Decadencia. Adrian Andrade
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Название: Decadencia

Автор: Adrian Andrade

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Universo Adriático

isbn: 9789942868176

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      —¡De nuevo señores, carguen!

      En el momento en que ejecutaron la maniobra, Elder sintió la descarga por todo su cuerpo, lo cual le produjo un intenso y perpetuo grito de dolor.

      —¡Sosténgalo!

      Elder comenzó a desesperarse, el personal comenzó a sujetarlo pero el helicóptero se movía más de lo normal.

      —¡Maldita sea James! ¡Mantén el maldito transporte estable!

      —¡Eso intento Dr. Berger! ¡Algo está interfiriendo con los controles!

      Entre la constante turbulencia, lograron inyectarle un tranquilizante al ansioso paciente.

      —¡Es un tipo de explosión eléctrica! —notificó James revisando el sistema de rastreo— ¡Y no viene de abajo sino de arriba!

      —¡Desciende!

      —¡Muy tarde! ¡El sistema está frito!

      Los sistemas activaron la alarma conforme el helicóptero giraba con descontrol; la camilla del paciente se volteó de golpe pero al menos los paramédicos lograron sujetarla protegiendo de paso al paciente.

      Ante aquel aterrizaje forzado, Elder residía inconsciente, el tranquilizante se había excedido hasta el punto de hacerlo perderse del tremendo espectáculo.

      Durante un sobregiro brutal, un hombre salió disparado tras abrirse una compuerta ante la falla eléctrica.

      —¡Hank! —gritaron con extrema impotencia al no haberlo detenido.

      —¡Intenta estabilizarlo antes de que salga volando otro más!

      —¡Eso hago Dr. Berger! —James estaba enfurecido por la presión adicional —¡Oh demonios!

      El Helicóptero se impactó.

      Elder se levantó asustado, la habitación temblaba vigorosamente. Con precipitación se tocó el pecho y comenzó a respirar para tranquilizarse. Las bocanadas de aire eran rápidas y de costumbre, disminuían en el ritmo conforme se apaciguaba el terremoto.

      Habían pasado tres años desde aquél accidente y los recuerdos sobre dicho suceso continuaban dañados. Las pesadillas le brindaban nuevos detalles olvidados como la caída del helicóptero.

      En cuanto a lo ocurrido previo al impacto, ese pasado permanecía todavía borroso. No poseía ni la más remota idea de cómo ingresar a esa parte cognitiva sellada para encontrar las respuestas buscadas.

      Sabía que su nombre era Elder Musik por causa de la etiqueta adherida en su desgastado uniforme, el cual ahora era propiedad de los científicos de las instalaciones del Sector Cero, lugar donde actualmente radicaba refugiado, extraoficialmente hablando.

      El motivo de no dudarlo se debía al rescatista misterioso que le salvó la vida. No pasaba un día sin preguntarse: ¿qué había sido de él? o ¿cómo era que sabía su nombre? y ¿por qué lo abandonó así de abrupto?

      Era frustrante no recordar el pasado y no tener noción del presente. Por más análisis y experimentaciones aplicadas, su memoria no sanaba a la par de su cuerpo. En el momento del accidente, la mente simplemente se reseteó sin un mecanismo de reserva que éste supiera.

      La recuperación física fue bastante dolorosa en los primeros meses; de milagro se curó de cada una de sus heridas. Las piernas rotas estaban como nuevas y su brazo había adquirido una amenazante fuerza. Inclusive aquellas quemaduras habían cesado de molestarlo, hasta el grado de no quedar mancha alguna o cicatriz. Era como si su cuerpo jamás hubiese experimentado tal catástrofe ante la falta de evidencia física.

      Los doctores tampoco podían explicarlo, formulaban teorías y teorías hasta que las muestras de sangre indicaron que había algo especial en sus genes. Como era usual, optaron por conservar los datos recabados en absoluta discreción.

      La habitación de Elder consistía en cuatro paredes blancas. Sólo había una cama en la esquina derecha, una silla y una mesita con un cuaderno para que anotara sus recientes pensamientos o recuerdos desatados o alcanzados durante o después de las terapias programadas en la semana.

      Le era prohibido salir al exterior y por ende, su mundo se limitaba a los rincones luminosos del Sector Cero. Lo que estuviera afuera, era inexistente para sus ojos y cabeza.

      Rodeado siempre de la mejor vigilancia posible, parecía un prisionero peligroso que en cualquier momento podría lastimar a alguien por cómo lo vendían hacía los demás, aunque a estas alturas, la mayoría de los empleados creían lo opuesto por el simple hecho de que Elder sólo dormía, comía y escribía.

      De vez en cuando lo sacaban a realizar exámenes o análisis de sangre o tejido, pero siempre que lo hacían optaban por cubrirle su rostro para seguridad tanto de él como de los demás. Como se mencionó anteriormente, la seguridad era extremista hasta caer en la justificada exageración.

      Un modelo común para un sitio inexistente basado en los sistemas operados por el Gobierno de los Estados Unidos y demás países foráneos en relación a sus operaciones clandestinas.

      Se desconocía la ubicación exacta, al personal empleado y las evidencias recolectadas. Militarmente protegida y tecnológicamente resguardada por programas operativos de alta seguridad y militares entrenados con experiencia de guerra directa.

      El mando principal recaía en el Dr. Marcus Berger, un señor calvo en sus cincuenta años de edad, acompañado de sus dos colegas profesionales: el Dr. Tyson Finch y la Dra. Theresa Menard. Estos tres eran los únicos con autorización para tratar a Elder, el resto del personal le era prohibido, con excepción de la jovencita Hanna, quien se encargaba del bienestar de Elder.

      Hanna le mostraba cierto cariño a diferencia de la frialdad de los doctores, usualmente platicaba a escondidas por unos minutos porque si la sorprendían, la despedirían en el acto.

      Como era costumbre, el Dr. Berger entró a la habitación para realizar una de sus tediosas visitas. Elder se levantó de la cama y se sentó en la silla, tomó el cuaderno de la mesita y lo levantó hacia la dirección del inexpresivo e insistente doctor.

      —¿Más recuerdos sobre el helicóptero? —preguntó Berger con una sonrisa.

      —¿Qué pasó después de estrellarnos?

      —Es inadecuado darte la respuesta muchacho, tu mente debe hallar la forma de resolverla.

      Ante la frustración, Elder se levantó furioso de su silla.

      —¡No sé quién soy, no recuerdo mi pasado, no sé qué día es hoy o qué es hoy o qué soy!

      Berger lo miró con una pizca de maldad y tranquilamente le ofreció otra falsa sonrisa mientras cerraba el cuaderno.

      —Por favor Elder, esto no te hace bien. Sabes que estamos trabajando arduamente para darle una solución a estas inusuales incógnitas, pero eres inmune a nuestros métodos. Trata de entender que nada de lo que tenemos funciona en ti. La verdad del asunto es que no eres del todo humano, tu sangre tiene algunas tonalidades doradas que se reflejan en tu piel. Además ese color oro en tus ojos nunca se ha visto en nadie de nosotros.

      —Pero СКАЧАТЬ