Los planes de Dios para su vida. J. I. Packer
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Название: Los planes de Dios para su vida

Автор: J. I. Packer

Издательство: Bookwire

Жанр: Религия: прочее

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isbn: 9781646911141

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СКАЧАТЬ tu poder, y con salmos celebraremos tus proezas... Pero tú, oh Dios, estás sobre los cielos, ¡tu gloria cubre toda la tierra!... ¡Padre, glorifica tu nombre!... santificado sea tu nombre» (Salmo 21.13; Salmo 57.5; Juan 12.28; Mateo 6.9). Por medio de esto, Dios conoce a sus santos, y por medio de esto, nos conocemos a nosotros mismos.

      3

      EL ENCUENTRO CON DIOS

       La relación cristiana básica

      Una joven le preguntó a un amigo mío: — ¿Ha conocido usted alguna vez a C. S. Lewis?

      —Sí —respondió mi amigo—. En realidad, tuve bastante que ver con él.

      La joven permaneció en silencio durante un momento y luego, tímidamente, dijo: “¿Me permite que lo toque?”

      Como le dijo uno de los personajes de “Alicia en el país de las maravillas” a Alicia: “¡Hay gloria para ti!” El haber conocido a C. S. Lewis, ¡qué fantástico! Sin embargo, como lo hubiera señalado Lewis primero y luego mi amigo, algo muchísimo mejor que conocer a C. S. Lewis es conocer a Dios.

      Algún día, todos conoceremos a Dios. Nos encontraremos de pie delante de Él aguardando la sentencia. Si abandonamos este mundo sin haber sido perdonados, será un acontecimiento terrible. Sin embargo, existe una forma de conocer a Dios en la tierra que quita todo el terror de la perspectiva de ese encuentro futuro. Es posible que los seres imperfectos como nosotros vivamos y muramos sabiendo que nuestra culpa se ha ido y que el amor, tanto el amor de Dios por nosotros como nuestro amor por Él, ha establecido ya una unión jubilosa e imposible de destruir. No obstante, el modo de reunirnos que nos introduce a esta enorme gracia tiene a menudo un comienzo algo traumático. Así lo fue para Isaías, como veremos en breve.

      ¿Quién puede afirmar que ha conocido a Dios? Por cierto, no habrán de ser aquellos que firmemente niegan su realidad o su capacidad de ser conocido, ni tampoco aquellos que no van más allá de reconocer que existe “Alguien allá arriba”. La simple respuesta es que conocemos a Dios como un Padre celestial amoroso a través de nuestro reconocimiento de que su Hijo, Jesucristo, es el Camino, la Verdad, y la Vida. Al ingresar en una relación tanto de dependencia de Jesús como nuestro Salvador y Amigo como de discipulado de Él como nuestro Señor y Maestro, conocemos a Dios.

      La exposición de esta respuesta nos obliga a decir que no conocemos a Dios, ni conocemos a Cristo, hasta el momento en que la experiencia crucial de Isaías comienza a convertirse en una realidad de nuestra vida. Por tanto, Isaías 6 no posee únicamente un interés histórico como el relato de un gran hombre de qué fue lo que estableció la dirección de su propio ministerio. El pasaje es importante para todos. Su contenido sirve como lista de control de las percepciones conscientes que indican si nos hemos encontrado verdaderamente con Dios o no. Es necesario que entendamos lo que Isaías aprendió por medio de su visión.

      Él vio la visión en el templo. ¿Qué estaba haciendo allí? La frase de apertura del primer versículo del capítulo 6 nos da la respuesta: “El año de la muerte del rey Uzías”. Uzías había reinado durante cincuenta y dos años, pero ahora se acababa de morir o estaba por morirse, y éste era un acontecimiento traumático, aun para Judá. Judá se encontraba bajo presión política. Poderosos enemigos, concretamente los asirios renacientes, vivían justo al otro lado de la frontera. Había mucha ansiedad con respecto al futuro. Traumas de todo tipo impulsan a la gente a orar, y es natural suponer que Isaías se encontraba en el templo para orar sobre el futuro de su pueblo.

