Apologética en diez respuestas. Antonio Cruz Suárez
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Название: Apologética en diez respuestas

Автор: Antonio Cruz Suárez

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия:

isbn: 9788417620318

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СКАЧАТЬ de realizar las funciones que nos mantienen vivos. En principio, cabría suponer que si hombres y chimpancés poseemos un ADN casi idéntico, deberíamos tener también unos conjuntos de proteínas (proteomas) casi idénticos. Sin embargo, esto no es así. Desde hace más de una década, se sabe que las diferencias entre los proteomas de chimpancés y personas rondan la increíble cantidad del 80%. El ADN no se expresa de la misma manera en chimpancés y humanos. El evolucionismo no tiene explicación para este hecho, pero desde la perspectiva de un Dios que crea a los seres vivos según su género y según su especie, sí la tiene. Él pudo diseñar especies diferentes por medio de unos genes similares con la capacidad de expresarse en proteínas completamente distintas.

      Con cada división celular aparecen nuevas mutaciones o errores en el ADN. Estos errores se van acumulando en el libro de instrucciones de los seres vivos (genoma). La inmensa mayoría de tales errores son perjudiciales porque estropean o destruyen sistemáticamente la información biológica, produciendo enfermedades y taras genéticas. Pero la evolución exige que todas estas mutaciones malas sean eliminadas poco a poco para que los organismos puedan evolucionar positivamente. El problema es que las malas mutaciones (deletéreas) se están acumulando en el ADN de la humanidad mucho más rápidamente de lo que están siendo eliminadas por la selección natural. El genoma humano (o ADN) ha estado degenerando durante la mayor parte de la historia registrada.

      Actualmente podemos decir que el genoma humano no está progresando sino degenerando y que semejante fenómeno es mucho peor de lo que generalmente se reconoce. Esto lo analiza en profundidad el genetista estadounidense, John C. Sanford, quien fue uno de los primeros biólogos en hablar de “entropía genética”, es decir, del grado de desorden que se acumula lentamente en el ADN humano.2 Sus trabajos mediante simulaciones numéricas evidencian que más del 90% de las mutaciones perjudiciales no pueden ser eliminadas por la selección natural. Este declive genético que se detecta hoy en la humanidad, contradice el modelo evolucionista y supone una corroboración del relato bíblico de los orígenes del ser humano. Según la Escritura, el hombre fue creado con unas condiciones óptimas y, desde entonces, habría estado degenerando continuamente. La hipótesis del simio a la persona resulta poco convincente porque el cambio en nuestro genoma ha sido siempre descendente, nunca ascendente. A veces, puede parecer que mejoramos (porque vivimos más años que el hombre medieval, somos más altos, o superamos muchas enfermedades, etc.) pero no debemos confundir la evolución cultural con la biológica.

      Nuestro progreso cultural, científico y tecnológico nos ha permitido una buena alimentación, medicina y salud, pero esto no nos ha hecho genéticamente mejores que nuestros antepasados. Sin embargo, lo cierto es que nuestra genética ha empeorado. Y esta degeneración genética es notablemente consistente con la perspectiva bíblica de una pareja creada perfecta, una Caída literal, una población humana en decadencia y un mundo que envejece “como una vestidura” (He. 1:11).

      La selección natural contribuye a preservar las distintas especies biológicas, eliminado a los individuos débiles o peor adaptados a su ambiente. Pero una fuerza natural así es incapaz de crear algo tan complejo como nuestro genoma, la mente o el alma humana. Lo único que puede hacer la selección natural es ralentizar la tasa de degeneración genética, pero poco más. En determinadas ocasiones, permite algún pequeño ajuste genético cuando un organismo está experimentando un cambio en su entorno, como ocurre con las bacterias que adquieren resistencia a los antibióticos o el famoso pico de los pinzones. Pero esto es “microevolución”, o mejor dicho “variación adaptativa”, es decir pequeños cambios observables en todas las especies biológicas, pero no la “macroevolución”, o evolución general desde los microbios a las personas y el resto de los animales, que requiere el evolucionismo.

