Los planes de Dios para su vida. J. I. Packer
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Название: Los planes de Dios para su vida

Автор: J. I. Packer

Издательство: Bookwire

Жанр: Религия: прочее

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isbn: 9781646911141

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СКАЧАТЬ GLORIA DE DIOS

      El hecho crucial que debemos entender, entonces, es que Dios el Creador gobierna su mundo para su propia gloria. “Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él” (Romanos 11.36); él mismo es el objetivo de todas sus obras. Él no existe por nosotros, pero nosotros sí existimos por Él. La naturaleza y prerrogativa de Dios es complacerse a sí mismo, y su placer revelado es magnificarse ante nosotros. Él nos dice: “Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré enaltecido en la tierra!” (Salmo 46.10). El objetivo absoluto de Dios es glorificarse a sí mismo.

      ¿O acaso no? Debido al hecho de que esta afirmación sea tan crucial y que tan a menudo se la encuentre ofensiva y se la rechace, deseo ahora centrar mi atención en ella y describirla en más detalle. Una vez que este concepto nos quede en claro más allá de toda duda, todo lo relativo al cristianismo cobrará sentido. Sin embargo, hasta que no tengamos esa certeza, el resto de la fe bíblica nos planteará constantes problemas. Miremos nuevamente, entonces, a lo que estamos diciendo aquí acerca de nuestro Creador.

      Su sensatez. La afirmación de que Dios apunta siempre a glorificarse a sí mismo es al principio difícil de creer. Nuestra reacción inmediata es una sensación incómoda de que semejante idea no es digna de Dios, que toda clase de preocupación de uno mismo es incompatible con la perfección moral y en particular con la naturaleza de Dios como amor. Muchas personas sensibles y moralmente cultas se espantan ante el simple pensamiento de que el fin absoluto de Dios sea su propia gloria, y se oponen enérgicamente a tal concepto. ¡Para ellos, semejante cosa describe a Dios como alguien que no se diferencia esencialmente de un hombre malvado o aun del diablo mismo! Para ellos es una doctrina inmoral y escandalosa, y si la Biblia la enseña, ¡tanto peor para ella! A menudo extraen esta conclusión explícitamente en relación con el Antiguo Testamento. Ellos acotan que un volumen que describe a Dios tan persistentemente como un Ser “celoso”, preocupado sobre todo de su “honor”, no puede ser contemplado como una verdad divina. Dios no es así. ¡Pensar que sí lo es no es más que una blasfemia real aunque no intencionada! Dado que éstas son opiniones que algunos sostienen en forma vasta y firme, es importante que consideremos qué validez realmente tienen.

      Comenzamos con la pregunta: ¿Por qué se afirman estas convicciones con tanta energía? Cuando se trata de otros asuntos teológicos, la gente puede disentir, pero con bastante calma. Pero las protestas en contra de la doctrina de que el principal fin de Dios sea su gloria están llenas de pasión y con frecuencia, de una airada retórica. La respuesta es fácil de ver, y le da crédito a la seriedad moral de los que hablan. Esas personas son sensibles al pecado de la búsqueda continua de uno mismo. Ellos saben que el deseo de gratificarse a uno mismo se encuentra en la raíz misma de las debilidades y los defectos. Ellos mismos tratan lo mejor posible de encarar y luchar en contra de ese deseo. Por lo tanto, ellos deducen que el hecho de que Dios sea egocéntrico sería algo igualmente equivocado. La vehemencia con la cual rechazan la idea de que el Dios santo se exalte a sí mismo refleja su agudo sentido de culpa del ensimismamiento humano.

      ¿Es su conclusión válida? Repetimos: Es una completa aberración. Si lo correcto para el hombre es que su meta sea la gloria de Dios, ¿cómo puede ser equivocado para Dios tener esa misma meta? Si el hombre no puede tener propósito más elevado que la gloria de Dios, ¿cómo podría tener Dios otro propósito sino ese mismo? Si es erróneo que el hombre busque un objetivo menor que éste, lo sería también para Dios. La razón por la que no sería correcto que el hombre viviera para sí mismo, como si fuera Dios, es porque no es Dios. Sin embargo, no puede ser equivocado que Dios busque su propia gloria, simplemente porque es Dios. Aquellos que insisten en que Dios no debería buscar su gloria en todas las cosas están realmente pidiendo que Él deje de ser Dios. Y no existe mayor blasfemia que desear eso.