      El hecho de que éste es el capítulo 6 de la profecía, no el capítulo 1 donde Isaías nos cuenta que la palabra del Señor le vino durante el reinado de Uzías así como de los reinados siguientes (véase 1.1), sugiere que él ya era un profeta activo. Es posible que la razón que lo condujo al templo en esta ocasión fuera el deseo de saber lo que sería ahora su mensaje al pueblo. A pesar de que no es posible comprobarlo, parece probable y lo supondremos en lo que sigue.

      Uzías, como lo enfatiza 2 Crónicas (véase 26.8, 15-16), había sido un rey poderoso, bajo cuyo reinado Judá había disfrutado seguridad y prosperidad. Ahora su reino pasaría a su hijo Jotam, quien tenía alrededor de veinticinco años. Nadie sabía qué clase de rey sería Jotam. Por esa razón, todo Judá, incluyendo a Isaías, debe haberse sentido ansioso en cuanto al bienestar de la nación. Cuando Isaías entró en el templo, eso es lo que imperaba en su mente. Pero Dios se mostró a Isaías de tal manera que obligó al profeta a pensar sobre sí mismo y su propia relación con Dios en una forma nueva.

      Demasiado a menudo pensamos que Dios está simplemente allí para ayudarnos. Buscamos que nos otorgue dones y fortaleza para poder soportar las presiones externas cuando la verdadera necesidad es enderezar nuestra relación distorsionada con Él. Es gracias a su misericordia que Él toma medidas enérgicas contra nuestros intentos de utilizarlo para nuestros propósitos y nos impulsa a poner lo primordial primero. Sin embargo, dicha misericordia puede tener un aspecto temible, como lo descubrió Isaías.

      En una visión, Isaías vio la santidad de Dios. Vio al Señor en su trono, así nos dice, y los ángeles que lo adoraban mientras volaban delante del trono. Se decían el uno al otro: “Santo, santo, santo es el SEÑOR Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria” (6.3). Como todas las repeticiones en la Biblia, el triple “santo” es para darle un énfasis creciente.

      ¿Qué se le estaba comunicando a Isaías por medio de lo que vio y escuchó? Si buscamos la palabra santo en un diccionario de teología, encontraremos que en ambos Testamentos es una palabra que se aplica principalmente a Dios y que expresa algo que lo sitúa por encima de nosotros, haciendo que sea imponente y digno de adoración; y todo lo que lo pone en contra de nosotros, convirtiéndolo en un objeto de verdadero terror. El pensamiento básico que conlleva la palabra es la separación de Dios de nosotros y el contraste entre lo que Él es y lo que somos nosotros. Si pensamos que la santidad es como un círculo que abraza todo lo pertinente a Dios que se diferencia de nosotros, el centro del círculo es la pureza moral y espiritual de Dios, la cual contrasta dolorosamente con nuestra retorcida pecaminosidad. Fue exactamente este contraste lo que percibió Isaías.

      Un mal himno (escrito por el obispo anglicano Mant) comienza así:

       Luminosa la visión que deleitó

       Al profeta de Judá

       Dulce la unión de las miles de voces

       Que penetraron en sus oídos.

       (Versión libre)

      ¡Como si Isaías hubiera estado asistiendo a un gran concierto de música popular! La verdad es que Isaías descubrió que es terrible contemplar la santidad de Dios. El tener que enfrentarse a ella lo convenció de que no tenía ninguna esperanza con Dios debido a su pecado. Pero mientras tanto, los ángeles celebraban la santidad de Dios en el sentido más amplio de esa palabra, colocando delante de Isaías la conciencia de “la infinita sabiduría y poder sin límites” de Dios, así como de su “atroz pureza” (cito estas palabras del himno de Frederick W. Faber: “Mi Dios, qué maravilloso eres”).

      Concentrémonos ahora en la santidad de Dios en su sentido más pleno e inclusivo. Así como el espectro de colores constituye la luz, un espectro de distintas cualidades se combina para constituir la santidad. La narración de Isaías nos destaca cinco realidades sobre Dios en una mezcla cuyo nombre adecuado es la santidad.

      Señorío, СКАЧАТЬ