      Darwin creyó que la microevolución continuada generaba lentamente la macroevolución a lo largo de millones de años. Sin embargo, lo único que permite la microevolución es que las bacterias se vuelvan resistentes a los antibióticos o que ciertas plagas de insectos logren superar insecticidas como el DDT. Pero esto lo consiguen no porque se hayan creado genes nuevos mediante mutaciones al azar sino porque los individuos que sobreviven ya poseían genes resistentes a tales venenos. Cuando los antibióticos o los insecticidas dejan de actuar, las condiciones biológicas de los organismos revierten a su estado primitivo. Es la información genética que ya portan todas las especies la que les permite adaptarse al medio ambiente. Las mutaciones que ocurren al azar, aunque sean seleccionadas por la naturaleza, no aportan información nueva capaz de generar todo lo que supone la teoría de la macroevolución. Este es el gran problema del darwinismo actual. La ciencia no ha descubierto ningún proceso natural que sea capaz de explicar el origen de la información biológica. Por tanto, la teoría de la evolución sigue siendo una fantasía biológica contemporánea.

      Después de muchos años de simulaciones numéricas en los laboratorios, no ha sido posible lograr una evolución progresiva, significativa y realista, aplicable a los seres humanos. Es verdad que la selección natural existe en la naturaleza y está diseñada para conservar los distintos tipos de vida, pero no es una fuerza creativa capaz de originarlo todo, como cree el evolucionismo. La función de la selección natural es frenar la degeneración que se está produciendo continuamente en todos los seres vivos del planeta y hacer posibles pequeños reajustes para la adaptación de los organismos a ambientes cambiantes. En el fondo se trata de una actividad natural perfectamente compatible con la Caída, tal como se desprende de la perspectiva bíblica, que contribuye a poblar de vida todos los rincones de la biosfera, según el eterno plan redentor de Dios.

      Durante cuarenta años, la teoría del ADN basura ha sido considerada como un dogma académico que todos los estudiantes de biología y genética debíamos conocer y aceptar. Se creía, en base al evolucionismo, que el 98% de nuestro ADN era inservible. Que eran los restos de genes antiguos que habrían perdido su función y se habría venido acumulando en los genomas a lo largo de las eras. Y que solamente el 2% eran genes funcionales, es decir, que producían proteínas. Sin embargo, cuando se completó la segunda fase del Proyecto Genoma Humano (el denominado Proyecto ENCODE encargado de determinar qué proporción de ADN estaba activa), más de 400 científicos se dieron cuenta de algo inesperado: casi todo el genoma humano, incluso el llamado ADN basura que no se traduce en proteínas, se transcribía (copiaba) activamente a ARN.3

      Esto significa que prácticamente todo el ADN es importante y esencial para la vida. Cuanto más conocemos el genoma, más y más complejo se muestra y más difícil se hace aceptar que pudo formarse por evolución al azar. El hundimiento del mito del ADN basura es devastador para la teoría de Darwin. La ciencia ha demostrado aquello que desde el Diseño inteligente ya se intuía. A saber, que Dios no crea basura genética.

      La teoría de la evolución supone que cualquier población grande de seres vivos irá acumulando mutaciones poco a poco, a lo largo de millones de años, y que esto generará lógicamente una enorme cantidad de diversidad genética en las especies. El problema con los humanos actuales es que los estudios genéticos muestran todo lo contrario. Es decir, hoy está claro que la humanidad es muy homogénea o parecida entre las diversas étnias y que presenta una limitadísima variación genética. Si bien esta evidencia supone un grave problema para la perspectiva evolutiva, es exactamente lo que cabría esperar si todos los seres humanos descendiéramos de una sola pareja original, tal como afirma la Biblia.

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