de la élite franquista. Así, en las nuevas corporaciones municipales podemos encontrar numeroso personal perteneciente a este partido, algo que también sucederá con los miembros provenientes de la Falange de preguerra, como el propio Adolfo Rincón de Arellano. De hecho, muchos de los nuevos dirigentes tendrían un papel determinante en el nuevo Estado por el mero hecho de haber pertenecido a esa «Quinta Columna», y haber participado como informantes de los franquistas desde dentro. Esta es la explicación más evidente de la cantidad de salvoconductos y avales surgidos meses después del fin de la contienda, que vinieron a proteger a una parte de los habitantes de la ciudad.

      Ideológicamente, los discursos reaccionarios y conservadores, presentes también en el mundo cultural, fueron explotados intensamente tras la victoria franquista en 1939. Así, el nuevo partido único (FET-JONS) asumió todo el marco conceptual trazado por los grupos conservadores y lo revistió de toda la simbología fascista tomando como modelos la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler. A partir de 1939 «los enemigos España» quedaron claramente delimitados, también en la cultura, y ese discurso dejó una importante huella en varias generaciones de habitantes de la ciudad de València.

      REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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      LA UNIVERSIDAD EN GUERRA

       Marc Baldó Lacomba

      Universitat de València

      CONTINUIDAD CULTURAL Y NOVEDADES

      Durante los periodos progresistas de la República y durante la guerra se consideró que la cultura era un arma de emancipación social. Uno de los rasgos principales del Frente Popular (FP) en guerra fue esforzarse en dar continuidad a la vida cultural modernizadora y ambiciosa que se había desarrollado en el primer tercio del siglo XX y aun reforzarla. La política universitaria de los ministerios de la guerra da cuenta de este interés por mantener abierta y viva la Universidad, pese a las precariedades y circunstancias nuevas que comportaba la situación bélica. Este empeño, logrado parcialmente, debe relacionarse con la estrategia del FP en guerra de acercar la cultura de la modernidad a ciudadanos que vivían ajenos a ella y servirse de esta para desarrollar la conciencia política.

      No es difícil constatar esta voluntad de continuidad con la cultura progresista de la República en los años de la guerra si atendemos a hechos como la concentración de universidades en la retaguardia (como veremos) o la evacuación de artistas y científicos en el asedio de Madrid y su traslado e instalación en Valencia, así como el establecimiento en esta ciudad de la Casa de la Cultura, desde la que se inició una actividad de iniciativas y actuaciones diversas. También es detectable este interés por la promoción cultural en publicaciones diversas como Madrid. Cuadernos de la Casa de la Cultura, Hora de España, El Mono Azul, Octubre, Nueva Cultura, Música… Otros ejemplos de este interés por la cultura son el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, la Exposición Internacional de París, la creación de la Orquesta Nacional de Conciertos o la antología Poetas de la España Leal.

      En el II Congreso, la exposición de París, las realizaciones musicales y las revistas participaron artistas como Julio González, André Masson, Joan Miró, Pablo Picasso, Josep Renau, Josep Lluis Sert; músicos como Salvador Bacarisse, Robert Gerhard, Rodolfo Halffter, Otto Mayer-Serra, o escritores como Albert Camus, Alejo Carpentier, Ilyá Ehrenburg, Ernest Hemingway, Vicente Huidobro, André Malraux, Pablo Neruda, Octavio Paz, Stephen Spender, Alexis Tolstoi, Tristan Tzara, César Vallejo, Rafael Alberti, José Bergamín, Pompeu Fabra, José Gaos, Ramón Gaya, Juan Gil-Albert, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, Ramón J. Sender, María Zambrano, Margarita Nelken, etc. Una imponente nómina que no resiste comparación posible con los intelectuales españoles o extranjeros que apoyaron al bando sublevado contra la libertad. No quedaron al margen de este empuje los intelectuales valencianos de la Generación de los 30, que antes de la guerra habían escrito en revistas como Taula de les Lletres Valencianes, El Camí, La República de les Lletres… y entre los que citaremos a escritores como Carles Salvador, Emili Gómez-Nadal o Manuel Sanchis Guarner; artistas como Josep Renau o Antonio Ballester (Tonico); músicos como Vicent Garcés, o dinamizadores culturales como Francesc Bosch i Morata (Aznar y Blasco, 1985; Ferrer, Morant y Navarro, 2017).

      En cuanto a las novedades de la efervescente actividad cultural durante la guerra en la España leal, hay que discernir entre «veteranos» y «jóvenes» (Mainer, 2006). Los intelectuales veteranos que no confundieron el proyecto democratizador de la Segunda República con las turbulencias del verano del 36 se mantuvieron fieles a la República. Captaron la guerra, como Machado, como un «tajo fuerte», como una «sombra infecunda» (Machado, 1999: 327). O como Azaña, que le parece una «locura» (Azaña, 1992, t. III: 411). A los intelectuales veteranos que siguieron leales, los unía el antifascismo, la necesidad de resistir el atropello y conseguir que venciera el derecho, la ley, la legitimidad y la razón frente al golpe, la ilegitimidad, la fuerza y el oscurantismo. Se sintieron partícipes de la defensa de la República y de la causa popular, que vinculaban a las raíces españolas más auténticas. Les inquietaba, sin embargo, la improvisación СКАЧАТЬ