Apologética en diez respuestas. Antonio Cruz Suárez
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Название: Apologética en diez respuestas

Автор: Antonio Cruz Suárez

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

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isbn: 9788417620318

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СКАЧАТЬ ocurre en la naturaleza, que hay racionalidad en la adaptación de las especies, y que nosotros somos capaces de entender esa lógica y esa racionalidad. Pero decir que la sola evolución ciega, por medio de la selección natural no inteligente, convirtió la materia inerte en seres humanos es como afirmar que una mesa de mármol después de miles de millones de años será capaz de adquirir conciencia y reflexionar acerca de ella misma. ¡Esto es algo absolutamente inconcebible!

      Pero la posición atea, sin embargo, es que en algún momento de la historia del universo, lo imposible ocurrió por casualidad y sin la intervención de ninguna inteligencia superior. Yo creo, por el contrario, que Dios es la racionalidad última que subyace en cada dimensión del mundo y de los seres vivos.

      1.5.2. La vida:

      La vida es la segunda cosa que solo puede ser explicada si hay Dios. Los organismos vivos de la Tierra y el propio ser humano se caracterizan sobre todo por cuatro cosas:

      1)Son agentes que actúan y que sus acciones dependen de ellos mismos. (Un león, por ejemplo, no necesita el permiso de nadie para cazar una cebra).

      2)Sus acciones están orientadas hacia fines concretos (el fin de alimentarse, sobrevivir, emparejarse, etc.)

      3)Pueden reproducirse y dejar descendientes semejantes a ellos mismos. (El misterio de la reproducción es una realidad habitual en ellos) y

      4)Su existencia depende de ciertos códigos, reglas, leyes, energía, materia, lenguajes, información, control. (Poseen en las células de su cuerpo información inteligente que les permite vivir como lo hacen).

      Richard Dawkins, es el único representante del Nuevo ateísmo que aborda el asunto del origen de la vida, y reconoce que este tema está todavía por resolver. Sin embargo, cree que la vida surgió por azar en el universo, en un planeta de cada mil millones. ¡Es decir, la vida habría surgido nada menos que en mil millones de planetas por todo el universo, de los que la Tierra solo es uno más!

      Este enfoque de Dawkins es manifiestamente inadecuado porque se parece más a un ejercicio de superstición que a un razonamiento científico. Según su pretensión, cualquier cosa que deseemos puede existir en algún sitio, con tal que invoquemos “la magia de los números”. “Si se dispone de tiempo, lo imposible puede suceder”. Obviamente este argumento no es científico y no nos puede convencer. ¡Porque si una cosa es imposible (como la aparición de la vida por azar), seguirá siendo imposible por muchos miles de años o de planetas que se le añadan!

      1.5.3. La conciencia:

      El tercer fenómeno que no puede ser explicado sin Dios es la conciencia. Los seres humanos somos conscientes y, además, somos conscientes de que somos conscientes. Nadie puede negar esta realidad, aunque algunos lo intenten.

      El filósofo ateo Daniel Dennett dice que ser conscientes es una cuestión que carece de interés y que no debería preocuparnos, ya que no se puede resolver. Según su opinión, las máquinas llegarán también a ser conscientes porque nosotros mismos solo somos máquinas conscientes con neuronas. El problema es que cuando observamos la naturaleza de las neuronas vemos que no tienen ningún parecido con nuestra vida consciente. Las propiedades físicas de estas células nerviosas no ofrecen ninguna razón para creer que sean capaces de producir conciencia.

      Es verdad que la conciencia está asociada a ciertas regiones del cerebro, pero cuando las mismas neuronas están presentes en la médula espinal (o en el troco encefálico), no hay ninguna producción de conciencia.

      Solo una fe ciega e infundada en la materia permite creer que ciertos trozos de ella pueden “crear” una nueva realidad, la conciencia, que no tiene el menor parecido con la materia.

