Shakey. Jimmy McDonough
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Читать онлайн книгу Shakey - Jimmy McDonough страница 47

Название: Shakey

Автор: Jimmy McDonough

Издательство: Bookwire

Жанр: Изобразительное искусство, фотография

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isbn: 9788418282195

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СКАЧАТЬ la misma sensación. Yo me identifico con «Like a Rolling Stone» igual que los chavales de ahora se identifican con Eddie Vedder, Nirvana o Soundgarden.

       Escucho todo lo que hace. No hay un solo disco que haya hecho que no haya escuchado. Dylan es tan bueno, que te lo tienes que racionar. Es decir, creo que me gustaba tanto la música de Bob que llegó un momento en que decidí conscientemente dejar de escucharla, porque me afectaba demasiado. Me di cuenta en un momento dado de que: «Si me pasaba escuchándolo, acabaría siendo su clon». Porque soy como una esponja.

      Hay una canción que escribí después de escuchar «Positively 4th Street» que es penosa… ¿Cómo coño se llamaba la dichosa canción?45 Había una tía que me tiraba los trastos, pero luego no quería follar conmigo, así que la dejé. Y me cogí un cabreo de la hostia y compuse este tema. Era una canción chunga, no era muy agradable, que digamos. Me di cuenta de que podías utilizar el disco para comportarte como un gilipollas y decirle a la gente lo que en realidad pensabas de ella. Me di cuenta del filón que había ahí…

       Básicamente, desde que Bob pasó página y se convirtió en cantautor y también en miembro del grupo, no ha parado de avanzar. Ha dado algún que otro cambio radical, pero la verdad es que se ha mantenido bastante constante. Sus cambios no son tan radicales como los de Bobby Darin. Sigue siendo mi favorito en cuanto a la letra de las canciones. «Tom Thumb Blues»; me encanta: la melodía y la letra. La chavala. El tío. Esas imágenes de barrio de viviendas de protección oficial. Esa canción es casi como una película, de una libertad total. Típico de Dylan, eso de soltar así las cosas y sacarlo todo. Je, je.

       Algún día me gustaría que hiciéramos una gira juntos, donde tocáramos en la misma banda: su banda. Con Bob se podría grabar un disco excelente en tres días.

      Mira que es cachondo, Dylan. Estábamos en Europa una vez, la primera vez que realmente compartíamos cartel en un concierto no benéfico, y se me acerca. Acababa de dar una actuación realmente cojonuda. Habían arrasado. Viene y me susurra al oído: «Bueno, ya te he caldeado el ambiente»… ¡Señor, cómo aprecio a este tipo!

       Es un tío de una honestidad brutal. Le encanta decir la verdad, je, je; incluso disfruta con ello.

      «De repente, un domingo Neil me llama por teléfono», comentaba Comrie Smith. «Hacía tiempo que no sabía nada de él. Me dijo: “Tengo que llevar unas cosas del equipo al Tee Pee Motor Inn que hay en Pickering. ¿Crees que me podrías ayudar?”.» Smith salió zumbando hacía Charles Street, donde Young estaba cargando gran parte del equipo de los Mynah Birds en una destartalada furgoneta Econoline roja. Todo lo que no cupo lo embutieron en el Plymouth del 41 de Comrie. Smith no lo sabía, pero Young y Palmer habían decidido vender todo el equipo que les había comprado Eaton para financiar el viaje a California. «Yo no tenía ni idea», afirmaba Smith, que llevó el equipo tan contento por la autopista 401 hasta su destino en Pickering.

      Smith acabó por mosquearse. «A la vuelta, le dije: “Neil, ¿qué coño pasa aquí?”». Young evitó entrar en los detalles desagradables, pero, al empezar a sonar el omnipresente «California Dreamin’» por la vieja radio a válvulas del coche de Comrie, acabó por desvelarle sus planes de futuro: «Mira, Comrie, estoy oyendo a The Mamas and the Papas cantar “All the leaves are brown, and the skies are gray…46”. Me voy a Estados Unidos a triunfar de una vez por todas. Estoy a punto de pirarme». Smith recuerda que Neil gritó por la ventanilla: «¡Hoy es Toronto, mañana será el mundo!».

      Lo siguiente que hizo Young fue agenciarse un vehículo para el viaje: otro coche fúnebre, un Pontiac del 53, al que bautizó Mort Dos. Puesto que Comrie nunca había montado en el Mort original, Young le llevó a dar una vuelta por todos los lugares que solían frecuentar y se detuvieron en su antiguo rincón con vistas a Yonge Street donde habían fumado en pipa y soñado con convertirse en estrellas de rock. Smith no lo sabía, pero Young se estaba despidiendo. Linda Smith, también presente, no vio que Neil sintiera mucho remordimiento al mirar al pasado.

