Otra historia de la ópera. Fernando Sáez Aldana
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      LA MUERTE LLAMA DOS VECES

       Eurídice

      En la mitología griega, la ninfa Eurídice es la esposa de Orfeo, el cantante hijo de Apolo que calmaba a los animales y sosegaba a los humanos con su lira. Huyendo de otro pretendiente, Eurídice pisa una serpiente venenosa cuya mordedura le produce la muerte. Hondamente apenado, Orfeo desciende al inframundo y con su emotivo canto logra que Hades devuelva a su amada a la vida, a condición de que camine delante de ella y no le dirija la mirada hasta que la luz del sol cubra su cuerpo. Pero el impaciente Orfeo no soporta la espera, se vuelve para mirar a su amada y ésta desaparece para siempre.

Illustration

      Escena de Orfeo y Eurídice, de Ch. W. Gluck.

      Un final triste que el compositor Cristoph Willibald Gluck, con ayuda del libretista Raniero de Calzabigi —compañero de correrías, como da Ponte, del polifacético libertino Giacomo Casanova— se encargó de rectificar en su versión operística del mito. Otros compositores, como Jacopo Peri (Euridice, 1600), Giulio Caccini (L’Euridice, 1602) y Claudio Monteverdi (Orfeo, 1607) habían tratado el mito en los albores de un período barroco operístico que justamente se considera finiquitado por la versión de Gluck.

      Pero hay una versión actualizada del personaje en la que muere de una vez por todas. Se trata de la ópera de cámara Las desgracias de Orfeo, de Darius Milhaud, estrenada en 1926, en la que intervienen Orfeo (barítono), Eurídice (soprano) y tres coros: de artesanos, de gitanos y de fieras. En el libreto, de Armand Lunel, Orfeo es un boticario que se enamora de la gitana Eurídice. Los amantes huyen al bosque, donde confraternizan con un oso, un lobo, un jabalí y un zorro, pero ante la impotencia del boticario Eurídice muere de una extraña enfermedad y Orfeo acaba asesinado por los gitanos.

       Alcestes

      Aunque Beethoven subtituló su ópera Fidelio «El amor conyugal», si hay otra que merece tal sobrenombre es la conmovedora historia de Alcestes y Admeto que de nuevo Calzabigi extrajo y modificó del Alcestis de Eurípides para elaborar el libreto de Alceste, de Cristoph Willibald Gluck. En esta obra, fundamental en la reforma del género operístico que emprendió el compositor, éste y su libretista repiten el tema del rescate de la muerte a las puertas del inframundo, ya tratado en su anterior colaboración, Orfeo y Eurídice.

      Como prólogo a su obra, Gluck escribió:

      Me he esforzado por restringir la música a su verdadero oficio de servir a la poesía por medio de la expresión y siguiendo las situaciones de la historia, sin interrumpir la acción ni ahogarla con una inútil superfluidad de adornos... No quería arrestar a un actor en el mayor calor del diálogo para esperar a un ritornello (repetición) tedioso, ni retenerlo en medio de una palabra en una vocal favorable a su voz.... He buscado abolir todos los abusos contra los que el sentido común y la razón han gritado en vano...

      Una primera versión de Alceste se estrenó en Viena cantada en italiano, pero años más tarde Gluck presentó la definitiva en París cantada en francés. En la versión italiana el deus ex machina que acaba librando de la muerte a los protagonistas es Apolo, pero en la francesa lo consigue un amigo de la familia tan influyente como Hércules.

      Admeto, rey de Tesalia, está gravemente enfermo, y el oráculo vaticina que morirá salvo que alguien lo haga por él. Nadie está por la labor y será su amada esposa Alcestes quien ofrezca su vida («Morir por lo que amamos es un esfuerzo demasiado suave»). Los dioses del infierno (las «Divinités du Styx» de la célebre aria) aceptan el trato y Alcestes se dispone a ingresar en él pero Admeto, súbitamente recuperado, se entera y corre a impedirlo. A las puertas del reino de la Muerte, los esposos pugnan por sacrificarse el uno por el otro hasta que Hércules les monta una bronca a los dioses infernales y logra que Apolo los devuelva a los dos a una vida de felicidad… hasta que algún día, ya sin remedio posible, la muerte los separe para siempre.

      ÓPERAS SIN MUERTE

      Naturalmente, no todas las óperas acaban con la muerte de algún personaje, aunque constituyen la minoría del repertorio (un 30% de las top 100).

      En la temporada 2018/19 sólo en cinco de las veinte más representadas no hay muertes:

      – La flauta mágica (Mozart)

      – El barbero de Sevilla (Rossini)

      – Las bodas de Fígaro (Mozart)

      – Cosí fan tutte (Mozart)

      – El elixir de amor (Donizetti)

      Otros grandes títulos de óperas de todos los tiempos en las que no fallece nadie son:

      – Armida, de Jean-Baptiste Lully

      – Rinaldo, de Georg Friedrich Händel

      – La serva padrona, de Giovanni Battista Pergolesi

      – Fidelio, de Ludwig van Beethoven

      – La vestal, de Gasparo Spontini

      – La italiana en Argel y La cenicienta, de Gioacchino Rossini

      – Los puritanos, de Vincenzo Bellini

      – Don Pasquale y La hija del regimiento de Gaetano Donizetti

      – Falstaff, СКАЧАТЬ