      Los ordenadores o las computadoras pueden resolver problemas pero no saben lo que están haciendo. Esta es la diferencia fundamental entre las máquinas y las personas. Decir que una computadora “entiende” lo que está haciendo es como decir que un cable alimentador puede meditar sobre la libertad humana, o que un reproductor de CD’s o un MP3 comprende y disfruta de la música que hace sonar. Sin embargo, los seres humanos somos conscientes de lo que hacemos y de por qué lo hacemos. ¡La mayor parte de los teóricos del Nuevo ateísmo reconoce que no poseen una explicación satisfactoria para el problema de la conciencia!

      1.5.4. El pensamiento simbólico:

      Más allá de la conciencia, se encuentra el fenómeno del pensamiento, de la comprensión, de la captación de significado. Detrás de nuestros pensamientos, de nuestra capacidad de comunicarnos, de nuestro uso del lenguaje, hay un poder milagroso. Es el poder de darnos cuenta de las diferencias y de las semejanzas; el poder de generalizar y universalizar: lo que los filósofos llaman “elaborar conceptos universales”. Por ejemplo, yo sé en qué consiste ese sentimiento concreto que siento hacia mi esposa, (amor conyugal) pero también puedo pensar en el concepto de “amor” en abstracto, sin relacionarlo con ninguna persona concreta. Y esto es algo connatural a los seres humanos y desconcertante.

      ¿Cómo es que desde niños somos capaces de pensar en el color rojo sin necesidad de pensar en una cosa roja concreta? El color rojo no existe por sí mismo, independientemente de los objetos rojos. Estamos empleando continuamente el pensamiento abstracto sin darnos cuenta. Pensamos cosas que no son físicas, como la idea de libertad, de verdad, de perdón, o la misericordia de Dios, y no le damos importancia. Pero esta capacidad humana de pensar por medio de conceptos abstractos, es algo que trasciende la materia. Podríamos decir que nuestras neuronas, o nuestro propio cerebro, no entienden nada. Y que somos nosotros quienes entendemos. Es nuestra “conciencia” quien comprende, no nuestras neuronas. ¿Por qué las neuronas de la médula espinal no generan conciencia? El acto de comprender es un proceso físico en su ejecución (porque depende de las neuronas del cerebro), pero espiritual en su esencia. Y este acto es indivisible en la persona humana. No se puede descomponer en partes para explicarlo.

      1.5.5. El “yo” humano (o el centro de la conciencia):

      Curiosamente, el dato que pasan por alto los nuevos ateos es el más evidente de todos: ellos mismos. Una vez que admitimos que existe un “yo” personal nos encontramos ante el mayor de los misterios. Yo soy, yo pienso, yo percibo, yo deseo, yo actúo… Pero, ¿quién es este yo? ¿Dónde está? ¿Cómo llegó a existir? Nuestro “yo” no es algo solamente físico. No somos solo un cuerpo. Pero tampoco somos algo solo espiritual. ¿Qué somos entonces? Somos un “yo” encarnado, un cuerpo con alma. Yo no estoy en una célula específica de mi cerebro, de mi corazón o en alguna otra parte de mi cuerpo. Ninguna de mis neuronas tiene la propiedad de ser mi “yo”. Mis células están cambiando continuamente y, a pesar de ello, “yo” sigo siendo el mismo.

      El científico sueco, Jonas Frisen, cree que la edad media de todas las células de un cuerpo adulto puede ser de entre 7 y 10 años. Los glóbulos rojos solo viven unos 120 días, las células que recubren el estómago y las de la epidermis un par de semanas. Cada tejido tiene su tiempo de renovación. Solo las neuronas de la corteza cerebral, y pocas más, parece que duran hasta la muerte. Pero la conciencia no se explica por medio de las neuronas. Pues bien, aunque nuestro cuerpo cambia cada diez años, nuestro “yo” permanece.

      Ser persona humana es tener cuerpo y alma. (El “yo” tiene dimensión corporal, anímica y espiritual). Es una unidad psicosomática. La existencia del “yo personal del hombre” es la realidad más evidente, pero también más inexplicable para la ciencia. No podemos analizar el yo, porque no es un estado mental que pueda ser observado o descrito científicamente. El “yo humano” no puede ser explicado en términos físicos o químicos. La ciencia no descubre el yo, es más bien al revés, es el yo quien descubre la ciencia.

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