Название: Profunda atracción - Nuestra noche de pasión
Автор: Catherine Mann
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Ómnibus Deseo
isbn: 9788413751634
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Hasta con vaqueros, era el hombre más guapo que había visto jamás. Tenía anchos hombros, piernas fuertes y exudaba poder y riqueza sin proponérselo. ¿Cómo podía ser tan atractivo y molesto al mismo tiempo?
Rowan colgó, se volvió hacia ella y la sorprendió observándolo.
–¿Qué ha dicho la policía? –inquirió ella, sin apartar la mirada mientras mecía al bebé.
–Están llegando al hotel –informó él, acercándose–. Van a llevársela.
–¿Llevársela? –dijo ella, abrazando a Issa con más fuerza–. ¿Se la van a llevar dentro de unos minutos? ¿Han dicho adónde? Yo también tengo contactos. Igual pueden ayudar.
Él la miró con gesto compasivo.
–Ambos sabemos adónde van a llevarla. La enviarán a un orfanato local, mientras la policía utiliza sus limitados recursos para buscar a sus padres, junto a los de otros cientos de niños abandonados. Es duro, lo sé. Pero es así.
–Lo entiendo –afirmó ella, aunque lo que ansiaba era poder proteger siempre a ese bebé y a todos los que vivían en la pobreza.
–Sin embargo, podemos hacer algo para evitarlo –indicó él, tomando a Issa de sus brazos.
–¿Qué? –inquirió ella con un atisbo de esperanza.
–Solo tenemos unos minutos hasta que llegue la policía, así que tenemos que ser rápidos. Creo que deberíamos ofrecernos a cuidar de Issa.
Mari se quedó atónita.
–¿Cómo dices?
–Los dos somos adultos capaces y cualificados –continuó él–. Quedárnosla sería lo mejor para ella.
Con piernas temblorosas, Mari se dejó caer en el sofá. No era posible que hubiera escuchado bien.
–¿Qué has dicho?
Rowan se sentó a su lado, rozándola con sus fuertes muslos.
–Podemos tener la custodia temporal de Issa, solo durante un par de semanas, mientras averiguan si tiene parientes biológicos que puedan hacerse cargo de ella.
–¿Has perdido la cabeza? –replicó Mari. Aunque, tal vez, era ella quien había perdido la razón, porque se sentía muy tentada de secundar su plan.
–No creo.
Llevándose la mano a la frente, Mari pensó en cómo podría encajar aquello con su trabajo. También le preocupaba el circo que la prensa podía montar a su costa.
–Es una decisión muy importante que deberíamos pensar bien.
–En la práctica médica, me he acostumbrado a pensar rápido. No siempre tengo el lujo de hacer un concienzudo examen a mis pacientes antes de actuar –señaló él–. Por eso, he aprendido a confiar en mi intuición. Y mi instinto me dice que quedarnos con el bebé sería lo correcto por el momento.
Anonadada, Mari se quedó mirándolo. En el fondo, tenía que reconocer que prefería imaginar a Issa con él que en algún orfanato.
–¿Serías su tutor temporal?
–Tendremos más posibilidades si nos ofrecemos a cuidar del bebé como pareja. Los dos –indicó él con tono grave–. Piensa en la publicidad positiva que te daría. Los medios hablarían de tu gesto filantrópico y te dejarían en paz durante las vacaciones de Navidad.
–No es tan sencillo. La prensa puede tergiversar las cosas o inventar rumores sobre nosotros –protestó ella. ¿Y si pensaban que el bebé era suyo?, se dijo, cerrando los ojos–. Necesito más tiempo.
Cuando sonó el timbre de la puerta, a Mari le dio un brinco el corazón.
–Issa no tiene tiempo, Mari –le urgió él, acercándose a pocos centímetros–. Tienes que decidirlo ahora.
–Pero podrías ocuparte tú solo…
–Quizá las autoridades estén de acuerdo, pero igual no. Tendríamos más posibilidades con tu ayuda –insistió él, acunando al bebé–. Ninguno de los dos esperábamos esto, pero es lo que tenemos. Puede que no estemos de acuerdo en muchas cosas, pero ambos nos dedicamos a ayudar a los demás.
–Quieres hacerme sentir culpable –le acusó ella. Y lo cierto era que su sentido de la culpa al pensar en dejar al bebé en un orfanato estaba empezando a ganar la partida.
–Bueno, las personas acostumbradas a ayudar a gente en situaciones críticas usamos cualquier medio a nuestro alcance para conseguirlo –repuso él, mirándola con genuina preocupación–. ¿Lo estoy consiguiendo?
Mari no dudaba de sus motivaciones, ni de su espíritu altruista. Encima, al verlo mecer a Issa, no pudo seguir resistiéndose a su plan.
–Abre la puerta y lo sabrás.
Tres horas después, Rowan cerró la puerta de su habitación, tras despedir a la policía. Tenían un montón de papeles sobre la mesa, que hacían oficial la nueva situación. Mari y él tenían la custodia temporal del bebé, mientras las autoridades intentaban encontrar a sus padres.
Issa dormía en una cunita, sana y salva.
Mari suspiró aliviada, dejándose caer en el sofá. Lo había hecho. Había aprovechado su influencia como princesa y había ordenado a la policía que aceptara su petición de ocuparse de Issa hasta el final de las fiestas, al menos, dos semanas más, o hasta que consiguieran información sobre sus padres. Había aceptado cuidar del bebé con Rowan Boothe, un médico dedicado a salvar vidas. Los policías se habían mostrado aliviados de tener el problema resuelto con tanta facilidad. Habían tomado fotos del bebé y sus huellas digitales, aunque no se habían mostrado muy optimistas respecto a dar con sus familiares.
–¿Puedes traerme el maletín médico para que examine a la niña más a fondo? –pidió Rowan, dándole un suave y cálido apretón en el hombro–. Está en el baño que hay en el dormitorio, junto a mi neceser. Me gustaría auscultarla.
Mari se derritió por aquel sencillo contacto. Estaba demasiado cansada para combatir el deseo que la poseía, así que se fue al dormitorio a hacer lo que le había pedido. Allí, miró a su alrededor y vio huellas de Rowan por todas partes. El balcón tenía las puertas abiertas y, sin poder evitarlo, pensó en lo romántico que sería sentarse allí fuera con él, bajo las estrellas…
Cielos, ¿se estaba volviendo loca? No debía tener esas fantasías, se reprendió a sí misma. Sin embargo, sin querer, se fijó en la cama de matrimonio, con un libro en la mesilla de noche, y se lo imaginó tumbado allí, leyendo, con muy poca ropa… Apartó la vista.
En el baño, el aroma de él la envolvió, haciendo que sus terminaciones nerviosas se excitaran un poco más.
Pero el llanto de Issa le recordó qué estaba haciendo allí. Tomó el maletín de cuero gastado, con el nombre de Rowan grabado en una pequeña placa de bronce, y regresó con él al salón. Rowan dejó a un lado el biberón vacío y se puso a la niña СКАЧАТЬ