      «Neil estaba muy seguro de sí mismo, muy centrado. Era obvio que iba a triunfar. Creo que lo tenía todo planeado… Sabía lo que se hacía. No creo que Neil hiciera nada de manera espontánea; daba la impresión de que actuaba de manera insensata y espontánea, pero yo creo que en realidad lo tenía todo preparado y no dijo ni mu. Creo que toda su vida se rige por ese mismo patrón.»

       Esos tíos tendrían que tomarse alguna pastilla, no sé. ¡Anda ya! Pensad con un poquito de claridad, je, je. ¿Cuánto tiempo se supone que llevaba maquinando? Esa es la pregunta clave. ¿Un mes? ¿Dos meses? ¿Desde antes de nacer? ¿Cuándo preparé el Plan y cuándo lo puse en Práctica? Je, je. Eso me gustaría saber. Ya no me refiero solo a Linda, es algo mucho más general. ¿Puede uno planificar toda su vida por adelantado y ser espontáneo? Porque yo rara vez hice algo que no quisiera hacer. Llegaba un momento en que tomaba una decisión, pero ¿me paraba a pensar muy a menudo en la siguiente decisión que debía tomar, o en la que vendría después de aquella? Supongo que cuanto más se prolongara la situación, más debía de pararme a pensar en el futuro. Pero ¿sabía hacia dónde tirar? No. No, a menos que pasara algo. Siempre acababa pasando alguna cosa… Aparecía algún elemento nuevo que te hacía plantearte a dónde querías ir o lo que querías hacer. Las cosas iban así, esa fue mi manera de actuar durante todo aquel período; y durante toda mi vida.

      El Cellar fue el punto de partida del viaje. Ahora el grupo de Young estaba formado por Bruce Palmer, Tannis Neiman, Janine Hollinghead, un tal Mike Gallagher —que no era músico, pero tenía algo de pasta— y una pelirroja llamada Judy Mack, que supuestamente también tenía algún dinero, con lo cual, Beverly Davies —que estaba sin un duro— se quedó fuera del viaje. «Beverly es la que se quedó sin ir», comentaba Hollinghead. «Los seis la dejamos en la estacada.»

      Hollinghead recuerda que a Young no le apasionaba la idea de abandonar la ciudad en otro coche fúnebre viejo y cutre, y comentaba que Davies le ayudó mucho a recuperar la confianza en sí mismo. «Beverly fue prácticamente la que planeó el viaje, la que convenció a Neil de que lo volviera intentar.» Palmer le dio a la llorosa Beverly su último dólar, y luego Neil cogió su saco de dormir con dibujos de indios y tipis en el interior y le dijo que «cuando tuviera dinero, se lo enviaría».

      El desvencijado coche fúnebre iba cargado hasta arriba con seis muchachos escuálidos, un montón de guitarras, amplis, un autoarpa y una cantidad nada desdeñable de maría que llevaba Palmer, que, decía Hollinghead, «compartió con el resto, pero solo al principio». Según Hollinghead, partieron de Toronto el 22 de marzo de 1966. Young calculaba que tardarían cinco días en llegar a Los Ángeles. Empezaron por ir hacia al oeste, dando una vuelta enorme porque Young, muy paranoico con la idea de cruzar la frontera por Detroit, quería cruzar por Sault Ste. Marie. Tuvo una buena corazonada, ya que al llegar a la frontera a las tantas solo se encontraron con un viejo en una mecedora que se creyó toda la película que le contó Young de que iba a visitar a su madre en Winnipeg y quería cruzar por Estados Unidos para acortar.

      Una vez a salvo al otro lado de la frontera, el grupo no tardó en perderse en el Bosque Nacional de Hiawatha, donde pasó la que debió de ser la única noche tranquila del viaje. En aquella cuadrilla no es que reinara la armonía. Young, a quien sin duda todavía le rondaba por la cabeza lo ocurrido con el Mort original, se ponía de los nervios cuando otro cogía el volante. «Estaba tumbado en la parte trasera del coche intentando dormir, pero solo conseguía obsesionarme escuchando el sonido de la transmisión», le contó Young a Nick Kent. Varias personas me contaron que Neiman se puso hecha una furia con Young y lo acusó de atiborrarse de los tranquilizantes que le había dado Vicky Taylor para sobrellevar el viaje. «La madre de Tannis se había suicidado con una sobredosis de calmantes», recuerda Beverly Davies, según la cual Tannis afirmaba que Young «no paraba de engullir pastillas durante СКАЧАТЬ