Название: Otra historia de la ópera
Автор: Fernando Sáez Aldana
Издательство: Bookwire
Жанр: Изобразительное искусство, фотография
isbn: 9788499176338
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Fidelio
Los llamados «compositores de una sola ópera» en realidad crearon más de una e incluso muchas en algunos casos, pero actualmente solo se les recuerda por el único título que ha logrado mantenerse en el repertorio. Son los casos de Leoncavallo (Payasos), Mascagni (Cavalleria rusticana), Flotow (Martha), Thomas (Mignon), Humperdinck (Hansel y Gretel), Charpentier (Louise), Ponchielli (La Gioconda) o Weber (El cazador furtivo). Pero, en el caso de Beethoven, el calificativo es exacto, pues en verdad solo compuso una ópera, Fidelio o el amor conyugal (que siempre ansió, pero nunca pudo disfrutar).
Beethoven, que nunca mantuvo una relación estable con una mujer a pesar de haberla perseguido toda su vida, compuso su ópera imbuido de los ideales de justicia y libertad frente a la tiranía, tan afines a su personalidad. Florestán es lo que hoy llamaríamos un preso político, víctima del rencor de un vengativo gobernante despótico que planea matarlo en la tenebrosa mazmorra de la prisión sevillana donde languidece. Pero su valerosa mujer, Leonora, se disfraza de hombre y con el nombre de Fidelio (fiel) se las apaña para entrar al servicio del penal, ganarse la confianza del carcelero —y el amor equívoco de su hija— y liberar a Florestán amenazando con una pistola al malvado Pizarro cuando se dispone a ejecutarlo. Es la hermosa historia de un condenado a muerte y liberado por la fuerza del amor de una esposa capaz de todo. La debilidad argumental reside en lo inverosímil que resulta no solo que una mujer se haga pasar por hombre en estrecha convivencia con una familia, sino que Marcelina, la hija del carcelero Rocco, se enamore de él/ella. Menuda cara se le pone cuando se descubre el pastel. ¿Seguirá insistiendo Jaquino en cortejarla después del chasco? Hay óperas en las que nos gustaría saber qué fue de los personajes tras la caída del telón. Pero si a Beethoven le costó Dios y ayuda crear su ópera, para rato iba a embarcarse en un Fidelio 2.
La Vestal
De las veintitantas óperas que compuso Gaspare Spontini sólo queda el recuerdo de La Vestale y ello gracias a que fue «resucitada» por Maria Callas en la inauguración de la temporada de la Scala de Milán en 1954.
La ópera cuenta la historia de Julia, enamorada del general romano Licinio, quien a su triunfal regreso de una campaña se la encuentra convertida en una sacerdotisa sometida al voto de castidad. Licinio no se resigna y entra en el templo dispuesto a raptar a Julia, la cual se resiste, pero no impide que se apague el fuego sagrado y la vestal, que se niega a denunciar al intruso, es condenada a ser enterrada viva. La confesión de Licinio no la salva, pero en cambio un rayo prende el velo de Julia depositado sobre el altar, con lo que la llama sagrada se reaviva, prueba de que la diosa Vesta la ha perdonado, y la feliz pareja puede unirse en matrimonio.
El final feliz sin muerte de protagonista gracias al recurso del deus ex machina no es exclusivo de la ópera barroca o clásica. Como veremos a continuación, en pleno siglo XX, Giacomo Puccini estrenó su única ópera —si exceptuamos la semi-opereta La rondine— en la que no muere nadie aunque el protagonista está a punto de ser linchado (no obstante hay que decir que Puccini hizo tres versiones de esta «prima pobre» de sus óperas y en una de ellas Magda se suicida, aunque no se representa nunca).
La chica del Oeste
El filme mudo The Great Train Robbery, de Edwin S. Porter (1903), está considerado como la primera «película del oeste» de la historia del cine. En diez minutos, sus doce planos fijos narran el asalto a un tren por una banda de facinerosos que acaban muertos a tiros por sus perseguidores mientras se reparten el botín. Sin embargo, el primer wéstern como es debido, con su cantina —y su cantinera—, sus buscadores de oro, su sheriff, su partida de póker con trampa y consiguiente pelea incluidas, su bandido, sus indios y su horca de linchar, no fue un filme sino una ópera, La fanciulla del West de Puccini. Estrenada en el Metropolitan Opera de Nueva York en 1910 bajo la batuta de Arturo Toscanini y con Enrico Caruso en el papel de Dick Johnson, alias Ramerrez, tuvo mejor acogida en Estados Unidos que en Europa.
Escena de La fanciulla del West, de Giacomo Puccini.
Minnie, «la chica del Oeste», regenta el bar «La Polka» donde los afectados por la fiebre del oro californiano se reponen bebiendo y jugando. Todos quieren a su Minnie pero sobre todo el sheriff Jack Rance, quien anda tras el bandido Ramerrez (pronunciado en inglés suena parecido a «Ramírez»), identificado por la orquesta con un leit motiv de aroma español. Éste se presenta con el seudónimo de Dick Johnson y el antiguo conocimiento que existía entre él y Minnie se convierte en mutuo amor, para rabia del sheriff. Aunque se descubre que Johnson es Ramerrez, Minnie lo acoge en su cabaña cuando lo hieren de un disparo. Rance lo descubre y exige su entrega, pero ella le propone jugárselo al póker: si ella gana, Johnson se queda. Minnie gana con trampas pero al final Ramerrez es apresado y conducido al patíbulo. Con la soga ya al cuello acepta su destino y suplica a los mineros que no se lo cuenten a Minnie para «que ella me crea libre». Como en las películas, justo antes de la ejecución aparece deus ex machina Minnie empuñando un pistolón, dispuesta a impedir el linchamiento. Los mineros aprecian tanto a su chica de la cantina que no son capaces de amargarle la vida matando al hombre al que ama, y lo perdonan aunque ello signifique perderla, porque Minnie y Ramerrez/Johnson se van de California en pos de una nueva vida.
(Dick Johnson no es el único personaje que salva el pellejo cuando ya está con la soga al cuello: el ladrón Macheath, alias Mackie el Navaja, goza de la misma buena suerte cuando le llega el indulto en el último momento de La ópera de los tres peniques, con música de Kurt Weill y letra de Bertolt Brecht.)
PAREJAS DE AMANTES QUE MUEREN
Antes de adentrarnos en los casos particulares, finalizaremos esta visión general de la muerte en la ópera mencionando varios ejemplos de célebres parejas de enamorados —lícita o ilícitamente— en los que perecen ambos, y cómo:
– Norma y Polión (Norma), inmolándose en la hoguera.
– Romeo y Julieta, envenenándose él y apuñalándose ella.
– Toni y Elisabeth (Elegía para jóvenes amantes), sepultados por un alud.
– Wally y Hagenbach (La Wally), arrojándose ella al vacío cuando él muere sepultado por otra avalancha de nieve.
– Pelleas y Melisenda, él asesinado por su hermanastro y ella de parto.
– Chenier y Magdalena (Andrea Chénier), guillotinados.
– Tosca y Cavaradossi, él fusilado y ella precipitándose.
– Aida y Radamés, enterrados vivos (ella voluntariamente).
– Sigfrido y Brunilda (El ocaso de los dioses): el héroe asesinado y la valquiria inmolándose en la hoguera.
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