Las Extraordinarias Aventuras De Joshua Russell Y De Su Amigo Robot. Antonio Tomarchio
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      En los años anteriores el éxito en las competiciones había sido siempre privilegio de unos cuantos robots. El japonés había vencido más ediciones que los otros, pero también los chinos, los alemanes, los italianos, los canadienses, los rusos y los ingleses había hecho un buen trabajo, quedando siempre entre los diez primeros.

      El robot italiano había sido fabricado por la famosa marca automovilística Ferrari, era un prodigio de la técnica, con soluciones siempre a la vanguardia. También habían vencido la mayoría de las veces el premio por el mejor diseño.

      El alemán estaba en el límite del reglamento, de hecho, las reglas establecían una altura máxima de 2,10 metros y un peso máximo de 190 kilos y estas eran exactamente las medidas del autómata alemán.

      El robot chino no estaba a la altura del alemán y del italiano, pero lo mandaba un muchacho campeón mundial de kick boxing, por lo tanto era un adversario muy temible.

      No estaban representados todos los países, algún Estado, en cambio, hasta llevaba dos, dependía del éxito obtenido en los años anteriores. Joshua había disfrutado los años precedentes de una wild car2 porque había sido el inventor de la batería que movía todos los robots, pero en la edición anterior había conquistado el derecho a ser “cabeza de serie” al ponerse entre los diez mejores luchadores del torneo.

      El torneo incluía 100 participantes, las primeras diez cabezas de serie se enfrentarían a nueve adversarios cada uno, sorteados entre aquellos menos fuertes. Cada vencedor de estas rondas de clasificación participaría en la ronda final que establecía el enfrentamiento directo entre los primeros diez clasificados. Por regla general los cabezas de serie vencían siempre su ronda, por lo que, habitualmente, eran los mismos diez robots luchando por el título.

      Sobre el panel se veían discurrir los nombres de los cabezas de serie y, en las columnas de abajo, aparecían los nombres de los robots adversarios a medida que tenía lugar el sorteo. El primer adversario de Raptor sería el robot tailandés.

      Joshua esperaba a que la voz de los altavoces lo llamase para comenzar el combate, pero antes debían exhibirse los cabezas de serie, desde el primero hasta el nueve, él era el décimo.

      Asistió con paciencia a los combates de los otros que, como era previsible, no tuvieron ninguna dificultad para desembarazarse de su primer adversario.

      Había llegado su turno. Cuando la voz dijo su nombre sintió un sobresalto en el corazón, era consciente de la fuerza de su robot, pero la emoción hacía que le temblasen las manos. Ordenó a Raptor subir al ring grande y él entró en uno de los dos pequeños.

      « ¡Raptor, modo combate!» pensó.

      Su amigo se puso en la posición inicial que el muchacho había aprendido haciendo artes marciales.

      «Destruye a tu adversario» ordenó mentalmente cuando sonó la campana.

      Mientras tanto, el robot tailandés se había acercado, asestándole un puñetazo a la altura del rostro. Raptor lo había esquivado con un movimiento fulmíneo y con una velocidad parecida había respondido con un rodillazo al estómago del adversario, separando de cuajo la parte inferior. El público, que había asistido en silencio, no pudo contener una exclamación de asombro por la potencia y la velocidad de aquel golpe.

      El muchacho, que había mirado fijamente a su robot para intentar repetir los golpes y no dar a entender que los controladores en realidad no controlaban nada, quedó estupefacto de cómo Raptor había seguido el movimiento que él tenía en mente a la misma velocidad con que lo había pensado.

      El primer combate había terminado, le habían bastado unos pocos segundos para destruir al adversario y para conquistar esa confianza y seguridad que no tenía un momento antes de comenzar la pelea.

      Llegó de nuevo el turno de los otros cabezas de serie, el robot japonés se había desembarazado del brasileño con técnicas de Jujitsu muy espectaculares y el flamante robot italiano había arrancado la cabeza al adversario suizo con un gancho de derecha al mentón. Los combates se sucedían velozmente, aunque en la segunda ronda los cabezas de serie habían superado a los respectivos adversarios. Le tocaba de nuevo a Raptor.

      Las reglas del torneo eran pocas y sencillas, además de establecer la altura y el peso de los contendientes, establecían que no podían ser usados objetos contundentes de ninguna clase ni, por supuesto, armas; además se decretaba el KO en el momento en que uno de los participantes no era capaz de luchar debido a los daños sufridos.

      El adversario esta vez era más peligroso, pero el joven luchador ya no tenía miedo. En cuanto sonó la campana Raptor se lanzó sobre el desafortunado adversario asestándole una patada en plena cara con unas tijeras mortíferas. Lo había hecho volar hasta las cuerdas que luego lo habían hecho rebotar, provocando que acabase en la lona. Un hilo de humo negro salía de la cabeza del pobrecillo que había quedado inmóvil.

      Los jóvenes propietarios de los otros robots cabezas de serie, se habían quedado a ver el encuentro de Joshua y ahora se miraban preocupados intuyendo que aquel era, sin ninguna duda, el adversario más peligroso. El chaval japonés se había acercado al pequeño genio que ahora ya había bajado de su ring y con aire amenazante le dijo:

      « ¿Dónde crees que llegarás con esta chatarra?»

      «Seguramente llegaré antes que tú» respondió Joshua con aire seguro y arrogante.

      El japonés se quedó al principio sin palabras por la seca y decidida respuesta, luego dio un empujón al muchacho haciendo que cayese al suelo.

      «Aplastaré a tu robotito como una hormiga» exclamó el joven nipón, escondiendo, detrás de aquella arrogancia, todo el miedo y la inseguridad que sentía en su interior; luego, se dio la vuelta y se alejó velozmente al ver que los árbitros se acercaban para comprobar lo ocurrido y temiendo una descalificación.

      « ¿Todo bien, chaval?» preguntó un árbitro al pequeño luchador.

      «Sí, me he caído. No ha pasado nada» respondió Joshua.

      Comenzó la tercera ronda, una vez más los cabezas de serie habían pasado a la sucesiva, pero esta vez con más dificultad: los adversarios eran cada vez más fuertes. El robot alemán había dado un espectáculo aferrando al adversario y levantándole con los brazos tiesos sobre la cabeza, luego lo había tirado dejándolo caer sobre su rodilla y partiéndolo en dos. También el segundo robot americano, cabeza de serie número cinco, propiedad de la Robotech, famosa empresa productora de robots para el trabajo, había pasado la ronda desembarazándose del robot iraní entre el estruendo y los gritos de alegría de los espectadores.

      El tercer adversario de Joshua estaba ya en su esquina listo para combatir, el muchacho había aferrado las cuerdas y con un salto había entrado en el ring, los mismos movimientos fueron imitados por su amigo. Los dos robots, al sonido de la campana, comenzaron a saltar a la espera del movimiento del adversario. De repente Raptor hizo un falso movimiento de golpear con un puño a la cara del luchador enemigo, el cual, enseguida se protegió la cara con el antebrazo, en ese momento, como un rayo, le dio una patada baja en la parte posterior de la espinilla derecha mandándolo al suelo, luego se dejó caer sobre su adversario golpeándolo en pleno pecho con un codazo y rompiéndolo.

      El público de casa estaba entusiasmado por la buena actuación de los robots americanos, nunca como este año estaban tan esperanzados en vencer el torneo.

      Tampoco la cuarta ronda había reservado СКАЧАТЬ