      Si el razonamiento de los que ponen objeciones es tan evidentemente falso, ¿por qué existen hoy tantas personas que lo creen? La credibilidad del argumento proviene de nuestra costumbre de hacer a Dios a nuestra imagen y pensar que Él y nosotros estamos a un mismo nivel. En otras palabras, sus obligaciones con nosotros y las nuestras con Él se corresponden, como si Él estuviera obligado a servirnos y a promover nuestro bienestar con el mismo altruismo con el que estamos obligados nosotros a servirlo a Él. Esto es, en realidad, pensar en Dios como si fuera un hombre, aunque uno magnífico. Si esta forma de pensar fuera cierta, entonces el hecho de que Dios busque su propia gloria en todo lo haría sin duda comparable al peor de los hombres y a Satanás en persona.

      Pero nuestro Creador no es un hombre, ni siquiera un superhombre omnipotente, y esta forma de pensar es una terrible idolatría. (Para ser idólatras no hace falta que nos hagamos una imagen esculpida que retrate a Dios como un hombre; para quebrantar el segundo mandamiento, todo lo que necesitamos es una imagen mental falsa.) No debemos por consiguiente imaginarnos que las obligaciones que nos sujetan como criaturas a Él, lo sujeten a Él como Creador a nosotros. La dependencia es una relación unilateral y posee obligaciones unilaterales. Los niños, por ejemplo, deben obedecer a sus padres, ¡y no al revés! Nuestra dependencia de nuestro Creador nos obliga a buscar su gloria sin que lo obligue a Él a buscar la nuestra. Para nosotros, glorificarlo es un deber; para Él, bendecirnos es gracia. Lo único que Dios está obligado a hacer es lo mismísimo que requiere de nosotros: glorificarse a sí mismo.

      Entonces nuestra conclusión es que hablar de Dios como egocéntrico es lo inverso de la blasfemia; al contrario, el no hacerlo sería algo irreligioso. La gloria de Dios es hacer todas las cosas para sí mismo y utilizarlas como medios para su exaltación. El cristiano lúcido insistirá en esto. Insistirá también en que la gloria del hombre es tener el privilegio de funcionar como un medio para este fin. No puede existir mayor gloria para el hombre que glorificar a Dios. “El propósito principal del hombre es glorificarlo a Dios” Y cuando lo hace, el hombre halla su verdadera dignidad.

      El humanista, que cree que cuando el hombre rompe las ataduras de la religión llega a su punto más noble y divino, dirá que cuando afirmamos que el hombre no es más que un medio para la gloria de Dios, le robamos a la vida humana todo su verdadero valor. Sin embargo, la verdad es exactamente lo opuesto. La vida sin Dios no tiene ningún valor real; es una mera monstruosidad. Cuando decimos que los seres humanos no son más que un medio para la gloria de Dios, decimos también que ellos no son menos que eso, demostrando por lo tanto cómo la vida puede tener significado y valor. La única persona en este mundo que disfruta de una total satisfacción es aquella que sabe que la única vida digna es ser un medio, no importa cuán humilde, para el fin primordial de Dios: su propia gloria y alabanza. La única forma de ser verdaderamente felices es siendo verdaderamente humanos, y la única forma de ser verdaderamente humanos es siendo verdaderamente piadosos.

      Su significado. ¿Pero qué quiere decir que el fin principal de Dios sea su gloria? Para muchos de nosotros la frase “la gloria de Dios” suena vacía. ¿Qué importancia le dan las Escrituras?

      En el Antiguo Testamento, la palabra que se traduce como “gloria” expresaba originalmente la idea de peso. La gloria se aplicaba a toda aquella característica de una persona que la hace “importante” a los ojos de los demás y que los impulsa a honrarla y respetarla. La riqueza y el prestigio de Jacob son denominados “gloria” (Génesis 31.1; 45.13). Luego la palabra pasó a tener el significado de honor y respeto mismo.

      Por consiguiente, la Biblia utiliza la palabra gloria en referencia a Dios en un enlace doble. Por un lado, habla de la gloria que le pertenece a Dios: el esplendor y la majestuosidad divina que se adhieren a todas las revelaciones propias de Dios. Por otro lado, habla de la gloria que se le da a Dios: el honor y la bendición, alabanza y adoración que Dios tiene derecho a recibir, la única respuesta adecuada a su santa presencia. Ezequiel 43.2 y siguientes refleja el vínculo aquí: “Y vi que la gloria del Dios de Israel venía... me incliné rostro en tierra”. Por tanto, el término gloria conecta los pensamientos del mérito de Dios: la majestuosidad de su poder y presencia, y de su alabanza, que es la respuesta СКАЧАТЬ