Название: ¿Hubo socialismo en la URSS?
Автор: Jaime Canales Garrido
Издательство: Bookwire
Жанр: Изобразительное искусство, фотография
isbn: 9789874039224
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Ellos -tal como su antecesor-, sistemáticamente, dieron “palos de ciego”, particularmente en el ámbito de la economía, lo que acabaría por crear las condiciones para que Gorbachov y compañía, tal como lo había hecho Jruschov, decidieran “mejorar” el socialismo, decretando su fin.
La reforma de Kosyguin fue fiel reflejo de ello: la cúpula del PCUS no conocía la sociedad que dirigía -es archiconocida la feliz frase de Andrópov, otro controvertido reformista y propulsor de Gorbachov-, porque toda la burocracia partidaria y del Estado, en la práctica, se había alejado del pueblo soviético, no obstante, aparentemente, “sentirse” vanguardia de este último.
Brezhnev, Kosyguin, Súslov, Gromyko, Andrópov y compañía fueron débiles como líderes de una potencia tan singular como la Unión Soviética, e, infelizmente, fueron incapaces -conscientes o inconscientes- de continuar construyendo y desarrollando el socialismo.
En lugar de ello, cayeron en el reformismo, pero en un reformismo absolutamente reñido con la esencia del socialismo, pues, paradó-jicamente, intentaron -¿irresponsable o conscientemente?- resolver los problemas que había creado su antecesor con mecanismos de la economía capitalista, acaso, esperando revivir el período de la NEP que, como se sabe, fue producto de la necesidad de asegurar la subsistencia de la República Soviética, tras la destrucción de su tejido económico y social, provocada por más de siete años de guerra y de sabotaje.
Pareciera innecesario decirlo, pero, sin embargo, lo haremos: entre los años 50 y 60 del siglo XX, la situación de la URSS se diferenciaba radicalmente -aún más, era la antípoda- de la de la Rusia Soviética de los años 20.
Si la cúpula del PCUS declaró, por un lado, que la URSS se encontraba en la fase del socialismo desarrollado y la propiedad era del todo el pueblo, no se entiende cómo el “teórico” del partido -Súslov, en este caso- y los restantes miembros del Buró Político, con su Secretario General a la cabeza, pudieron adoptar mecanismos de la economía de mercado, en flagrante contradicción con los principios básicos de la economía planificada, provocando un perjuicio irreparable al sistema socialista y a su población. Esto es, continuaron la criminal política iniciada por Jruschov a mediados de los años 50.
La burocracia, que se había adueñado de los comandos del partido y del Estado, donde los intereses individuales primaban -por cierto, solapados y parciales- por sobre los de la comunidad, en contraposición a lo que había sido la gloriosa y compleja fase de la creación de las bases del socialismo y de su desarrollo en la URSS, usaba y abusaba del nombre de Lenin a todo nivel, en la vana tentativa de convencer al pueblo soviético de que la dirección del partido y del Estado no se habían apartado del glorioso pasado socialista.
Así pues, queda meridianamente claro que, desde 1953 hasta 1984 -el período de 1985 a 1991 es de mero y acelerado desmontaje del sistema socialista-, la teoría marxista-leninista fue dejada de lado en favor de consignas hueras y falsas, que no se correspondían con la realidad del país ni con lo que su población, ya harto desorientada, esperaba.
Porque, ahora, sabemos a ciencia cierta que la burocracia partidaria no podía desconocer que la población -en virtud de todos los errores cometidos a partir de 1953- había evolucionado, parcialmente, en el sentido que querían muchos de los más altos dirigentes del PCUS y del KOMSOMOL, imbuidos del designio de apoderarse de la inmensa riqueza estatizada de la Unión Soviética: tanto, tanto se mintió oficialmente, -sobre todo, entre los años 1953 y 1964 y, más tarde, entre 1985 y 1990- que la población perdió, en parte, la confianza en el socialismo, en sus valores: la solidaridad, el sentido comunitario, su entrega al trabajo (ahora había que trabajar para los directores de las empresas y la burocracia partidaria y estatal), la inviolabilidad de la propiedad de toda la sociedad, el sentido del sacrificio en aras de la construcción de un futuro digno y radiante para sus hijos, en aras de un futuro esplendor para su gran nación y la humanidad toda.
