Profunda atracción - Nuestra noche de pasión. Catherine Mann
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Название: Profunda atracción - Nuestra noche de pasión

Автор: Catherine Mann

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Ómnibus Deseo

isbn: 9788413751634

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СКАЧАТЬ doctor Rowan Boothe esperó que sus palabras causaran el efecto esperado. Mariama Mandara lo excitaba sin remedio cada vez que la veía.

      Sin embargo, ella siempre lo había tratado con desdén. Algo que, tal vez, formaba parte de su atractivo.

      Cuando Rowan había rechazado su lucrativo puesto de trabajo como médico en Carolina del Norte para abrir una clínica en África, todo el mundo lo había considerado una especie de santo. Pero él tenía dinero de sobra, después de haber inventado un programa de diagnóstico médico por ordenador, un programa que, por cierto, Mari no dejaba de criticar. Por eso, fundar la clínica no le había supuesto ningún sacrificio y él mismo no se consideraba un filántropo. Al contrario, era un hombre acostumbrado a conseguir lo que quería.

      Y, en ese momento, quería tener a Mari.

      Aunque, por el gesto horrorizado de ella, su insinuación no había tenido mucho éxito.

      Mari abrió y cerró la boca un par de veces, como si se hubiera quedado sin palabras. A él no le importaba. Le bastaba con poder disfrutar de contemplarla. Era una mujer esbelta y bien proporcionada, algo que podía adivinarse a pesar de las ropas demasiado grandes que se había puesto.

      –Debes de estar de broma –repuso ella–. No creerás que iba a intentar algo contigo y, menos aun, algo tan burdo.

      Maldición, la indignación le hacía estar todavía más atractiva, incluso con aquel gorro de Papá Noel, observó él, sin poder dejar de sonreír.

      –No te atrevas a reírte –amenazó ella.

      –Bonito gorro.

      Con una mueca, Mari se quitó el gorro y la chaqueta de camarera de hotel.

      –Te aseguro que, si hubiera sabido que estabas aquí, no me habría escondido en esta habitación.

      –¿Esconderte?

      Cuando vio cómo la blusa blanca se le pegaba a los pechos al quitarse la chaqueta, Rowan no pudo evitar excitarse un poco más. Llevaba más de dos años intentando no sentirse atraído por aquella mujer cada vez que la veía, pero no había podido lograrlo. Ni siquiera le había bajado la libido escuchar cómo ella vilipendiaba en sus conferencias el programa de ordenador que él había inventado. La sonrisa se le desvaneció al recordar cómo Mari lo había acusado de deshumanizar la medicina.

      Sin embargo… ¡cómo deseaba hacer que ella perdiera su fría coraza y cerrara los ojos pletórica de placer, agotada de gozar bajo las sábanas!

      Diablos. Si no controlaba sus pensamientos, le faltaba muy poco para tener una tremenda erección. Era mejor que se concentrara en la razón que la había llevado a su habitación, se dijo a sí mismo.

      –¿Es una especie de espionaje profesional?

      –¿De qué hablas? –replicó ella, estirándose la falda, que le llegaba por debajo de la rodilla.

      De nuevo, Rowan fantaseó sin remedio con quitarle esa falda y llenarle de besos la sedosa cara interna de los muslos… Se aclaró la garganta.

      –No te hagas la tonta. No te sienta bien –señaló él. Sabía que Mari tenía una inteligencia privilegiada–. ¿Esperabas obtener información de la última actualización de mi herramienta de diagnóstico?

      –Nada de eso –aseguró ella, colocándose el pelo–. No imaginaba que fueras un paranoico, ya que eres un hombre de ciencia. Bueno, más o menos.

      –Así que no has venido buscando información –concluyó él, arqueando una ceja–. ¿Entonces qué haces en mi habitación?

      Suspirando, Mari se cruzó de brazos.

      –Bien. Te lo diré. Pero debes prometerme que no te reirás.

      –Palabra de scout –dijo él, llevándose la mano al pecho.

      –¿Has sido boy scout?

      Antes de eso, Rowan había ido a un reformatorio del ejército. Sin embargo, no quería recordar esos días en que había hecho cosas por las que nunca podría pagar. Ni aunque se pasara el resto de la vida abriendo una clínica al día. Aunque, al menos, intentaba lavar su conciencia salvando vidas.

      –Ibas a contarme qué haces aquí.

      Mari se sentó en el brazo del sofá.

      –Una bandada de admiradoras reales y de paparazzi me han estado siguiendo para tomarme fotos. Un grupo de adolescentes me estaba esperando con las cámaras de sus móviles listas cuando terminé la última presentación.

      –¿Tu padre no te pone guardaespaldas?

      –Prefiero no llevarlos –repuso ella con la barbilla levantada, dejando claro por su tono de voz que no estaba dispuesta a discutir el tema–. Me vi acorralada en el pasillo. La camarera que llevaba este carrito se fue a atender una llamada. Me pareció una buena oportunidad para pasar de incógnito.

      Su padre debería haberla obligado a llevar guardaespaldas, pensó él.

      –Supongo que debería haber sonreído a las cámaras sin más, pero las fotos que me toman no son… profesionales. Tengo mucho trabajo que hacer y una reputación que mantener –afirmó ella, y apretó los labios frustrada–. No quiero participar en ese circo.

      Al ver su expresión de agotamiento, Rowan tuvo deseos de darle un suave masaje relajante en los hombros. Aunque ella le respondiera dándole con la bandeja del carrito en la cabeza.

      –Pobre princesita –comentó él, dando unos pasos hacia ella.

      –No eres muy amable.

      –Eres la única que piensa eso.

      –Perdona por no pertenecer a tu club de fans –replicó ella, poniéndose en pie con mirada desafiante.

      –¿De verdad no sabías que era mi habitación? –preguntó él de nuevo, parado a solo unos pocos centímetros de ella.

      –No –negó ella con el pulso cada vez más acelerado–. El carrito tenía este número de habitación, no tu nombre.

      –Si hubieras sabido que esta era mi suite… ¿habrías preferido rendirte ante la brigada de fotógrafas adolescentes antes que pedirme ayuda?

      –Nunca lo sabremos, ¿verdad? –dijo ella, esbozando una suave sonrisa–. Que cenes bien.

      Sin embargo, Rowan siguió bloqueándole el paso.

      –Hay comida suficiente para los dos. Podrías acompañarme y esconderte un poco más de tiempo aquí.

      –¿Me estás invitando a cenar? –preguntó ella con un brillo de humor en los ojos–. ¿O es que intentas envenenarme?

      Rowan alargó la mano y le apartó un mechón de pelo negro de la cara.

      –Mari, hay muchas cosas que me gustaría hacer contigo, pero te aseguro que envenenarte no es una de ellas.

      Ella lo miró confusa. Al menos, СКАЧАТЬ