Название: El síndrome de Falcón
Автор: Leonardo Valencia
Издательство: Bookwire
Жанр: Изобразительное искусство, фотография
isbn: 9789978774748
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Yo nada sabía de su enfermedad cuando lo entrevisté. Finalmente, después de dos noches de descanso, Juarroz pudo volver a Argentina para recibir el premio. Lo que nadie esperaba es que meses después el cable internacional nos comunicara su fallecimiento.
Como si las imágenes volvieran débiles y borrosas, recuerdo a Roberto Juarroz parado, a solas, en la escalinata del auditorio de la Universidad de Lima, mientras en el alboroto del gentío, otros eran los poetas solicitados: Raúl Zurita, Juan Gelman, Gonzalo Rojas, Antonio Cisneros. Juarroz, en cambio, sumido en el rictus de quienes están reconcentrados en una abstracción, o en el rigor de algún pensamiento, reflejaba en su rostro al poeta que juega en exploraciones metafísicas valiéndose de una extrema asepsia en el lenguaje. Como una muestra de esta asepsia, antes siquiera de entrar en alguno de sus poemas, hay que destacar que a todos ellos los tituló escuetamente con una numeración; además, cada nuevo poemario siempre tuvo el mismo título de Poesía Vertical.
Volviendo a la escalinata de Lima: Juarroz sigue allí, parado a solas, grueso, de frente amplia y facciones grandes, abrigado con un saco de paño. Ahora nos acercamos. Un saludo, un comentario del evento, miradas del tipo ¿quién es este desconocido? Opto por mencionarle la admiración y el recuerdo gratos que me dijera sobre él otro gran poeta, esta vez árabe, Adonis, en otro sitio y en otra conversación. Juarroz, entonces, me sonríe por primera vez. Después él mismo me contaría que en una noche de París, luego de un recital y luego de que había leído con fortuna sus propios poemas en francés, “como pocas veces se logra”, salió del evento con Adonis y se fueron caminando mientras conversaban. ¿De qué hablarían un poeta argentino y uno árabe en una ciudad donde ambos solo serían fácilmente reconocidos como métèques? En el París de fin de milenio podían hablar de cualquier cosa, pero seguramente tenían la complicidad tácita de Rimbaud, Mallarmè o Paul Valéry.
Concerté entonces la entrevista con Juarroz. “Al volver de Cuzco”, sugirió. Solo que al regresar, su salud se quebrantaba. La cita se suspendió. Dos días antes de marcharse, todavía débil, aturdido por una intoxicación nada poética, Juarroz me invitó a subir a su habitación para conversar lo que le permitieran sus fuerzas. Por fortuna, sus fuerzas permitieron mucho. Vi a un hombre visiblemente enfermo, débil, pero al que bastó que yo apelara a una geografía familiar a su obra para que una nueva fuerza venciera la fatiga. Durante cierto momento de la conversación, al preguntarle sobre el poeta francés René Char, recordó emocionado la primera vez que se encontró con él.
“El lenguaje de Char es irrepetible —explicó—, es único en esa literatura tan rica que es la francesa. Él halló, viniendo como venía del surrealismo, una forma diferente de expresar una excepcional creatividad de imágenes, y en los poemas más válidos supo superar como pocos la caída en la lógica, la explicación, la caída en lo discursivo. Logró una síntesis admirable.”
Luego recordó un largo diálogo que tuvo con Char cuando lo conoció en persona. Si bien tenían una amistad por correspondencia, enviándose libros mutuamente, no se pudieron conocer hasta la década del ochenta. Cuando Juarroz visitó Provenza buscó a Char.
Alguna impresión que ya no sabremos quedaría en Juarroz para que llegara a sentir tanta pena por haber perdido a un gran interlocutor como Char. Casi la misma que me conmociona al recordarlo hablar de poesía en una pequeña habitación de un hotel de Lima. Esta conversación me permitió aproximarme a un hombre diáfano y a un gran conversador, que no deja de recordarnos aquella verdad de Heinrich Böll, de que la poesía y el poeta no necesitan la libertad, sino que son la libertad, y que quizás, por eso mismo, se escribe tanta poesía en América Latina, porque es la única forma de oponerse al vacío.