1 C. Marx y F. Engels: Manifiesto del Partido Comunista. Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx, México, 2011, p. 31.
2 V. I. Lenin. Obras Escogidas en tres tomos. Moscú, 1961. Editorial Progreso (en adelante OEE), Tomo III, p. 349.
3 V. I. Lenin. Obras en 12 tomos en español, Editorial Progreso, Moscú 1973 (en adelante, OE). Tomo VII., p. 132.
4 Orlando Millas: Memorias (Cuarto volumen, 1957-1991). Una disgresión. Santiago de Chile, Ediciones ChileAmérica, CESOC, 1996.
5 Rebatir algunos puntos de vista sobre la realidad soviética, particularmente de la autoría de Orlando Millas, no es -desde un punto de vista moral y afectivo- tarea fácil. Porque, para los que crecimos en las filas de las Juventudes Comunistas y, más tarde, del Partido -sobre todo, habiendo tenido a Orlando Millas como uno de los principales ejemplos a seguir, tanto en su calidad de militante comunista como de auténtico estudioso y conocedor de la doctrina marxista-leninista-, se torna casi doloroso verificar que el Maestro erró el tiro al evaluar determinados fenómenos -en particular del pasado y del entonces presente del país donde le correspondió vivir varios años, concretamente más de un decenio-, lo que, para los que tuvimos la honra de conocerlo y trabajar con él, constituye, simplemente, algo inusitado. Pensamos que el momento histórico que le tocó vivir -la acelerada decadencia del sistema socialista a manos de los tardíos jerarcas de la URSS y, de modo muy especial, de Gorbachov- le jugó una pésima pasada, por cuanto, para poder haber estado compenetrado en pormenor, asimilar y evaluar al menos parte de la verdad histórica, Orlando Millas tendría, por un lado, que haber conocido las diversas versiones de la historia existentes en la URSS y, por otro, haber estudiado más a fondo la extensa obra de Lenin y de Stalin, aun cuando la de este no es tan vasta como la de aquel. Con todo, nadie mejor que Stalin podría haber llevado a cabo el debido análisis de la realidad de aquel largo período de vida de la URSS, y encontrar o crear los fundamentos teóricos pertinentes -sin perder de vista la dialéctica- para hacer frente a los desafíos que presentó la vía bolchevique de edificación del socialismo, algo que, por indefectibles razones, ni Marx, ni Engels, ni Lenin pudieron hacer. Además, de modo de tener una visión más acorde con la realidad pasada y presente de la URSS, Millas debería haber trabajado con la información proveniente de los archivos históricos del Kremlin -desclasificados, como ya lo hemos señalado, entre los años 1989, cuando Millas todavía estaba en la Unión Soviética, y 1996- y, lo último pero no menos importante, haber conocido la lengua rusa”. Estamos convencidos de que el “descubrimiento” hecho por Orlando Millas de la falsificación del marxismo-leninismo en la tardía etapa de la sociedad soviética le asestó un golpe moral demoledor, del cual no se pudo recuperar, y para el cual no encontró una explicación plausible por desconocimiento de la historia soviética. Por lo que se limitó a reproducir lo que, tanto a nivel de la Unión Soviética de aquellos años, como a nivel internacional, en una nueva campaña de manipulación de la población soviética, el anticomunismo propalaba. Además, no podemos obviar el hecho de que la mayor parte de los descarnados juicios críticos de Orlando Millas fue formulada en momentos muy difíciles para él, preso de un mal en su fase terminal, que -no tenemos dudas- influyó decididamente en sus juicios y, en definitiva, provocó su deceso. Sin perjuicio de todo lo referido, consideramos una obligación política responder a algunos de los profusos ataques que Orlando Millas lanzó en sus Memorias contra la Unión Soviética.