Lo que sigue son los extractos más importantes de esa conversación.
¿Qué lo llevó a concebir el proyecto de Poesía Vertical como un solo libro de poemas que va creciendo siempre bajo el mismo título?
No es un proyecto. Es un acercamiento progresivo a una forma de expresión. Es algo parecido a eso que llamamos cómodamente la intuición: la percepción inexplicable de que el camino está hacia ese lado. Y después poco a poco uno trata de explicar. Por ejemplo, de que no hay poesía sin pensamiento, sin imaginación, y, al mismo tiempo, sin sentimiento. En cambio, hay algunos que creen que con un poco de erudición o sentimentalismo están aptos para escribir poesía, o con un poco de repetir el lenguaje de todos los días ya hay poesía. Y no la hay.
A Heidegger le habría gustado su Poesía Vertical, quizás porque la concepción heideggeriana de que el lenguaje constituye la “casa del ser” está muy vinculada a su propio enfoque poético.
Usted ha tocado un punto muy sensible en mí: el sentimiento de lo que Heidegger planteó y dijo en relación con la poesía y el lenguaje. Yo comparto totalmente que el lenguaje es la casa del ser. Dicho de otra manera. No hay ser sin lenguaje para el hombre. Si en algún otro reino o plano existe alguna forma de ser, sin el lenguaje, no lo sé. Pero aquí, el lenguaje, en último término, es una búsqueda del ser, y de alguna manera alberga al ser. Para mí lo más misterioso, lo más rico de sentido —no de sentido que podamos explicar sino de sentido posible— es el hecho, la experiencia de esto que llamamos lenguaje. ¿A qué se debe que nosotros a través del lenguaje tratemos de expresar cosas, de decirnos? Hay detrás de esto una especie de necesidad y misterio que no podemos nunca definir bien del todo. Hay otra expresión de Heidegger que me seduce profundamente, que es la aproximación a lo que él entiende por poesía. Sabemos que la poesía no admite definiciones, sabemos que es un problema siempre, que es algo inasible para fórmulas, lugares comunes, o estereotipos, pero sí hay aproximaciones. Y una de las mayores que yo conozco es la de Heidegger, cuando dice que la poesía es la fundación del ser por la palabra. Una pequeña frase de una riqueza inmensa. ¿Qué es fundar el ser?...De alguna manera es crearlo. La poesía crea ser. ¿Cómo es posible que el hombre cree ser?... Vamos a ser más humildes: ¿lo crea o lo reconoce? Pero, para mí, la poesía en último término es creación de realidad. Si yo consigo hacer un poema ese poema es una presencia que antes no estaba. Es una presencia que acompaña. Un poema de Vallejo, de Rilke, nos acompaña toda la vida. Nos hace estar menos solos, nos hacer ser más nosotros mismos, y nos hace responder a esa necesidad que tiene el hombre de ser. Lo decimos con una palabra porque no tenemos explicación. Esa necesidad que es mucho más potente que la necesidad de poseer cosas o hacer. Ser es más. ¿Y qué es ser? Yo diría que es, para el hombre, aquello que responde a una más alta intensidad del existir. En el tiempo, que es fugitivo, que es fluyente, es como si se plantaran de pronto algunas estacas que lo detienen o crean otra forma del tiempo. Esas formas de mayor intensidad son las que llamamos manifestaciones del ser.
¿Solamente lo podemos lograr a través de la poesía? ¿No hay una magnificación del poema frente a otros géneros que también usan el lenguaje?
Son muchas las razones para que sea la poesía, pero aun así no creo que hay una magnificación ni un agrandamiento del poema. Creo que lo más inseparable del hombre, lo más integralmente suyo es el lenguaje. Esa especie de milagro de articular sonidos con silencios que nos hace poder expresar ciertas cosas. Nadie nos puede despojar de eso. Nos pueden aniquilar, matar o exiliar de todo. Pero no del lenguaje. Está con nosotros como nuestro rostro, y es nuestro rostro. Ahora, yo siento que en todas las otras formas del lenguaje СКАЧАТЬ